Sesión a cargo de Pere Sánchez Ferré. Juan Carlos López, ha transcrito la sexta y última conferencia del ciclo “El Mensaje Reencontrado y las fuentes tradicionales” realizada en la Biblioteca Pública Arús. Al final de la transcripción está la información del ciclo.

La Alquimia que todos conocemos no es una ciencia de origen humano sino divino e inspirado, al igual que toda la tradición hermética (la Cábala, la Astronomía/Astrología tradicional, la Geomancia…). Son ciencias que la divinidad otorga a ciertos humanos y son ellos los que las transmiten al resto de la humanidad o, como mínimo, a su pueblo, entendiendo como pueblo a aquellos que están religados a ellos. Por eso, al ser una ciencia de origen divino e inspirado, la Alquimia no es intelectual, sino que se basa en la experiencia sensorial.

Emmanuel d’Hooghvorst decía en El hilo de Penélope que para la Alquimia no existe una receta, que ésta «es una escuela filosófica que no admite como criterio de verdad nada más que la experiencia sensible». Por tanto, si en alguna práctica solo existen operaciones intelectuales ya podemos descartarla como alquímica. La Alquimia es contraria a las leyes racionales. Toda la física sagrada es así porque así lo es el mundo divino: no es razonable.

Por tanto, la Alquimia se basa en el testimonio de los sentidos. Comprende misterios físicos, pero son misterios de una física sagrada que necesita como soporte nuestro cuerpo. El cuerpo carnal, el ser humano, es necesario para recibir un don sin el cual no existiría la revelación de la Primera Materia. La Primera Materia no se inventa o se fabrica: podríamos recoger Prana en primavera, destilarlo…, pero sería algo mezclado, al igual que el ser humano, donde pureza e impureza están íntimamente mezcladas. Es el Mixtus orbis. Solamente Dios puede separar puro de impuro y revelarnos nuestro propio misterio.

Los alquimistas llaman a esta substancia Primera Materia porque es la materia de lo que todo está hecho, es el núcleo duro de todo. Es invisible, pero es la que hace que todo exista. El alquimista que llega a un cierto estado recibe esta revelación; si habláramos en términos religiosos, diríamos que recibe la bendición; en términos iniciáticos, diríamos que es un iniciado.

Existen dos aspectos de esta Primera Materia Universal. Uno de ellos está en estado celeste o volátil y es conocido como Mercurio Vulgar porque pertenece al vulgo, es decir, que todos los seres que respiran y no hay nadie que pueda existir sin él: podríamos decir que el prana es el vehículo de este fuego divino sin el cual no se puede vivir. En el Mensaje Reencontrado y en los libros de Alquimia se conoce a este Mercurio Vulgar como la Virgen Errante:

«¿Dónde está el inteligente inspirado de Dios que recogerá a la Virgen Errante?» (XXXIII, 29)

Es errante porque es volátil, porque es el alma del mundo que está circulando eternamente en una única dirección.

Pero existe otro aspecto en el que esta Primera Materia está congelada, sepultada, envilecida, animalizada, pervertida y cubierta de una suciedad: está dentro de nosotros. Aunque el cuerpo no tiene futuro en el otro mundo y estamos muriendo continuamente, este cuerpo es imprescindible para contener la Primera Materia. Sin ella no se puede dar la unión de los dos aspectos ni la regeneración del ser humano: hace falta una cosa vil para convertirla en una cosa viva, hace falta el oro seco de los alquimistas para obtener el oro vivo. Todos los buenos textos lo dicen: el secreto, el tesoro está en nosotros. A este aspecto se le conoce también como la Virgen Negra, que está en potencia dentro de cada uno.

Aquí tenemos los dos estados y, como son de la misma naturaleza, se pueden unir. Pero para que su unión se pueda realizar necesitamos la ayuda divina a fin de que nuestra Primera Materia envilecida sea purificada y regenerada.

Moisés tuvo esta Primera Materia en su corazón y en sus manos. Por eso, la Biblia explica una experiencia totalmente alquímica, iniciática en el monte Sinaí. Hay que recordar que, en hebreo, Sinaí significa también «barro». Es decir, que Moisés tuvo un barro que no moja ni ensucia las manos. De esta experiencia hablan mucho los alquimistas. En el Mensaje Reencontrado se dice que:

«Si habéis encontrado la unidad del Único, romped las páginas del Libro y dejadlas volar al viento tarareando una alegre canción. Si no, no os separéis de ellas ni de día ni de noche hasta que penetren vuestro entendimiento y hasta que os conduzcan al barro que no moja ni mancha nada» (XXIII, 57-57’).

Es decir, la Primera Materia es un barro que no moja ni ensucia las manos.

Los grandes sabios y profetas, todos verdaderos Adeptos del Arte Real, eran alquimistas y fueron ellos los que crearon el lenguaje hermético en sus diversas variantes: vegetal, metálico, teologal, astronómico… Este lenguaje simbólico fue adoptado por las Escrituras, por los libros revelados, por los libros de Alquimia, por la Cábala judía original y por otros libros. Por ejemplo, en el Mensaje Reencontrado se dice que «el hombre puro y perfecto no recibirá más de nueve mujeres nítidas y no menos de tres». Desde un punto de vista literal y superficial parece un comentario a favor de la poligamia, con un marcado carácter machista… Pero tiene otro sentido que el propio Louis Cattiaux explicó: esta cita habla de la proporción en la multiplicación alquímica, no de hombres ni mujeres. Otro ejemplo sería el empleo del lenguaje agrícola y del mundo vegetal, usado desde la Antigüedad, como lo encontramos por ejemplo en El Mensaje Reencontrado: «Hay que romper el cuesco para extraer la simiente y hay que consumir al hombre para liberar su luz. » (X, 49). El hombre tiene que ser roto, tiene que ser abierto. Y eso lo hace Dios.

En esta disolución y purificación, encontramos una primera etapa llamada Solve. Esta etapa es el aspecto femenino de la Obra y corresponde a la adquisición del cuerpo interior puro. A esta purificación, en términos teológicos, la llamamos la Virgen María. Y cuando es pura, es fecundada por Gabriel y de ella nacerá el Hijo, Cristo.

La segunda etapa es el Coagula. Michael Maier lo explicó en Atalanta Fugiens, un libro alquímico con emblemas. En el segundo emblema de este libro dice que: «La substancia que alimenta se convierte en la cosa alimentada». Esto también lo explica El Mensaje Reencontrado cuando dice:

«¿Quién transformará la leche virginal en la consistencia corpórea del Hijo recién nacido? » (I, 26’).

Podríamos decir que es como la madre que amamanta al hijo, y el hijo va creciendo porque la madre se da al hijo. La leche de la Virgen es ella misma y ella se da para que él crezca. Así, la madre se convierte en el Hijo, Cristo o la Piedra de los Filósofos. El resultado de este proceso es la Gran Obra.

Como vemos, tanto el lenguaje de la Alquimia, como el de la Cábala o el de las Escrituras, es simbólico. Por eso, para intentar entenderlo necesitamos saber al menos lo que es esencial: los códigos básicos del lenguaje simbólico, los métodos exegéticos que utilizan y finalmente la hermenéutica, la ciencia de Hermes, el arte de interpretar correctamente los textos. Los de carácter alquímico están llenos de trampas, contrasentidos y muchas veces están desordenados. Emmanuel d’Hooghvorst decía que en Alquimia todas las mentiras están permitidas. Por ejemplo, sin tener este conocimiento básico, no entendemos qué significa el Arca de Noé. En términos superficiales es algo absurdo, fuera de la razón, porque ¿cómo puede ser que se construya un arca donde quepan una pareja de cada uno de los animales del mundo y no se ataquen entre ellos? El Arca de Noé habla de otra cosa, de una realidad sagrada: dentro del arca estaba contenida toda la vida, por tanto, ¿qué es Arca? La Virgen María.

Debemos ejercitarnos en la búsqueda de lo esencial, no especular demasiado intelectualmente y dejar que hable el texto. Hay que saber captar el sentido profundo de las palabras e intentar captar la intención del autor. Hay que dejar que el texto nos penetre para que nosotros podamos penetrar al texto porque si no, nos quedamos en la superficie. De esto habla El Mensaje Reencontrado cuando nos dice que:

«Los demasiado sencillos toman lo dorado por el oro y los demasiado inteligentes rechazan el oro a causa de lo dorado, pero todos comen la mugre del pecado sin saberlo» (XVII, 12’).

En esto están las grandes trampas: los que se quedan en la superficie y en lo literal confunden el dorado con el oro y se quedan con la corteza. Los que especulan intelectualmente y van a buscar lo más sutil también fallan, ya que rechazarán el oro por culpa del dorado, ya que el oro está cubierto de una suciedad.

Los alquimistas lo explican todo, pero con otro lenguaje. Emmanuel d’Hooghvorst, en su obra El hilo de Penélope, escribió respecto a esto que «la Alquimia es una trampa y el oro también». Todos los libros de Alquimia usan el lenguaje simbólico para engañar, pero quieren engañar con una buena intención, para que descubramos que con la razón no comprenderemos y que debemos pedir a Dios la experiencia de recibir la revelación de este Primera Materia.

Es importante remarcar que el lenguaje religioso y teológico tienen su origen en el lenguaje alquímico y no al revés. Es decir, el origen está en el hermetismo. Los grandes sabios de la humanidad hablaban por experiencia; habían sido completamente regenerados por Dios en este mundo, en vida. Ellos son los únicos que salen de este mundo sin pasar por la muerte. Estos grandes sabios son, de hecho, los pastores de la humanidad.

Otro ejemplo de clave exegética lo tenemos en la palabra atanor. Atanor es el nombre que recibe el horno de los alquimistas. Esta palabra proviene del término bíblico תנור (tanur), que aparece en Génesis 15, 17, y significa «horno móvil humeante». Si los alquimistas han utilizado este término de la Torah es porque el sentido más profundo de la Escritura es alquímico. En términos biológicos, este atanor podríamos identificarlo con el vientre de Sara o con el de María. Su vientre es un horno donde se cuece la materia de la vida nueva, que es el hijo. En hebreo, secreto, misterio y horno se escriben igual: כבשון (quibeshon). Otro término hebreo que también significa horno es כבשן (quebeshan).

Existen operaciones alquímicas interiores que hará Dios en nosotros llegado el caso, pero finalmente el atanor propiamente dicho es exterior. Y dicen que las operaciones exteriores son más secretas que las interiores.

El núcleo esencial de los misterios iniciáticos de la Alquimia es la transmisión. Los alquimistas no se hacen a ellos mismos, ya que son alquimistas gracias a un don que los vincula a una genealogía de maestros verdaderos. No son hijos del mundo, sino hijos de Dios.

Sin transmisión no puede haber Alquimia y, por tanto, Dios no puede ser encarnado y estar presente en este mundo. Cuando eso pasa la Sabiduría queda olvidada, dormida en la Humanidad y separada de ella. En ese momento hace falta otro Adepto que sea capaz de recuperar de nuevo el don de Dios y rehacer el hilo roto. La revelación perdida es entonces recuperada y el Arte Real es practicado de nuevo en el mundo, a la gloria de Dios y para la salvación de la Humanidad, no para hacer oro vulgar o en beneficio propio. Naturalmente, El Mensaje Reencontrado habla de esto frecuentemente; por ejemplo, dice que:

« […] El Señor visita a sus verdaderos sacerdotes y los ilumina por medio de sus sacerdotes verdaderos. El que recibe descubre al que da, y calla.» (XXXIX, 3’).

La transmisión es individual y secreta, pero es Dios quién decide a dónde va, quién será el heredero. Es por ello que muchos libros de Alquimia que se dirigen a un hijo.

No se conoce el secreto hasta que Dios no lo envía y cuando se recibe, se tiene que callar. Es por ello que el culto al secreto no es gratuito: si uno no es capaz de guardar un pequeño secreto, Dios nunca te dará el grande. Y Dios es el más prudente de todos porque cuando da, no puede retirar. Durante mucho tiempo observa como reaccionamos, si es que estamos destinados a recibir en vida. Son pocos los destinados a recibir en vida, la mayoría de los prometidos a la salvación recibirán el secreto tras la muerte.

Para aclarar algunas confusiones actuales diremos que la Alquimia no tiene nada que ver con la psicología, a pesar de las interpretaciones de Jung (Psicología y Alquimia) y otros autores posteriores. Jung tiene un barniz espiritual del que carece Freud, pero sus interpretaciones no van en la dirección correcta. La Alquimia habla de la divinidad existente en nosotros mientras que la psicología habla del hombre psico-emocional. Por ejemplo, el título de la obra alquímica Aurora Consurgens se refiere a la aurora que aparece en ti después de la larga noche y a partir de la cual va naciendo la luz en tu interior. En cambio, Jung refiere que este resurgimiento de la aurora es «la adquisición paulatina del consciente por la Humanidad». La aportación de Jung desde el punto de vista psicológico es muy destacable, no así en cuanto a la alquimia se refiere. Pero hay que ser justos y reconocerle a Jung que exhumó la parte de la Aurora Consurgens que no se conocía y que es la más interesante. Si no fuera por él, no la conoceríamos.

Lo mismo podemos decir de los mitos griegos ya que la religión griega –ni ninguna otra- no nació para solucionar los problemas mentales y emocionales de los pueblos, ni para hacer interpretaciones psicológicas, como hacen muchos autores. Nació para llevar a los pueblos a su salvación y regeneración. Lo que se consigue con estas interpretaciones es desnaturalizar las religiones y devaluarlas.

La Alquimia, la Cábala, los Evangelios, El Mensaje Reencontrado… utilizan muchos símbolos, alegorías y figuras para hablar de sus misterios y éstos quedan ocultos si no descubrimos los métodos exegéticos básicos para entender de qué hablan. Y siempre lo hacen del ser humano, de su salvación y de su regeneración. Es un ejercicio que nos obliga a leer con mucha atención y, finalmente, a amar lo que estamos leyendo. Es a través del amor que estableceremos el canal de comunicación. Lo único que importa es la búsqueda y lo que encontraremos en ella.

Pere Sánchez en la Biblioteca Arús

 

Ciclo dedicado a la obra de Louis Cattiaux, El Mensaje Reencontrado

La propuesta de este ciclo es mostrar que el mensaje que revivifica Cattiaux, es el mismo que el de las grandes manifestaciones espirituales (en este ciclo entradas en la cultura occidental). A modo de ejemplo de lo que se pretende mostramos el siguiente versículo: “No hay una verdad nueva. Solo hay formas y expresiones nuevas de la vida eterna muy oculta y muy evidente”. (El Mensaje Reencontrado, libro II, versículo 61)
Si bien El Mensaje Reencontrado puede parecer ajeno a las formas tradicionales, es muy al contrario, pues cómo se explicará en este curso, las fuentes son las mismas de siempre, pero experimentadas de nuevo.

A cargo de:
Raimon Arola, doctor en historia del arte por la Universitat Autònoma de Barcelona y profesor de la Universitat de Barcelona.
Pere Sánchez Ferré, doctor en historia moderna y contemporánea por la Universitat de Barcelona.

Sesiones
 “La mística cristiana” por Raimon Arola
La mística responde a la experiencia divina. Está escrito en El Mensaje Reencontrado: “La más pequeña experiencia de Dios vale más que todas las teologías del mundo” No obstante hay que diferenciar entre las clases de experiencias, ya que normalmente son psíquicas y no responden al encuentro con el Dios encarnado.

“La cábala judaica” por Pere Sánchez Ferré
La cábala no se fundamente en conocimientos intelectuales sino en una revelación que otorga Dios, y es el instrumento privilegiado para penetrar el sentido oculto de los libros sagrados y de nosotros mismos. El Mensaje Reencontrado contiene un sentido oculto y lo acompaña una forma de cábala.

“La tradición hermética” por Raimon Arola
René Guénon señaló que El Mensaje Reencontrado era un libro hermético, ya que en él se recogen distintas tradiciones. No obstante, a diferencia de Cattiaux, consideraba que el hermetismo era cósmico y no metafísico

“El fenómeno iniciático” por Pere Sánchez Ferré
El fenómeno iniciático es un hecho divino y los rituales que a él se refieren siempre aluden a una realidad sagrada, como la recepción de la luz o la apertura del sentido interior. Estos misterios, basados en la experiencia, están presentes en El Mensaje Reencontrado.

“El arte visionario” por Raimon Arola
A lo largo de los últimos siglos, la creación artística ha sido el lugar donde se ha manifestado la experiencia divina. Cattiaux sigue esta estela y llega hasta el final. “La pacificación de todo el Ser es lo que conduce a la visión interior y a la unión divina” (El Mensaje Reencontrado., libro XIII, versículo 4).

“La alquimia” por Pere Sánchez Ferré
La alquimia no se enseña, sino que, como la cábala, se transmite, ya que Dios es quien revela la Primera Materia. Las etapas, formas, estados y procesos de la ciencia de Hermes don el fundamento de El Mensaje Reencontrado.

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