Lectura de la novela iniciática de Raimon Arola, «El buscador del orden» por Pili Alastrué.
«Os hemos conocido antes de que nos conocierais. ¿Lo sabéis?, y ¿lo entendéis como es debido?» (MR)


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Información del libro

 

VIDEO 1.  Capítulo primero

 

VIDEO 2.  Capítulo segundo

 

 

VIDEO 3. Capítulo tercero

 

VIDEO 4. Capítulo cuarto

 

VIDEO 5. Capítulo quinto

 

Versículos de El Mensaje Reencontrado que aparecen citados en el relato

01, 02. Los hombres puros llegan has­ta Dios sin clérigos ni sa­bios, pues ya son santos en el Señor, que les instruye como quiere, cuando quiere y donde qui­ere.

01, 44. El fuego que anima y madura es un alma muy pura que viene del sol y que une el cielo y la tierra.

02, 25. La batalla más grande y la mayor victoria es adquirir la generosi­dad de corazón para con todos los seres descu­briendo a Dios en uno mismo. El sol visible y el sol invisible maduran todas las cosas hasta la perfec­ción áurea del fruto perfectísimo.

03, 73. Existen espíritus hechos para encon­trarse y comulgar entre sí, su número varía poco a través de los tiempos.

04, 25. Antes del comienzo todo permanecía en el reposo de las duras tinieblas de la muerte. El fuego, al despertarse en el agua, ordenó el caos, y los cuatro elementos engendraron el espíritu vivo del Univer­so.

05, 23. Todo lo que es pacientemente desea­do es fácilmente obtenido. Basta con esco­ger bien al co­mien­zo, a fin de no recri­minar al final.

05, 26. La plegaria vivida un minuto vale más que la lección muerta rumiada durante toda una vida.

07, 11. Los que vienen de Dios emplean el mismo lenguaje y se trasmiten la enseñan­za verídica a través de las edades.

07, 42. El Salvador se encarna en la nieve del norte y se manifiesta en la arena del sur.

08, 11. La naturaleza luminosa es la primera y más bella manifestación del Señor. El hombre puro es la última y más perfecta creación de Dios y de la naturaleza. He aquí el resumen del Universo. Cuarenta es la cifra de la esperan­za, del despojamiento, de la transforma­ción y de la maduración. «Es imposible separar a Dios de la humanidad, así pues, lo que pedimos al cielo nos es ofrecido a menudo por los hombres».

10, 3. Lo que parece demasiado sencillo a menudo disimula una verdad sublime y lo que es complicado esconde casi siempre la mentira y la muerte.

11, 04. El sabio y el loco no dudan, sin embargo, uno posee y el otro es poseído.

11, 56. La inteligencia del agua y la memoria de la tierra forman el cuerpo-espíritu del Universo, pero el amor del fuego es lo que le confiere el alma viva.

12, 11. El amor empezó con la primera separación. Reposará con la última rein­tegración, en el conocimiento posesivo y unitivo del Señor de los mundos.

14, 08. La sabiduría de Dios está velada por una oscuridad y por un caos sin nombre, pero brilla algunas veces como una luz purísima. La sabiduría del hombre es como un crepúsculo y como una aurora que gravita entre esos dos polos.

14, 31. El secreto de los sabios es Dios y su luz puestos al alcance del corazón y de la mano del hombre santificado por el amor.

15, 51. En seguida es cuando debemos dejar de hacernos nuevos enemigos, y ahora es cuando debemos reconciliarnos con nues­tros antiguos enemigos. En seguida es cuando debemos cuidar y ayudar a todos los seres de la creación. Ahora es cuando debemos colmar el déficit enorme de nuestros actos de amor para con el Crea­dor y las criaturas. «Observemos que lo que nos pasa es precisamente lo que deseamos a los demás o lo que les hacemos padecer.»

16, 42. Todos los libros sabios y santos son del verbo, vuelven a entrar en el verbo, permanecen en el verbo y vuelven a salir del verbo para la instrucción y la salva­guarda de algunos y para la condena de los otros. Ésta es la prueba impuesta por Dios, que así prepara el juicio del fin de los tiempos y la jerarquía de su nueva creación.

17, 04. Los inteligentes se sienten vejados, pues no pueden dar la vuelta al Libro como se hace con el dedo de un guante y su inteligencia es humillada. ¿Satán no les soplará una misera­ble explicación y no velará su nulidad con algún sórdido espolio?

17, 16. Los placeres del mundo van desapare­ciendo para el que envejece, pues el cuerpo disminuido ya no puede soportar­los; pero la dulzura del amor del Único aumenta para el creyente, porque el alma se libera de las ataduras del cuerpo bruto y comunica cada vez más con su Señor. Así, para algunos, la vejez es una triste decadencia y para otros una dulce iluminación.

17, 55. No hay azar para los creyen­tes, el azar es para los que permanecen volunta­riamen­te extraviados en el lodazal de la muerte tenebrosa y hedionda.

18, 35. Muchos están dormidos hasta el punto de olvidarse en ocupaciones vanas o siniestras, y muy pocos están lo sufi­cientemente despiertos como para buscarse en los libros santos y encontrarse bajo el velo de la creación mezclada.

19, 01. Los profetas nos han hablado de la substancia y de la esencia de Dios, ¡pero nosotros escudriñamos sus textos para descu­brir en ellos la historia, la moral, la poesía o la adivinación! ¡Oh, estúpida ceguera de los inteligen­tes y de los sabios! ¡Oh, mediocridad satisfecha de los creyentes!

21, 33. Estemos atentos a los despreciados, a los débiles y a los sencillos, ya que, a menudo, el Señor se mueve y germina misteriosamente en ellos. «¡Oh, santa humildad!, ¡oh, santo barro del abismo!, ¡oh, santo caos del comien­zo!»

22, 12. ¡Oh, velo espeso que nos abraza, henos aquí como momias que no pueden alcanzar el agua de la resurrección, que no saben tender la mano hacia aquél que la ofrece gratuitamente y que ni siquiera ven su luz santa!

22, 14. Contrariamente a lo que piensa mucha gente, los verdaderos realistas son los creyentes que buscan la vida substancial y esencial que no perece, mientras que los delirantes abstractos son los que se apegan a la materia perecedera. Tal vez, esto haga reflexionar a algún inteligente que ama a Dios y que lo busca en su corazón.

22, 38. No tenemos visiones, no oí­mos voces, no hacemos milagros, y el cielo perma­nece cerrado ante nuestros ojos; pero la gracia del Altísimo ha abierto nuestro entendimiento y su amor ha con­firmado nuestra misión aquí aba­jo. Nuestro lote está entre sus manos. El hará como le plazca. Pues, desde que nos hemos ofreci­do y nos ha esco­gido, ya no nos pertene­cemos re­almente.

22, 50. Es inútil correr dando vueltas y agitarnos a diestro y siniestro para evitar tener que resolver el enigma de la vida y de la muerte que se nos propone aquí abajo, ya que el enigma subsiste y devora finalmente a los que no han podido resol­verlo.

23, 16. Y sobre todo, no las mezclaremos [las necesidades naturales] con los misterios de Dios, a fin de evitar las represiones vergonzosas, los comple­jos deli­ran­tes, las desviaciones misera­bles, la hipocresía unánime y el estro­picio espantoso en el que acaba la confu­sión imbécil del ángel y de la bestia, que debemos separar claramente y no ridiculi­zar, negando a uno y envile­ciendo al otro a la vez.

23, 23. ¡Oh, densidad del oro puro en reposo! ¡Oh, calor del puro metal en fusión! ¡Oh, destello del esplendor volatiliza­do!

23, 36. Es inútil correr tras el autor: sólo encontraríamos el vacío que habita en un idiota en Dios, que no nos enseñaría nada. El Libro basta para todos los trabajos y para todos los reposos.

23, 64. La mezcla de los elementos que forma las combinaciones múltiples de la crea­ción, es como la mezcla de cartas de la baraja, que forma las combinaciones múltiples del juego: los elementos vuel­ven a la masa y son después combinados de nuevo, como las cartas de juego vuelven al mazo y son redistribuidas sin aumento ni disminución real, pues no existe ganancia ni pérdida para el inmutable que ES.

24, 54. Pocos humanos sienten curiosidad por la revelación del misterio de la caída y de la redención, pues pocos hombres han conservado el recuerdo y el sabor de la vida imperecedera y pura del comienzo.

25, 27. La vida del sabio sale de la muerte del santo como la vida de la mariposa sale de la muerte de la oruga, que se vuelve crisálida y, después, milagro de resurrección. Igualmente, nuestras vidas volverán a salir del caos de la disolución tene­brosa, donde se renueva el divino miste­rio de la creación de Dios. ¡Que los que saben reflexionar examinen este espejo oscuro!

27, 08. Muchos de los que han visto, oído y tocado al Señor no han conocido su doc­trina oculta. Los que ahora nos predi­can con imágenes, ¿cómo po­drían sospechar, el secreto vivo que las anima a todas?

27, 10. Buscábamos en el cielo la piedra gloriosa de la coronación, pero el Señor nos ha hecho ver la piedra humilde del fundamento que se encontraba a nuestros pies, a fin de que la recojamos en las tinieblas de la muerte y la llevemos a la luz de la vida.

28, 36. La unión del hombre y de la mujer es santa y sagrada ante Dios. ¡Ay de los que la profanen!, porque se volverán como bestias en vez de ser hechos como dioses. Nos uniremos santamente a nuestras compañeras para pedir la bendición de la gracia y la confirmación del amor de Dios, que nunca niega su salvación a sus hijos bienamados. ¡Que quien pueda unirse al fuego celeste lo haga y viva! Porque ahí están el salvamento y la unión que no perecen.

29, 21. Retirarse en la soledad de Dios no es excluirse del corazón de la humanidad, sino sumergirse enteramente en él por el canal del amor divino que baña toda la creación. ¡Luz, calor, amor y vida! ¡Éstos germinan en el Señor!

29, 25. Os hemos conocido antes de que nos conocierais. ¿Lo sabéis?, y ¿lo entendéis como es debido?

29, 39. Debemos esforzarnos en sufrir y soportarlo todo aquí abajo sin recrimi­nar, pues nada nos pertenece, ni siquiera nuestro cuerpo, y nada se nos debe, ni siquiera nuestra vida. Palabras duras para los que creen poder instalarse en este mundo de exilio y piensan poder triunfar en él por su trabajo o por el de los demás.

31, 29. Los profanos se han infiltrado por todas partes y ahora mandan en el mundo, en las iglesias y en las sociedades iniciáticas.

31, 45. El quinto es el que está antes que el primero. Es el que se mueve y el que mueve invisible y visiblemente.

32, 45. Las escuelas religiosas y las escuelas iniciáticas no deben limitar su enseñanza a la búsqueda espiritual; deben conservar el último peldaño, que es la búsqueda substancial olvidada por todos.

33, 42. Hablamos un lenguaje nuevo, pero volvemos a decir la única revelación antigua, ya que nadie inventa nada en el arte de Dios.

34, 52. Los verdaderos buscadores de Dios llegan al final o mueren en la tarea, pero jamás retroceden, pues han adivinado la enormi­dad divina de la meta que persiguen.

37, 03. La sabiduría del mundo es un juego del espíri­tu del hombre. La sabiduría de Dios es un juego de los elementos naturales.

Texto contraportada:

Ilustración de Bea Colom.

El orden que busca Basilio Ogam, el inquieto protagonista de la novela, solamente puede construirse con amor. Las palabras escritas en sus memorias no son una mera descripción de los sucesos que lo unieron a su amada, María Aiduj;  también son símbolos que describen la sabiduría del amor. Así, la historia de esta novela sería como la luz de una llama que nace de la mecha que se consume, a su alrededor brilla un resplandor negro que después se convierte en azulado y al final se transforma en una luz blanca y resplandeciente como el oro. También sería como la flor de loto: primero, durante el invierno, la semilla permanece oculta e impotente en el barro; en primavera la semilla germina en el lodo y el tallo crece a través del agua hasta que en verano, la flor se abre por encima de la superficie acuosa y mira directamente al sol.

El budismo japonés, el hinduismo, la mística islámica, la masonería y la alquimia cristiana son los motivos de reflexión que utiliza Raimon Arola para construir un relato en el que subyace el pensamiento tradicional acerca de los misterios de la muerte, el amor y la vida.

Los autores

Pili Alastrué y Raimon Arola