Una selección de los poemas de Husayn Mansûr al-Hallaj (nacido en Fars, Persia, 224/857), con una reflexión de Raimon Arola sobre la poesía mística.

 

Presentación

La poesía amorosa que busca a Dios se suele denominar mística, como si fuera alguna forma de arrebato del espíritu. Sin embargo, el místico es aquél que conoce a Dios y este conocimiento es lo que le permite amar, pues, ¿cómo amar lo que no se conoce? Amar, incluso mejor que amarle, pues lo que se desprende de los versos que el místico compone es que el propio amor de su amar se convierte en la forma de Dios. Y el místico por el hecho de amar encuentra Dios en sí mismo, que se convierte en lenguaje vivo al decirse en su poesía, pues su sí mismo es, obviamente, Él mismo. Dios es el Dios en la mismidad del místico. Se produce una plena reunión que el lenguaje enaltece e ilumina. “Yo soy Tu. Tu eres Yo”, tal sería la síntesis del amor, que es el amar.

Amar, incluso mejor que amarle, pues lo que se desprende de los versos que el místico compone es que el propio amor de su amar se convierte en la forma de Dios.

Lo separado se reúne y entonces, en la fusión completa, se encuentra Dios. En toda la poesía mística, Dios no es el objeto amado, ni siquiera el deseado, sino el ser hallado por el hombre y, porque no es el hombre, es por lo que a veces puede creerse que es Dios. Pero no. Dios todavía no es si existe el deseo amoroso, deseo de amor pues Dios es el mismo amar.

Aún traducida, la poesía de al-Hallaj, un maestro sufí nacido en Fars, Persia, alrededor del año 857 / 224 y ejecutado por herético el 26 de marzo del año 922 / 309, trasmite abiertamente este misterio, pues cada canto expresa el mismo amar. Hemos seleccionado los siguientes poemas.

Muerte de Mansûr al-Hallaj. Ilustración de un manuscrito mughal. India, c. 1600

 

Poemas de Husayn Mansûr al-Hallaj

1.

Si las yeguas del alejamiento te asaltan / Y la desesperación clama el fin de la esperanza / Con tu izquierda toma el escudo de la sumisión / Y con la espada del llanto fortifica tu diestra / Y tú, tú mismo, amedréntate / Guárdate de la emboscada de la ruptura / Y si de la oscuridad te alcanza el abandono / Camina a la luz de las antorchas de la pureza / Y dile al Bienamado: Mira mi humillación / Dame la gracia de tu perdón antes del reencuentro / Y, en nombre del amor, no te desvíes del amante / Sin que tenga la recompensa de una esperanza.

2.

Una noche se levantó el sol que amo / Resplandeció y ya no se ocultó / Pues el sol del día se levanta por la noche / Y el sol del corazón jamás se ausenta.

3.

Mátenme mis autoridades pues mi vida ha de ser muerta / Y mi muerte está en mi vida y mi vida está en mi muerte / La desaparición de mí es para mí un don de los más nobles / Y mi permanencia en mis cualidades, uno de  los pecados viles / Gran patriarca soy, de un rango elevado / Pues he llegado a ser un niño en el jirón de las nodrizas / Habitando al mismo tiempo el hueco de una tumba en tierras salinas / Mi madre dio a luz a su padre, he aquí una de mis maravillas / Y mis hijas, de mis hijas, fueron mis hermanas / No por hecho de los tiempos ni por el hecho de los adulterios.

4.

He renegado de la religión de Dios, lo renegado / Es un deber para mí, un pecado para los musulmanes.

5

Me esforcé en esperar / Pero mi corazón ¿puede hacer esperar a mi corazón? / Tu espíritu se mezcló con mi espíritu / En la proximidad y la distancia / Pues yo soy Tú como Tú / Tú eres yo y lo que yo quiero.

6.

Pasiones de lo Verdadero que enteras todas nacen de lo Verdadero / Pero que no pueden alcanzar la comprensión de lo más grande / Pues ¿qué es la pasión sino una inclinación seguida de una mirada / Que propaga una llama entre sus conciencias? / Si lo Verdadero llega a habitar la conciencia / Tres estados se repiten ahí al cuidado de los clarividentes: / Un estado que aniquila la conciencia en la esencia de su pasión / Luego la hace presente por la pasión en estado de perplejidad / Y un estado donde todas las fuerzas de la conciencia se aúnan / Volviéndose hacia una visión que aniquila a todo visionario.

7.

Cuando el enamorado alcanza la perfección en el amor / Y se abstiene de Invocarlo bajo el dominio de la invocación / Entonces ve la verdad de aquello con que el amor le rindió testimonio: / Blasfemia, la plegaria de los amantes.

8.

Al negarte Te santifico / Y mi razón en Ti es locura / ¿Quién es Adán sino Tú? / ¿Y quién en el alejamiento es Satán?

9.

Tu espíritu se mezcla a mi espíritu / Como el ámbar al almizcle oloroso / Si una cosa Te toca, ella me toca / Porque Tú eres yo inseparablemente.

10.

La vida de aquí abajo me hace creer que me equivoco / Como si yo no supiera su estado / Dios condenando lo ilícito / Y yo evitando lo lícito / Ella me tendió su derecha / Y yo la devolví con su izquierda / Yo la vi en la necesidad / Y le hice ofrenda de su totalidad / ¿Y cómo llorar su abandono / cuando no conozco sus favores?

11.

Con el ojo del saber mi mirada indicó / Indicó con el solo pensamiento secreto / Y en mi conciencia algo apareció / Más sutil a comprender por la imaginación de  mi imaginación / Y dividí el tumulto de la mar de mi pensamiento / Atravesándolo como una flecha / Y mi corazón se elevó con las plumas de mi nostalgia / Fijas a las alas de mi determinación / Hacia Aquel que, preguntándoseme sobre Él, / Yo indico por un símbolo pero que  no nombro / Hasta que, habiendo sobrepasado todo límite / Errante en los desiertos de la proximidad / Yo miraba dos puntos de agua / Y no veía ahí nada que sobrepasara los límites de mi imagen / Entonces dócil,  vine a Él / Sosteniendo el extremo de mi traílla en la palma de mi sumisión / El amor grabó de Él en mi corazón / A hierro de la nostalgia, una huella ¡qué huella! / Y en la proximidad, la visión de mí se ausentó de mí / Tanto que olvidé mi nombre.

12.

Me sorprendo de Ti y de mí / Oh Tú que deseas al deseante / Tú me has acercado a Ti / Al punto que he creído que Tú eras yo / Y me he absorbido en el amor / Al punto que Tú me has aniquilado en Ti / ¡Oh, mi felicidad en la vida / Y mi quietud después de mi sepultación! / En mi lamento y mi confianza / Sólo Tú me acompañas / ¡Oh Tú cuyos jardines de signos / Abrazan toda apariencia / Si yo deseo una cosa / Tú eres todo lo que yo deseo!

13.

Oh tú que me acusas por Su amor, ¡Cómo me acusas! / No me habrías acusado si de Él hubieras sabido por qué sufro / Algunos van en peregrinación, la mía está ahí donde yo habito / Sacrifican el ganado y yo, mi alma y mi sangre / Aquellos que, sin la ayuda de los sentidos, giran alrededor de la Ka’aba, / Giran alrededor de Dios, / Quien les dispensa del Lugar Sagrado.

14.

¡Ay! ¿Tú o yo? ¡He aquí dos dioses! / Lejos de mí, lejos de mí la afirmación de dos / Ah, jamás mi no-ser es para Ti un ser / Y mi todo es en todo ambiguo al doble rostro / ¿Dónde, entonces, está Tu ser ahí donde yo miro? / Pues ya mi ser está allá o él no tiene “donde” / ¿Y dónde está Tu rostro que yo busco con la mirada? / ¿En la visión del corazón? ¿En la visión del ojo? / Entre Tú y yo, un yo está de más / ¡Que la separación cese y que el Tú avasalle al yo!

15.

Dos en mí vigilan, testigos de Su amor / Y dos en mí atestiguan que Tú me ves / En lo más profundo de mí, no hay pensamiento sino para Ti / Y mi lengua no dice más que Tu amor / Si yo quiero el oriente, Tú eres el oriente del oriente / Y si quiero el occidente, Tú estás justo delante de mis ojos / Si quiero un en-lo-alto, Tú eres el en-lo alto del en-lo-alto / Y si yo quiero un en-lo-bajo, Tú eres todo espacio / Tú eres el lugar de todo, o más bien su no lugar / Y Tú estás, imperecedero, en el todo de todo / En mi corazón, mi alma, mi conciencia mi pensamiento, / La alternancia de mis respiros y el nudo de mi íntimo.