INFORMACIÓN EDITORIAL: https://herdereditorial.com/autor/halil-barcena
Tabla de contenidos
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Reseña y fragmento de Rûmî. Alquimista del corazón, maestro de derviches
Halil Bárcena escribe un proemio a Rûmî. Alquimista del corazón…, en el que cuenta una visita suya al lugar donde está enterrado el poeta y sabio sufí persa Rûmî: “Cae la tarde en Konya, una ciudad que posee una ciudad que posee una belleza misteriosa, fragante y sensual…”. No se trata de un recurso literario, sino que es dicho lugar el que da pie al autor para explicar el sentido más profundo de la maestría de Rûmî o Mawlânâ (“nuestro maestro”). Después de una vida nómada con su familia, Rûmî se instaló en esta ciudad de Anatolia, allí creó y dio vida a un lugar especial, muy especial. Su sabiduría exegética del Corán se complementó con una vida hecha obra de arte. La arquitectura, la poesía, la música y la danza se encuentran en su retiro de Konya. Lo más conocido son los poemas y escritos de Rûmî, pero también su música y la danza de los derviches giróvagos.
En su libro, Bárcena explica detalladamente la vida de Rûmî con una prosa amena y una gran erudición, es importante leerlo con atención. pues junto a los acontecimientos de la vida de nuestro personaje, va apareciendo el devenir del sufismo dentro de la historia del islam y la importancia del encuentro del mundo arábico del Profeta con la larga tradición espiritual persa. Halil Bárcena va tejiendo el universo espiritual de Rûmî a través de su biografía, la primera escrita en castellano y de las mejores que existen.
Halil Bárcena va tejiendo el universo espiritual de Rûmî a través de su biografía, la primera escrita en castellano y de las mejores que existen.
Este último aspecto es importante, puesto que nos permite comprender la síntesis de la espiritualidad de Rûmî que el autor denomina: la senda sufí del amor. En este sentido, sus palabras traslucen una apertura del corazón que no es usual y, con inusual destreza, aúna el sentimiento amoroso a la erudición académica. Es evidente que Rûmî forma parte del devenir de Halil Bárcena, se encuentra en el base de su búsqueda, de su quehacer cotidiano, y también, obviamente, de su escritura.
El primer capítulo del libro es una explicación de la simbiosis del arte con la mística. El conjunto que forman el museo y la tumba de Rûmî en Konya es una manifestación exterior de la belleza del amor que sentía Mawlânâ hacia su creador. No se trata, el autor lo aclara perfectamente, de un arte cuyo contenido sea la subjetividad, sino de un arte sagrado cuyo contenido es el Único. La obra de arte total como vehículo hacia el centro del centro de la creación que se debe en mucha medida, como explica Bárcena, al encuentro de Rûmî con un sabio desconocido llamado Shams-i Tabrīzī . Este encuentro fue el origen de una extraña amistad, profunda y creadora, que, a nuestro entender, responde a una iniciación secreta. Los últimos capítulos del libro de Bárcena lo explican con detalle. Después de este encuentro, el corazón de Rûmî abarcó incansable todas las formas que hoy conocemos por obras de arte, pero que realmente son expresiones proféticas.
No se trata, el autor lo aclara perfectamente, de un arte cuyo contenido sea la subjetividad, sino de un arte sagrado cuyo contenido es el Único.
Halil Bárcenas no se cansa de repetirlo. Reproducimos a continuación un fragmento muy esclarecedor al respecto que corresponde al apartado titulado: “El poeta llamado Rûmî” (pp. 53 y ss.):
La poesía tal vez sea la forma de expresión más eficaz del místico sufí, la única que le permite exteriorizar, aunque con limitaciones, sus vislumbres acerca del misterio divino. Solo mediante la palabra poética, grávida de significación, puede el sufí dar cuenta en parte de una realidad superior que no cabe en el lenguaje común […]. La eficacia de la palabra poética reside en el uso del símbolo, verdadero corazón de la poesía, cuya función no es otra que abrir al máximo las perspectivas del sentido. Rûmî supo reconocer la sacralidad de la palabra, don divino que como tal se debe custodiar: «Para quien conoce el valor de la palabra, esta es importante. La palabra es noble para los que poseen nobleza. La palabra ha descendido del cielo, no es una espina». De ahí el cuidado que Rûmî tiene del lenguaje, hasta el punto de saberse un verdadero guardián de la palabra, consciente de que el ser humane habita en el lenguaje y que vivimos como hablamos. Y es que «el ser humano vive escondido en su lengua». La creación es un acto de palabra, ya lo hemos visto, lo que quiere decir, entre otras cosas, que el ser humano está hecho de palabras. Toda vivencia humana adquiere forma de lenguaje, que es donación, apertura y comunicación. Y la experiencia mística del sufí no es una excepción. Por eso uno de los rasgos distintivos del sufismo a lo largo de la historia ha sido su capacidad colosal de crear lenguaje. Según Louis Massignon, el sufismo tal vez haya concebido la expresión más primigenia del lenguaje lo cual contradice el tópico que subraya machaconamente la condición indecible de la mística, como si esta tuviese que ver con lo que no se puede hablar. Sin embargo, no es ese el caso de Rûmî, cuya obra se mide en miles de versos y, a pesar de ello, no contiene ni una sola palabra de más. En Rûmî la experiencia mística se traduce en una exuberancia desbordante del lenguaje. De otro modo, sería inexplicable su descomunal producción poética. A Rûmî no se le condenó al mutismo; antes bien, se le colmó con el don de la palabra, o lo que es lo mismo, con una capacidad infinita de nombrar. La mística jamás es indiferente al habla. Rûmî ironiza al respecto confesando necesitar al menos cuarenta camellos para acarrear todo cuanto se agolpa en su corazón y pugna por asomarse al mundo mediante la palabra…
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Perlas sufíes. Cita y comentario de Rûmî
CITA
Hay una cosa en este mundo que no se puede olvidar jamás. Si olvidaras todo lo otro, pero no olvidaras esto, no existiría motivo para preocuparse […]; mientras que si olvidaras esto, entonces no habrías hecho nada en absoluto»
Rûmî, Kitâb Fîji mâ fîji, 4, 1-4; [Perlas sufíes, p. 61, § 51].
COMENTARIO DE BÁRCENA
Según los sabios sufíes, en el Hombre universal u Hombre perfecto (al-insân al-kâmil) se realiza el propósito de la creación en toda su plenitud; él es la síntesis perfecta de la totalidad de los estados del ser y el dispensador de la misericordia divina (rahma) para con todo el orbe. El Hombre universal manifiesta la posición central del ser humano en el mundo: es la conjunción copulativa que une cielo y tierra, según el principio sufí de la mediación simbolizado por el istmo entre dos océanos (barzâj). Los sabios sufíes consideran que el macrocosmos del universo y el microcosmos del hombre son como dos espejos colocados frente a frente, de tal modo que cada uno de ellos comprende todas las cualidades del otro; por lo mismo, el conocimiento total de sí por parte del hombre abarca el conocimiento del universo entero. Dios contempla el mundo —«mundo de las seis direcciones», como diría Rûmî— a través de dicho Hombre universal, que es la realidad interior del universo. «Cuando un hombre realiza este estado original y primordial», asevera William C. Chittick, «se convierte en un «canal de gracia» para el mundo». La tarea primigenia del ser humano consciente de sí mismo, su compromiso como creatura de Dios, es devenir Hombre universal, o lo que es lo mismo, un ser cuyo corazón es capaz de acogerlo todo, de adoptar cualquier forma, merced al despliegue de todas las posibilidades principiales y a su naturaleza teomorfa.
Los sabios sufíes consideran que el macrocosmos del universo y el microcosmos del hombre son como dos espejos colocados frente a frente
Ese es el destino primero y último de la humanidad: cumplir con la responsabilidad del depósito divino [amâna], puesto sobre los hombros del ser humano en el momento de su creación y aceptado por él. «Ofrecimos el depósito divino a los cielos, a la tierra y a las montañas», afirma el Corán, «pero se negaron a hacerse cargo de él y le tuvieron miedo; pero el hombre se hizo cargo» (Corán 33, 72). Un derviche sabe que hay cosas que se deben hacer no tanto por obligación moral o imperativo doctrinal, sino porque están inscritas en la sustancia del alma humana, creada a imagen de Dios, según un hadiz atribuido al profeta Muhámmad que los sabios sufíes han citado repetidamente a lo largo de los siglos. Todo en el sufismo persigue capacitar al hombre para realizar su cometido, la única cosa en este mundo que no se puede olvidar, como advierte Rûmî.
Cada ser humano es un Hombre universal en potencia, sostienen los sabios sufíes, y puede llegar a serlo en acto, a través de la iniciación en la senda interior, que comporta una adhesión ontológica total. Y es que toda alma humana está atravesada por el sentido del absoluto trascendente, un poder supremo que es, como sostiene Martin Lings, al mismo tiempo origen y fin del universo. La función secular de los profetas y los sabios es —de hecho, siempre ha sido la misma— recordarle insistentemente al hombre su naturaleza primordial, lo que en verdad es, e indicarle el camino a través del cual dicha naturaleza primordial se puede actualizar. Y es que el hombre es un ser olvidadizo. No por casualidad «género humano» (nâs) y «amnesia» (nisyân) comparten en árabe una raíz gramatical muy cercana. «Habíamos confiado una misión a Adam [el Adán bíblico], pero la olvidó» (Corán 20, 115). Somos, ciertamente, lo que recordamos.
«Habíamos confiado una misión a Adam [el Adán bíblico], pero la olvidó» (Corán 20, 115). Somos, ciertamente, lo que recordamos.
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Ficha de los libros
INFORMACIÓN EDITORIAL: https://herdereditorial.com/autor/halil-barcena
Halil Bárcena, Perlas sufíes. Saber y sabor de Mevlânâ Rûmî. Herder Editorial, Barcelona 2015.
Mevlânâ Rûmî (1207, Balj, Afganistán -1273, Konya, Turquía) constituye una de las cimas de la espiritualidad universal. Inspirador de la escuela sufí de los derviches giróvagos, conocidos por su danza circular, Rûmî es autor de una vasta obra poética en lengua persa que deriva del gozo de la experiencia unitiva con Dios. Las perlas sufíes que Halil Bárcena recoge en el presente volumen, en traducción directa del persa, constituyen una especie de antología del saber y el sabor del maestro sufí. Reflejan los aspectos cardinales de su filosofía espiritual, cuyo empeño es mostrar al ser humano el camino de retorno a su identidad perdida y olvidada: el Centro del cual todo emana y nada se aparta. Cada una de estas perlas se presenta acompañada de un comentario que solo pretende acercarnos al pensamiento de Rûmî e invitarnos a realizar nuestra propia lectura meditativa.
Esta edición incluye veinte caligrafías que recrean, con un estilo inspirado en la tradición caligráfica otomana, palabras clave y fórmulas iniciáticas, tanto en árabe como en turco y persa, que nos introducen sutilmente el universo espiritual de Rûmî.
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Halil Bárcena, Rûmî. Alquimista del corazón, maestro de derviches, Herder Editorial, Barcelona 2024.
INFORMACIÓN EDITORIAL: https://herdereditorial.com/autor/halil-barcena
El lector tiene ante sí la primera biografía de Rûmî escrita en lengua castellana. Hay autores que únicamente adquieren celebridad gracias a sus obras escritas; fuera de ellas, no existen. No es este el caso del poeta y sabio sufí persa Mawlânâ Rûmî. Rûmî (1207-1273), además de una de las voces más inspiradas no solo de la mística islámica sino de la espiritualidad universal, fue precursor de la escuela sufí de los derviches giróvagos, célebres por su hipnótica danza circular, sobre la que Rilke diría que «es el auténtico misterio de la postración de la persona que se arrodilla desde dentro». ¿Quién es en verdad ese poeta y sabio del sufismo, aclamado hoy por multitudes en el mundo entero? ¿Cómo fue el tránsito de jurista musulmán, sobrio y cabal, a ebrio celebrante de los misterios del amor divino? A estas preguntas intenta dar respuesta el experto islamólogo Halil Bárcena, no solo adentrándose en la singladura vital de RümI, sino también ofreciéndonos las claves interpretativas para comprender su vasta obra poética. El lector tiene ante sí la primera biografía de Rûmî escrita en lengua castellana, cuyo autor, el islamólogo Halil Bárcena, tal vez sea su mayor conocedor en el ámbito de nuestra lengua.
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