Extractos de una entrevista con una Mae de Santo del Brasil realizad en los años 70 por Serge Bramly en la que explica aspectos poco conocidos de la Macumba. Selección y traducción Lluïsa Vert.

 

Desde que dejamos de ofrecer incienso y libaciones a la Reina del cielo nos ha faltado de todo…

Jeremías 44, 18.

 

Durante su estancia en Brasil, en los años 70, Serge Bramly asistió a diversas ceremonias de la Macumba hasta que conoció a una Mae de Santo, llamada Maria-José, que accedió a hablar con él sobre distintos aspectos de esta tradición. De estas conversaciones surgió un libro publicado en francés y del que hemos extraído y traducido algunos fragmentos que nos han parecido particularmente interesantes.

La Macumba conserva un perfume de verdad difícil de encontrar en otras tradiciones que predican pero ya no creen en la posibilidad de una relación entre el cielo y la tierra.

Sus palabras, entendidas con una mente abierta, sin el filtro de la razón razonadora tan propia del hombre culto occidental son realmente extraordinarias y reflejan un conocimiento que con el paso de los años se ha convertido en una superstición, como, por otra parte, ha sucedido con otras religiones no tan lejanas, pero que conserva un perfume de verdad difícil de encontrar en otras tradiciones que predican pero que ya no creen en la posibilidad de una relación íntima entre el cielo y la tierra, entre el ser humano y la divinidad.

 

Macumba, una religión viva

Macumba era un término genérico que designaba el lugar donde los esclavos traídos desde África celebraban sus rituales, aunque en la actualidad se aplica a todas las formas de religión afro-brasileñas. Antiguamente cada etnia tenía su culto tradicional, un poco diferente de los demás, ya fuera yoruba, bantú o nago. Hoy en día, todos ellos se reúnen bajo dos grandes tendencias: Umbanda, que podría asociarse a la magia blanca y Quimbanda, más relacionado con la magia negra.

En sus explicaciones, la Mae emplea un concepto tradicional que se ha olvidado en la vieja Europa y que es vital para pervivencia de cualquier culto: la religión viva, es decir, la reunión del cielo y la tierra aquí y ahora, no antiguamente o en un futuro. Y la voluntad de que en cada generación haya por lo menos un testigo de esta unión. Todo lo demás son formas, rituales, enseñanzas y mementos, pero para que una religión no degenere ahogada por los símbolos y los ritos, debe mantenerse viva. Todas las religiones predican lo mismo, el hermetismo y sobre todo, la alquimia no hablan de otra cosa, la coagulación de las fuerzas celestes en una materia pura, en una materia virgen, pero, tomamos las palabras por símbolos y nos alejamos de las verdades simples.

Todas las religiones predican lo mismo, el hermetismo y sobre todo, la alquimia no hablan de otra cosa, la coagulación de las fuerzas celestes en una materia pura, en una materia virgen

Cuando llegaros los esclavos de África el contacto vital con los dioses era lo único que tenían, no poseían ni textos sagrados, ni monumentos, ni referencias duraderas, su fuerza eran los dioses africanos que vinieron desde el antiguo continente y que siguen viniendo atraídos por los tambores, los cantos, las danzas y los dibujos en el suelo. Esta debilidad fue también su fortaleza.

 “El trance es la base de nuestra supervivencia, dice la Mae, cuando nuestros ancestros llegaron como esclavos, trajeron a los dioses en sus cuerpos. Jamás abandonaron el trance y de igual modo los dioses jamás los abandonaron tampoco. Por eso hacemos todo lo que podemos, empleamos todo nuestro conocimiento, estamos dispuestos a dar todo lo que tenemos para que los dioses permanezcan con nosotros”[1]

“Si cesáramos de cantar y bailar, de prestar nuestro cuerpo a los dioses, para que puedan descender a la tierra, los dioses nos abandonarían, nos olvidarían, se irían a morir a África y nuestra religión desaparecería. Pero esa es nuestra fuerza, la fuerza de nuestra religión que es una religión viva. Rogamos a dioses vivos, a dioses poderosos, y no a formas vacías, que existieron un día, pero que en la actualidad son débiles y sin calor. Sabemos que nuestros dioses viven porque los vemos encarnarse en los cuerpos de hombres o mujeres… sabemos que son fuertes; si no lo fueran, el trance no existiría.”[2]

“Tú crees que conocemos de memoria la historia de nuestros dioses y solo la repetimos, mecánicamente, como un espectáculo. Pero, ¡no!, no hay repetición, ni actuación… ¡Nuestra religión, lo afirmo, es una religión viva! Todas las ceremonias son diferentes. Nunca sé lo que va a suceder…”[3]

 

El ser humano, el soporte de los dioses

«Los dioses tienen necesidad de un soporte para existir. Y el papel del ser humano, del médium, es prestarles este soporte, cuando un dios llega, toma posesión del cuerpo de su hijo. Lo “cabalga” como un caballero cabalga su montura. Y la cabeza del médium no existe en este instante, es solo un receptáculo, un simple recipiente ofrecido a su dios…”[4]

Los dioses tienen necesidad de un soporte para existir. Y el papel del ser humano, del médium, es prestarles este soporte.

Cuando un, o una médium, actúan según la fuerza del dios por el que están poseídos, si, por ejemplo, bebe alcohol, al terminar el trance el médium no está ebrio en absoluto porque realmente él o ella no han bebido, sino que quien lo ha hecho es la fuerza que los ha poseído.

Los trances deben darse bajo un control y el trance debe ser armonioso, lo que no excluye la violencia, la posesión por ciertos dioses puede ser brutal, por eso no es aconsejable que nadie que no haya sido iniciado caiga bajo la posesión de un dios. Y ser un iniciado no es cualquier cosa, es un don muy raro que no debe ser malbaratado.

La Mae aclara que el trance es deseable para ciertos individuos con una gran cantidad de energía que no pueden dominar, la Macumba canaliza esta energía y la redistribuye según las necesidades. En cambio, si un individuo está infra alimentado en fuerzas energéticas es inútil, no soportaría la presencia del dios en su cuerpo.  Y explica lo siguiente sobre la energía:

“En el mundo hay grandes corrientes de energía que circulan en un desorden total. Esta energía no se utiliza como debería, no está dominada ni domesticada. En estado bruto, puede llevarse a cualquiera por delante, como un tornado que lo arrasa todo a su paso, nuestra misión es captar esta energía, domesticarla y utilizarla… Se critica la violencia de nuestras danzas, pero no creamos esta violencia, esta violencia existe, y se volvería peligrosa si no se pudiera expresar, si no se pudiera liberar”.[5]

En este sentido, la Macumba es un sistema, un todo, que funciona como un mecanismo bien engrasado pero que no se explica, solo se constatan sus efectos, no se practica con la cabeza sino con el cuerpo y a partir de que este mecanismo se pone en marcha sus efectos son inevitables.

 

El espacio y el ritmo

El espacio donde suceden las ceremonias es importante, el lugar debe estar delimitado y sacralizado, este espacio recibe el nombre de terreiro, los terreiros representan a África, el origen. Lo más importante del terreiro son los axes, objetos que contienen una fuerza espiritual muy grande, pueden ser una piedra, un metal, una madera en la que el dios ha impreso su marca y su poder.

El espacio donde suceden las ceremonias es importante, el lugar debe estar delimitado y sacralizado, este espacio recibe el nombre de terreiro, los terreiros representan a África, el origen.

Otro aspecto vital de la ceremonia son unos dibujos realizados con tiza en el suelo a los que la Mae denomina pontos riscados, que complementan los cantos o pontos cantados, cada uno representa un dios o un aspecto del poder de este dios, son como plegarias y se pueden leer como un texto. A veces los trazos son distintos según los terreiros, pero sus símbolos no varían nunca.

Por último, están los tambores que son la voz de los oficiantes. No son tambores normales, se consideran como seres vivos, se “alimentan” con fuerzas sagradas, son bautizados con agua bendita y reciben un nombre. Nunca salen del terreiro donde nacieron, ni los toca nadie que no esté iniciado, si tuvieran contacto con cualquier impureza perderían su fuerza y su voz seria falseada. Lo importante de las ceremonias no son los cantos, es decir, las palabras, sino los ritmos, producidos por estos tambores y que son originarios de África.

 

La creación y los dioses

Para la Macumba los dioses serían los creadores del mundo, pero con un matiz, no lo habrían creado, sino que lo estarían creando en cada momento ante nuestros ojos. Lo inventan perpetuamente, en cada instante. Es verdad que Olorum, también llamado Obatalá, es el origen de las cosas, el dios supremo, pero se considera un dios muy viejo y tan importante que ya no se ocupa de los seres humano. Está demasiado lejos, y ya nadie le solicita nada. Sin embargo, sus hijos y sus nietos, llamados orishas, son los dioses a los que se dirigen y quienes los escuchan y lo que es mejor, quienes les responden.

Para la Macumba los dioses serían los creadores del mundo, pero con un matiz, no lo habrían creado, sino que lo estarían creando en cada momento ante nuestros ojos.

Existen unos dioses esenciales y entre ellos, pero separados, aparecen dos dioses extraños: Ossae, el dios de un mundo vegetal, un Dionisos muy particular que rige el mundo de las plantas de poder, imprescindibles para las ceremonias, pero del que no se puede hablar. Y el segundo, llamado Exú con unas características especiales que recuerdan muchísimo al dios Hermes de los griegos, el mediador entre los dioses y los hombres, el hermafrodita. La Mae lo describe así:

“Exú es el dios del cruce de los caminos, de los cementerios y muchas veces se asimila a Lucifer o Satán, el rey de los infiernos. Pero en tanto que guardián de la entrada y abridor de caminos, Exú podría ser san Pedro, y en tanto que intermediario entre los hombres y los dioses, y maestro en la adivinación se asimila al arcángel Gabriel (o Hermes) tiene múltiples caras.

Además, cada dios posee uno o varios aspectos de Exú y gracias a él pueden materializar sus poderes. Cada dios tiene su lugar particular y Exú es el único que está por todas partes, es el nexo de unión entre ellos, no hay límites para él, allá donde un dios no puede intervenir directamente, se sirve de su Exú, mi madre decía que era el servidor de los dioses, pero creo que es mucho más que eso, los dioses no tendrían tanto poder si no tuvieran su Exú…

Antiguamente se le representaba con cuernos y con un gran falo en erección. Es el dios de la fertilidad y de la fecundidad, le gusta subvertir el orden del mundo, pero su desorden es necesario. Es comunicación, intercambio, encuentros, señor de los cruces de caminos es también el centro del espacio, con los egums, está entre la vida y la muerte, con Ossae y las plantas, guarda las puertas del conocimiento. Es el pivote de nuestra religión y el aliado por excelencia de los hombres, el punto de comunicación esencial entre el mundo sagrado y el profano”.[6]

La invocación a los muertos

Todas las ceremonias empiezan por sacrificios sangrientos, pues la sangre es el soporte esencial de la energía que da la fuerza a las cosas y a los seres. El novicio durante el tiempo de su iniciación es rociado con sangre de un animal y regularmente bañado en unos baños de hierbas consagrados a su dios. Además, se rompe su relación con la familia y con el mundo exterior y se impone el silencio y la pureza. Se trata de una iniciación que empieza con una muerte progresiva al término de la cual renacerá purificado, diferente, santificado, o santificada porque hay muchas más novicias que novicios. Su antigua personalidad desaparece y es reemplazada por otra y paulatinamente se convierte en un o una Yao, la esposa de un dios, capaz de recibir su visita y acogerlo.

La iniciación empieza con una muerte progresiva al término de la cual, el neofito renacerá purificado, diferente, santificado, o santificada.

Esta muerte a la que se refiere la Mae de Santo es inexcusable en cualquier tradición, el cielo jamás puede unirse a algo impuro, necesita de algo nuevo, algo renacido en la pureza. Por eso, según ella, la Macumba nada tiene que ver con el espiritismo, si bien admite que esta práctica ha tenido mucha influencia en este movimiento:

“Un extranjero llamado Allan Kardec, escribió libros sobre ello, y sé que han tenido mucha influencia, aquí en Brasil… Los espiritas piensan que los muertos pueden ayudar a los vivos. Los invocan y los muertos les responden. Me han dicho que sus ceremonias se desarrollan en silencio, sin tambores ni danzas… No comprendo el origen de sus poderes”.[7]

Pues, si bien los Pretos Velhos o los Cablocles a los que se invoca en la Macumba son espíritus de difuntos, no son de cualquier difunto, pues como continúa diciendo la Mae:

“Nadie me hará creer que es suficiente morir para alcanzar el conocimiento… cuando alguien muere, su alma vuelve al origen, a África, y de él no queda nada. No obstante, ciertas personas adquirieron mientras vivían una gran sabiduría, acumularon suficiente energía para sobrevivir a su muerte, estas energías pueden fijarse y, por consiguiente, pueden ser invocadas”.[8]

Cuando el autor del libro le pregunta a qué se refiere con lo de que estas energías pueden ser fijadas, la Mae evita cualquier explicación pues de los misterios de la muerte no se habla. Solamente se refiere entonces a una cierta memoria de la naturaleza y cita una palabra, egum o egum-gum, que en la “lengua” significa hueso. Pues, según ella, y según otras tantas tradiciones como escribió René Guénon,9] es en los huesos, en su interior donde reside la fuerza de la vida, “y no en el corazón o en el cerebro como a veces se cree…”  y añade:

 «La médula es solo el soporte de la vida, la fuerza vital es invisible, inmaterial, encerrada en los huesos, sobre todo en la columna vertebral, cuando una persona muere el alma se va, pero no inmediatamente después de la muerte. Y es en este lapso de tiempo cuando puede ser fijada…”[10]

Pero estos son misterios de los que no hay que hablar.

 

Sobre el hombre y su inteligencia

“Piensas que todo esto son supersticiones… La vida no es lo que crees, dice la Mae, y la inteligencia razonadora no conduce forzosamente a la felicidad. La vida es peligrosa con unas reglas que no han sigo concebidas por los hombres…El hombre ignora sus poderes, pero ninguno de sus gestos es inofensivo, anodino. Todos tienen repercusiones invisibles que acaban por formar una presencia que un buen día se manifiesta bruscamente y de la que el hombre es el único autor”. [11]

Al final de la obra, el autor le presenta el original de su libro a la Mae quien se asombre de haber hablado tanto, a lo que finalmente no le da ninguna importancia porque, como ella dice:

“El pensar mata a la vida, les retira sus fuerzas a las cosas, pregunta a nuestros fieles, no explican lo que hacen o lo que experimentan. No hay que explicarlo todo. Muchas ideas me pasan por la cabeza, pero solo creo en lo que he experimentado. Nuestra religión se practica, no se estudia, por eso no entiendo tu libro…”.[12]

Hemos hablado varias veces de superstición, su etimología designa algo que ha permanecido, que ha sobrevivido. Los romanos lo entendían como una perpetuación a través de la realización de rituales. Fue más tarde cuando se le dio un significado peyorativo, en el sentido de ser una manifestación exagerada y superflua. Hemos usado expresamente este término en ambos sentidos: como algo que ha sobrevivido pero que ha perdido el secreto nuclear original, que sería la regeneración total del ser humano, para convertirse en algo superfluo, lo que ha quedado del misterio.

Hemos hablado varias veces de superstición, su etimología designa algo que ha permanecido, que ha sobrevivido.

Louis Cattiaux se refería a este aspecto cuando en una de sus cartas se refirió al vudú, otra manifestación de la antigua tradición africana y escribió:

“El culto vudú se relaciona, sobre todo, con la magia de la consagración con sangre; es interesante conocerlo, pero nuestros maestros nos proponen algo mucho mejor que esa vía muerta. Aunque lo cierto es que está mucho más animado que lo que resta de los misterios cristianos u otros”.[13]

Y al decir animado, creemos que Cattiaux se refería precisamente a la comunicación siempre posible entre el espíritu y el cuerpo, o entre la tierra y el Spiritus mundi, por eso quizá escribió lo siguiente en otra de sus cartas:

“El pecado contra el espíritu consiste en no recibir al espíritu, no escuchar al espíritu, no reconocer al espíritu, no albergar al espíritu y, como sin el espíritu estamos muertos, comprenderás que el pecado contra el espíritu no es perdonado porque permanecemos así en la muerte… Incluso los biempensantes y los creyentes ya no saben a qué se refieren las palabras de Jesús y, además, rechazan su sentido primero y último cuando se les habla de él. Jesús tiene razón cuando dice que el mundo actual se ha vuelto impermeable e impenetrable a su gracia; tal vez todavía subsista gracias a algunos amigos ocultos y, cuando éstos se retiren, el mundo perecerá como Sodoma y Gomorra”. [14]

Nos hemos vuelto tan inteligentes que se supone que no podemos creemos en lo que no se ve, cuando hay infinidad de cosas que consideramos que existen y no se ven, como la belleza, la bondad o el terror incluso. Como decía Emmanuel d’Hooghvorst en una de sus cartas de próxima publicación, lo que hay que hacer es simplemente cambiar nuestra mentalidad, y entenderemos fácilmente lo que es claro por sí mismo:

“Esto es una bonita patada en el culo a todos los que afirman que las Escrituras y los libros de alquimia son oscuros. La desgracia es que todos somos demasiado instruidos y demasiado inteligentes, es decir, demasiado confundidos y enredados en nuestras propias complicaciones. Tal vez por eso también ya no nos entendemos los unos a los otros.”

Para terminar, quisiéramos recordar un hecho extraño, incompresible incluso para el mismo autor, y es que El Mensaje Reencontrado está dedicado a los pueblos negros, y nos preguntamos si esto no será así gracias a que no han exilado al Espíritu fuera de sus muros, pues como escribió el mismo Cattiaux:

“Pronto reflorecerá el Grial entre las manos de los negros, pues han sido elegidos por Dios como herederos de la perla rechazada y desdeñada por los blancos ciegos y envanecidos. ¿Qué más puedo decir? …Si colocáramos la palabra antepasado en lugar de la de Dios en El Mensaje Reencontrado, tendríamos un libro hecho a medida para los africanos “.[15]

 

El Libro de la luz es ofrecido a los negros en un tiempo oscuro, ¿acaso no lo recibirán también nuestros hermanos los mineros?

El Mensaje Reencontrado, XXVI, 34.

NOTAS:

[1] Serge Bramly, Macumba. Forces noires du Brésil, entretiens avec une Mère des Dieux, Albin Michel, París, 1975, p. 36.

[2] Ibidem p. 34.

[3] Ibidem p. 40.

[4] Ibidem p. 34.

[5] Ibidem, p. 67.

[6] Ibidem, pp. 198 y sigs.

[7] Ibidem, p. 129.

[8] Ibidem, p. 130.

[9] “La misma palabra luz es también el nombre dado a una partícula corporal indestructible, representada simbólicamente como un hueso muy duro, y a la cual el alma permanecería ligada después de la muerte y hasta la resurrección… Se sitúa luz hacia la extremidad inferior de la columna vertebral; esto puede parecer bastante extraño, pero se aclara por una aproximación a lo que la tradición hindú dice de la fuerza llamada kundalinî, que es una forma de la Shakti considerada como inmanente en el ser humano” R. Guénon. El rey del mundo, Arnaldo Struhart, Buenos Aires, 1985, pp. 70-72.

[10] S. Bramly, Macumba cit., p. 131.

[11] Ibidem, pp. 171 y 172.

[12] Ibidem p. 216.

[13] L. Cattiaux, Florilegio epistolar, Arola editors, Tarragona, 1999, p. 155.

[14] Ibidem, p. 145.

[15] Ibidem, p. 136.