Fragmento del libro de Jeremy Naydler, “El templo del cosmos. La experiencia de lo sagrado en el antiguo Egipto” (Atalanta,2019), donde se explica el mito de Hermópolis, ciudad dedicada a Thoth o Hermes. Edición Raimon Arola y Lluïsa Vert.

Jeremy Naydler explica los mitos cosmológicos egipcios a partir de tres ciudades que corresponden a los tres dioses creadores: Heliópolis que representa al dios Ra, Hermópolis dedicada a Thoth (Hermes) y Menfis dedicada a Ptath. Cada una describe un aspecto de la creación del mundo. Aquí recogemos las ideas relacionadas con Thoth, pues con este dios se inicia el legado del hermetismo occidental. Primero hemos seleccionado unas imágenes en color que son las mismas Naydler en el texto y que después reproducimos tal y como aparecen en el libro

Texto de Jeremy Naydler sobre Hermes-Thoth y la ciudad a él consagrada

La cosmogonía de Heliópolis se desarrollaba en una ciudad que era el centro del culto de Ra, la Divinidad suprema hecha visible en el Sol. Expresaba la teología del sacerdocio de Ra, según la cual Ra era tanto Atum hecho explícito, como Atum convertido en creador. Hermópolis, por su parte, era el centro principal del culto de Thoth, cuya relación con la Luna es comparable a la de Ra con el Sol. En la cosmogonía hermopolitana, de la que no sobrevive ningún texto coherente, hay una divergencia de énfasis que refleja algo de la diferencia entre las dos divinidades.

En Hermópolis, Thoth era el demiurgo universal. Una forma que Thoth adoptaba era la del ibis sagrado (fig. 3.8), y como tal incubaba el Huevo del mundo en Hermópolis.  Pero es en su condición de «Señor de la Luna» y «Dueño de la Palabra» donde la naturaleza de Thoth se revela más claramente. En esta condición, la diferencia entre Atum-Ra y Thoth, en cuanto representan aspectos distintos de la creatividad divina, se muestra más claramente.

En su condición de «Señor de la Luna» y «Dueño de la Palabra» donde la naturaleza de Thoth se revela más claramente

Como dios de la Luna, a Thoth (como sucede a menudo con los dioses de la Luna) le concernía particularmente la regulación y ordenación del universo. Uno de sus títulos era «el que calcula en el cielo, el contador de las estrellas, el enumerador de la Tierra y de lo que está en ella, y el medidor de la Tierra». Igualmente el nombre egipcio de Thoth, Djehuti, tiene la connotación de «medidor». Como tal, se puede pensar en él como la «mente» divina, el principio universal que los griegos iban a llamar «Logos». Efectivamente, Plutarco lo describirá más tarde como «el más semejante al Logos entre los dioses», pues es ese aspecto de la Divinidad suprema que canaliza la efusión de la energía divina según los principios de armonía y proporción, de manera que el mundo nazca como un cosmos organizado. Por consiguiente, parece apropiado que la réplica femenina (o consorte) de Thoth sea Maat, principio de orden, verdad y justicia. Como Maat, Thoth es el mediador de las fuerzas celestiales, dirigiendo su expresión ordenada en los reinos inferiores.

En ocasiones se representa a Thoth ajustando la balanza en escenas que muestran el acto de pesar el corazón. En este papel, habitualmente tiene forma de babuino, opuesta a la de ibis. En la figura 3.9, la persona muerta se arrodilla en el platillo de la izquierda más cercano a Maat, mientras que su corazón (en un recipiente especial) está en el de la derecha más cerca de Thoth. Entre ellos, en cuclillas, la bestia Ammit que devora las almas de quienes no superan la prueba de la balanza. Aquí, los papeles de Thoth y Maat están en consonancia con su preocupación por establecer el equilibrio, la armonía y la proporción. Muy a menudo a Thoth (en su forma de ibis) se lo representa pintando el emblema sagrado de Maat, la pluma de avestruz, como en figura 3.10. Esto expresa de manera hermosa el intenso compromiso de Thoth con las cualidades que Maat representa y su devoción por ellas.

Otro de los títulos de Thoth era «Señor de las palabras divinas». Es la mente divina cuyo instrumento creador es la voz, a través de la cual ejerce su poder creador. Según Maspero:

Se creía que la palabra articulada y la voz eran las fuerzas creadoras más potentes, que no permanecían inmateriales al salir de los labios, sino que se convertían, por decirlo así, en sustancias tangibles más densas; en cuerpos animados por la vida y la energía creadora; en dioses y diosas que vivían o creaban a su vez.

Por lo tanto, el cosmos nacía a través de Thoth, la inteligencia universal que articula el sonido creador. El universo es por consiguiente sonido que se ha hecho sustancial. Thoth es el poder divino que pronuncia ese sonido. Por esta razón Thoth era el dios de la magia, para la que era crucial la entonación correcta al cantar el encantamiento. Sólo si la voz era «verdadera» podía el mago dominar las sutiles fuerzas formadoras de la naturaleza. Thoth es el dios que gobierna la expresión exacta de la energía creadora para que se manifieste como forma armoniosa, verdadero reflejo de su fuente espiritual.

El cosmos nacía a través de Thoth, la inteligencia universal que articula el sonido creador. El universo es por consiguiente sonido que se ha hecho sustancial.

Como demiurgo, a Thoth se lo describía a veces como el «corazón» y la «lengua» de Ra  -correspondiendo el corazón a la inteligencia, y la lengua al poder de expresión-, lo que sugiere que las cosmogonías hermopolitana y heliopolitana no eran necesariamente rivales, sino más bien complementarias, poniendo cada una el énfasis en un aspecto particular de la creatividad divina. Como hemos visto, las imágenes dominantes utilizadas en la cosmogonía heliopolitana subrayan la fecundidad del Absoluto. La creación se produce por una sobreabundancia y desbordamiento de la energía creadora, expresada en la imagen de Atum eyaculando o expectorando. Este aspecto de la Divinidad está perfectamente simbolizado por el desbordamiento constante de la luz cálida y vivificante del Sol. En cambio, la cosmogonía hermopolitana subraya la contención y canalización de la sobreabundancia divina para que adquiera formas ordenadas y armoniosas y se haga manifiesta en ellas. Fundamental en esta actividad es el número y la medida. La Luna, que mide la cantidad de luz del Sol que refleja hacia la Tierra en su ciclo mensual, es un símbolo natural de este aspecto de lo divino. Es a través de la función reguladora de Thoth como a los dioses, o principios universales que gobiernan el mundo, se les asigna su propia esfera de actividad. Thoth «abre un lugar» para cada uno:

A ti te saludo, Luna, Thoth,

Toro en Hermópolis, habitante de Hesret,

que abres un lugar para los dioses […].

Nada se hace sin que tú lo sepas […]

 

Como todos los mitos de la creación, el hermopolitano comienza con Nun, con el gran flujo del no ser del que nada puede ser distinguido. En la secuencia de la creación, Thoth, tras emitir el sonido creador aborigen, crea cuatro dioses y diosas en las aguas. Los dioses aparecen representados con cabeza de rana, las diosas con cabeza de serpiente, como se puede ver en la figura 3.11, que procede del templo de Filae. En la parte alta, a la derecha, el dios Ptah, de pie sobre una peana que simboliza a Maat, mira a cuatro de los dioses y diosas, mientras que abajo el dios Thoth con cabeza de ibis hace lo mismo. El significado de sus formas ofídicas y anfibias está abierto a conjetura. Pero, como ya vimos, se pensaba que la serpiente tenía la forma más primigenia, y por ello era la criatura más cercana a las condiciones que prevalecieron «en el principio». La rana estaba asociada naturalmente con la vida múltiple que emerge del agua, y por eso en cierto sentido estos dos tipos de criaturas representan el potencial de vida del estado precósmico.

Los ocho dioses, la Ogdóada, como se los denominaba, surgen en Hermópolis, que era conocida por los egipcios antiguos como Khmunu o «ciudad de los ocho». La Ogdóada no es parte del universo creado. Más bien representa las diferentes cualidades de lo no manifestado, como su nombre indica:

Nun y Naunet: lo amorfo o caos.

Kuk y Kauket: tinieblas u oscuridad.

Heh y Hehet: infinitud o ilimitación.

Anión y Amaunet: lo escondido o no manifestado.

 

Las alusiones más antiguas a la Ogdóada se encuentran en los Textos de las pirámides del Imperio Antiguo. Después, en el Imperio Medio, son un estribillo constante en una determinada parte de los Textos de los sarcófagos donde proporcionan el trasfondo a la actividad creadora divina.  Pero en este caso es Shu quien tiene el papel que asume Thoth en la teogonia hermopolitana. Se ha afirmado que Shu puede ser una forma temprana del dios Thoth y existen representaciones de Shu con cabeza de babuino, como en la figura 3.12. Se hace también una combinación similar de Shu y Heka, el dios que personifica la magia. Así, por ejemplo, en la figura 3.13, la figura que se encuentra entre Geb y Nut se llamaba «Heka, Gran Dios, Señor del Cielo». Sobre su cabeza está el jeroglífico de los cuartos traseros de un león descansando en una plataforma, que es el signo de la «palabra creadora». Todo esto apunta a la idea de que nos encontramos aquí con la creatividad divina en el reino intermedio simbolizado por Shu. Es en este aspecto especialmente en el que la teogonía «lunar» de Hermópolis contrasta con la teogonía «solar» de Heliópolis.

Volviendo a la Ogdóada, parecería que ninguna de las cualidades simbolizadas por los cuatro pares de dioses sea en sí misma creadora, sino que es la habilidad de Thoth lo que los transforma en sus opuestos, volviéndolos del revés, de manera que el mundo de la forma, la luz y la limitación se manifieste. Presididas por Thoth, estas ocho deidades primitivas nadan en la inundación y juntas crean el Huevo Cósmico, del que sale Ra como pájaro de luz, anunciando la creación del universo. De manera alternativa, conjuran misteriosamente a un loto de las aguas, y cuando sus pétalos se abren, se ve que contienen al dios del Sol como niño divino. En la figura 3.14, Heh y Hehet se arrodillan sobre la superficie del océano primordial, a ambos lados del loto, asistiendo al nacimiento del joven dios del Sol que sale de la flor. Por encima de la cabeza del dios del Sol, el Kheprer levanta el disco solar.

Este acontecimiento del nacimiento del Sol que surge del loto se explica en una inscripción del Templo de Edfu que dice así:

Vosotros [los Ocho] habéis hecho de vuestra semilla un germen,

y habéis instilado esta semilla en el loto,

derramando el fluido seminal; habéis depositado en el Nun,

condensado en una única forma,

y vuestro heredero nace radiante

con el aspecto de un niño.

 

Habiendo salido del Huevo Cósmico o capullo de loto (fig. 3.15), es Ra quien entonces asume el papel de creador, con Thoth como su corazón y lengua o, podríamos decir, su mente y voluntad creadora. El tema de la emergencia de las aguas primordiales es así (como en el caso de Heliópolis) el contexto básico de la teología de la creación hermopolitana, a pesar de su divergencia de la cosmogonía heliopolitana en otros aspectos. En Hermópolis existía un lago sagrado llamado Lago de los Dos cuchillos, en medio del cual había una isla llamada Isla de las Llamas. Era aquí donde el Huevo cósmico se rompía, donde tenía lugar la maravillosa aparición del dios del loto, donde el mundo se hacía manifiesto al principio del tiempo.

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