Selección de fragmentos herméticos de la ‘Divina Comedia’ realizada por Pere Sánchez Ferré a partir de la traducción de Leonardo Rivera.

 

.

Recientemente el editor José J. de Olañeta ha publicado una nueva versión de la Divina Comedia en lengua española.

Pero no es una más, porque está traducida por Leonardo Rivera (RIP) según el método tradicional, es decir, literal, por lo que resulta, creemos, la versión más fiel al original italiano.

 

 

La obra contiene, además, una Addenda con un comentario de Emmanuel d’Hooghvorst basado en la exégesis tradicional, en el que se pone de manifiesto la naturaleza hermética de la obra de Dante Alighieri. Le sigue un segundo comentario, basado en el mismo método a fin de introducir al lector en los principios y métodos de la hermenéutica tradicional, pues sin ella es difícil descubrir el sentido profundo de este sacro poema inmortal, cuyo autor es sin duda un verdadero conocedor.

La Divina Comedia es una obra iniciática que trata de una ciencia oculta, la de la regeneración del ser humano mediante un morir para nacer a la vida nueva, en la que Dante y Beatriz gozarán eternamente de su amor inextinguible.

A continuación reproducimos algunos versos que dejan entrever el sentido hermético del sacro poema.

 

Si alguna vez acaeciera que el poema sacro

en el cual han puesto mano cielo y tierra,

y por el cual me he demacrado durante muchos años,

venciera la crueldad que me encierra fuera

del bello ovil donde dormí cordero

y enemigo de los lobos que le dan guerra; (Par. 25, 1-6)

 

¡Oh vosotros que tenéis el intelecto sano,

mirad la doctrina que se esconde

bajo el velo de los versos extraños! (Inf. 9, 61)

 

Entonces ¿eres tú aquel Virgilio, aquella fuente

que expande al hablar tan largo río? (…)

Tú eres mi maestro y mi autor,

tú solo eres aquel de quien tomé

el bello estilo que me ha dado honor. (Inf. 1, 79-87)

 

En el medio del camino de nuestra vida

me reencontré por una selva oscura

pues había perdido la derecha vía.

¡Ay!, ¡qué duro es decir cómo era

esta selva salvaje, áspera y fuerte

pues al repensarla mi miedo se renueva! (Inf. 1, 1-6)

 

Aquel que usurpa en tierra mi lugar,

mi lugar, mi lugar que está vacante

de la presencia del Hijo de Dios,

ha hecho del cementerio mío cloaca

de la sangre y del hedor, por lo cual el perverso

que cayó desde aquí arriba, allá abajo se aplaca.

(Par. 27, 22-27)

 

Por mí se va a la ciudad doliente,

por mí se va al eterno dolor,

por mí se va entre la perdida gente.

Justicia movió a mi alto hacedor;

hízome la divina potestad,

la suma sapiencia y el primer amor.

Antes que yo no hubo cosas creadas

sino eternas, y yo eternamente duro:

dejad toda esperanza, los que entráis. (Inf. 3, 1-9)

 

Avanzamos por la escondida senda (…)

mi maestro y yo tras él. (Inf. 10, 1-3)

 

Cuando estuvimos allí donde el muslo

gira, justo sobre el grueso de la cadera,

el guía, con fatiga y con angustia,

volvió la cabeza hacia donde tenía las zancas

y se agarró al pelo como uno que sube (…)

Levanté la mirada, creyendo que vería

a Lucifer tal como lo había dejado;

y vi que tenía las piernas hacia arriba; (…)

Y él a mí: “Tú te imaginas que estás

aún más allá de este centro, allá donde me agarré

del pelo del gusano reo que orada el mundo. (…)

El guía y yo por aquel camino escondido

entramos para volver al claro mundo;

y sin preocuparnos de tener algún reposo

subimos hacia arriba, él primero y yo segundo,

tanto que yo vi las cosas bellas

que nos aporta el cielo por un agujero redondo;

y por el cual volvimos a ver las estrellas. (Inf. 34, 76-139)

 

Yo creo, por la agudeza que sufrí

del vivo rayo, que me habría

perdido si mis ojos de él se hubieran desviado. (Par. 33, 76-78)

Éste es el principio, ésta es la chispa

que se dilata en llama después vivaz,

y como estrella en cielo en mí centellea. (Par. 24, 145-146)

 

Y él a mí: «Si tú sigues tu estrella,

llegarás sin fallo al glorioso puerto.» (Inf. 15, 55)

 

(…) de modo que el cielo ría

con la belleza de todas sus partes;

así me pasó a mí, después que me proveyó

la dama mía de sus respuestas claras,

y como estrella en el cielo se vio la verdad. (Par. 28, 83-87)

 

Abre los ojos y mira cómo soy yo:

tú has visto cosas, que poderoso

te han hecho para soportar mi risa. (Par. 23, 46-48)

 

Si ahora sonasen todas aquellas lenguas (…)

a una milésima de la verdad

no llegarían, al cantar la santa risa

y cuánto el santo aspecto la clareaba;

y por eso, al configurar el paraíso,

conviene que el sacro poema se lo salte,

como quien encuentra su camino cortado. (Par. 23, 55-63)

 

Mientras yo iba entre tantas primicias

del eterno placer, del todo en suspenso

y deseoso aún de más dicha. (Purg. 29, 31-33)

 

La hermosa mujer abrió los brazos;

me abrazó la cabeza y me sumergió,

así que fue necesario que yo tragase agua. (Purg. 31, 100-102)

 

«mas de esta agua conviene que tú bebas

antes que la gran sed en ti se sacie;

así me dijo el sol de mis ojos.» (Par. 30, 73-75)

 

Si yo tuviese, lector, más espacio

para escribir, yo también cantaría en lo posible

la dulce bebida que nunca me habría saciado;

mas porque están llenos todos los papeles

urdidos para esta cántiga segunda,

no me deja ir más allá el freno del arte. (Purg. 33, 136-141)

 

Regnum caelorum violencia padece

de cálido amor y de viva esperanza,

que vencen a la divina voluntad;

no a la manera en que el hombre derrota al hombre,

sino que la vencen a ella porque quiere ser vencida

y, vencida, vence con su bondad. (Par. 20, 94-99)

 

pues yo veo con certeza, y por eso lo narro,

que llega el tiempo de estrellas ya propincuas,

seguras contra todo tropiezo y todo obstáculo,

cuando un quinientos diez y cinco,

mensajero de Dios, matará a la ladrona

y a ese gigante que con ella delinque.

Y quizás mi narración oscura,

como las de Temis y las de Esfinge, te persuada poco,

porque a su manera obtura el intelecto;

mas en breve los hechos serán las Náyades

que resolverán este enigma fuerte

sin dañar las ovejas ni las cosechas. (Purg. 33, 40-51)

 

Cual geómetra que mucho se fija

para medir el círculo, y no encuentra,

pensando, el principio que él requiere;

así estaba yo ante esta visión nueva,

quería yo ver cómo le conviene

la imagen al círculo y cómo allí se ubica;

mas no eran mis plumas apropiadas,

a pesar de ello mi mente fue golpeada

por un fulgor en el que su deseo se satisfizo.

A la alta fantasía aquí le faltó poder;

mas ya hacía girar mi deseo y voluntad,

así como rueda que igualmente es movida,

el amor que mueve el sol y las otras estrellas. (Par. 33, 133-145)

.