De La Très Sainte Trinosophie, un manuscrito alquímico escrito en francés a finales del s. XVIII, se conserva un único ejemplar en la Biblioteca Municipal de Troyes. Habría pertenecido a la familia del mariscal Masséna, quien lo requisó de la casa del Gran Inquisidor. En el volumen, en una nota aparte, se afirmaba que había pertenecido al Conde Alessandro di Cagliostro, tenido por adepto por muchos, fundador del rito egipcio de la francmasonería de la Haya y muerto en los calabozos de la Inquisición. En efecto, el comienzo de la obra que explica cómo su autor pudo dibujar las ilustraciones que embellecen este tratado a pesar de estar en prisión, parece confirmar esta autoría. Sin embargo, hasta hace pocos años se había venido atribuyendo al Conde de Saint-Germain. Sea como fuere, lo cierto es que ambos hombres se conocieron y se dice que el segundo inició al primero en la Francmasonería.
El texto describe un viaje iniciático que comienza una noche en la que el protagonista descubre un altar situado cerca de un volcán.
El texto, además de ser una admonición a la discreción y a la modestia del adepto, describe un viaje iniciático que, como no podía ser de otro modo, comienza una noche, en la que el protagonista descubre un altar situado cerca de un volcán. Una vez que ha depositado su ofrenda en él, se ve transportado, durante una gran tormenta, a un lugar subterráneo que recorrerá atravesando lagos de aguas profundas y mares de fuego hasta llegar al palacio de la Sabiduría. Durante este viaje mítico encontrará a Zoroastro como guía y contemplará la fijación del volátil representado por un joven Mercurio al que Marte quiere atar a una roca. Hasta que, por fin, el protagonista regresará a la primera sala del palacio de la Sabiduría donde, por medio de la prueba de la multiplicación, comprobará que la obra ha resultado perfecta. Entonces, el autor finaliza su tratado con las siguientes palabras: “Me fueron abiertas las puertas de la inmortalidad, se disipó la nube que cubre los ojos de los mortales, YO VIVO (JE VIS) y los espíritus que presiden los elementos me reconocieron como señor suyo”.
Se ha dicho que además de un tratado de alquimia es un código secreto de magia ritual egipcia, la realidad es que contiene palabras en árabe, caldeo, hebreo, griego, sirio y hieroglíficos e ideogramas de alfabetos mágicos como el del propio Cagliostro, que incluimos al final de las ilustraciones.
Los innumerables símbolos pueden perturbar al lector, por eso apelamos a su intuición para reconocer en las miniaturas algo de su propia vida oculta, tan desconocida en general, como los oscuros símbolos de este manuscrito.