Dos libros de la editorial Atalanta, los números 136 y el 137, se centran en la obra de Johann Wolfgang von Goethe, uno de ellos es «La metamorfosis de las plantas» y el otro, un estudio sobre la visión científica de Goethe. Edición de Raimon Arola.


INFORMACIÓN LIBROS

 

En primer lugar nos referiremos a La metamorfosis de las plantas, un libro difícil de clasificar puesto que, en nuestra opinión, ha sido poco comprendida la incursión de Goethe en el campo científico después de haberse consagrado como poeta y dramaturgo, y, sin embargo, no hay nada de caprichoso en el hecho de que el autor de Fausto se interesara por el método científico y lo desarrollara.

Es importante señalar que en su obra tanto el poeta como el científico se apoyaron en el pensamiento renacentista, y más concretamente en la magia natural, una disciplina que fue clave en el movimiento humanista y que al contrario de la filosofía o el arte de la misma época, ha sido muy poco estudiada posteriormente, quiza por el descrédito que sufre esta ciencia entre nuestros contemporáneos, lo que ha dado como resultado una falta de comprensión total del significado que esta palabra poseía para los sabios renacentistas.

Es importante señalar que en su obra tanto el poeta como el científico se apoyaron en el pensamiento renacentista, y más concretamente en la magia natural.

Es curioso constatar que, al contrario de lo que sucede con el propio Goethe, Fausto, su personaje más famoso, representaría al mago que pretende conocer y dominar el mundo mediante la intervención de la magia oscura, la hechicería, algo que los renacentistas rechazaban categóricamente, mientras que los estudios científicos sobre la naturaleza de Goethe, en cambio, se inspiran inequivocamente en la gran magia llamada también magia natural, aquella que los sabios y artistas del Renacimiento con Pico de la Mirándola a la cabeza, consideraron como el origen del saber universal y perenne. La base de la reflexión de Pico de la Mirándola sobre la magia es la distinción entre la magia falsa y la verdadera. Estas son sus palabras:

«Toda la magia que se usa entre los modernos y que con razón persigue la Iglesia, no tiene base alguna, ningún fundamento, ninguna verdad, porque está en manos de enemigos de la primera verdad, de las potestades de estas tinieblas, que infunden las tinieblas de la falsedad a los intelectos mal dispuestos.»

Y después Pico continuaba afirmando lo siguiente: «La magia natural es lícita y no está prohibida y tiene fundamentos teóricos universales», y añadía: «saca afuera los milagros escondidos en los escondrijos del mundo, en el seno de la naturaleza, en las despensas y arcanos de Dios, como si ella fuera el Artífice; y, a la manera como el labrador junta los olmos con las vides, así el mago casa el Cielo con la Tierra, es decir, lo inferior con las dotes y virtudes de lo superior».

Pico de la Mirandola afirmaba lo siguiente: «La magia natural es lícita y no está prohibida y tiene fundamentos teóricos universales»

La casa del jardín de Goethe en Weimar, que fue durante muchos años su residencia principal, su taller y donde estudió el comportamiento de las plantas,. Grabado de 1777.

 

En el poema introductorio de Goethe a La metamorfosis de las plantas, que reproducimos a continuación, aparece recogida la propuesta de Pico de la Mirándola sobre la magia como sistema de conocimiento, pues sus fundamentos teóricos son universales y muestra «los milagros escondidos en los escondrijos del mundo, en el seno de la naturaleza, en las despensas y arcanos de Dios». La ,magia tal y como la entendían en el Renacimiento, influidos por el neoplatonismo de Proclo, por ejemplo, era la ciencia que conocía el modo de proceder de la creación, sus correspondencias y las fuerzas invisibles que en ella trabajan. Por eso, el mago era el único capaz de percibir los procedimientos de la naturaleza naturante, y no solo sus efectos en la naturaleza exterior o naturaleza naturada. Ver solo lo exterior no permite actuar en lo interior, anticiparse o ayudar a la naturaleza. Quien no sepa las fuerzas que actúan en ella jamás podrá casar el cielo con la tierra o lo inferior con lo superior como el mago preconizado por Pico de la Mirandola.

La ,magia tal y como la entendían en el Renacimiento era la ciencia que conocía el modo de proceder de la creación, sus correspondencias y las fuerzas invisibles que en ella trabajan

En su tratado, Goethe habla de estas fuerzas que habitan en las semillas y que configuran la morfología de la planta, la Urpflanze o planta primordial, unas fuerzas universales que conformarán tanto el mundo vegetal como el sistema planenario que rige en el firmamento. Poder casar el cielo con la tierra o lo inferior con lo superior es el poder del mago pues conoce sus secretos menos evidentes. La Naturaleza solo se descubre a sus amantes y jamás a quienes intentan violarla. Creemos que es en este sentido que Goethe escribe lo siguiente en el poema que abre la obra que estamos presentado y que  resume su pensamiento: «De la semilla sale, en cuanto de la tierra / el fecundo seno alegre a la vida la lanza / y a la magia de la divina luz, siempre viva, al punto /la sutil formación de las hojas en ciernes encomienda».

El poema completo, que es un canto a la naturaleza y a las fuerzas que actúan en ella, dice así:

Te confunde, amada mía, la mezcla infinita

del sinfín de flores que este jardín puebla;

muchos nombres escuchas y el uno, con bárbaros tonos,

dentro de tu oído resuena más que el otro.

Similares sus formas, ninguna a otra asemeja,

aludiendo así todas en coro a una ley secreta,

a un enigma sagrado. ¡Oh, mi querida amada,

si dichoso ahora mismo darte la clave pudiera!

Mira cómo crece, cómo lentamente la planta

guiada paso a paso da sus flores y frutos.

De la semilla sale, en cuanto de la tierra

el fecundo seno alegre a la vida la lanza

y a la magia de la divina luz, siempre viva, al punto

la sutil formación de las hojas en ciernes encomienda.

En la solitaria semilla la fuerza dormitaba, un modelo incipiente,

en sí mismo encerrado, bajo su envoltura yacía,

hoja y raíz y germen, aún informes, incoloros;

callado preserva así el núcleo de una vida silenciosa,

que brota abriéndose paso, en la suave humedad confiando,

y raudo se alza en mitad de la noche que lo circunda.

Mas sencilla se mantiene la forma en que primero aparece,

y se define así de las plantas el retoño.

Poco después con nuevo impulso se alza, sin cesar se renueva,

aumentando nudo tras nudo, esa primera forma,

no siempre la misma, pues la siguiente hoja,

ya ves, con gran variedad se engendra y se forma,

más ancha, con marcas, separada en la punta y en partes

que, deformes, antes en el órgano inferior descansaban.

Y así es como alcanza la perfección primera y bien definida

que en algunas especies te llenó de asombro.

Con sus picos y cantos, en superficies de raíces llenas,

la plenitud de su empuje libre e infinita se muestra.

Pero aquí, con poderosa mano, la formación detiene Natura

y suavemente hacia la perfección la guía.

Con mesura ahora la savia lleva, los vasos estrecha,

y al punto la forma los suaves efectos al descubierto deja.

Disminuye en silencio la fuerza de los bordes que ya apuntan,

y los nervios del tallo formándose van sin más.

Pero aun sin hojas, deprisa el tierno tallo se alza

y una visión maravillosa al que la contempla cautiva.

Alrededor, en círculo, contadas e incontables,

las diminutas hojas junto a sus iguales se colocan.

En torno al eje abigarrado el cáliz oculto se decide

y libera coloridas corolas en su forma más pura.

Natura se explaya en su máxima, en su plena figura,

y, alineados, uno tras otro sus miembros exhibe.

No dejas de asombrarte cuando en el tallo la flor

sobre el delgado armazón de cambiantes hojas se mueve.

Pero ese esplendor es anuncio de creación nueva.

Sí, el colorido pétalo la mano divina siente,

y raudo se repliega; las formas más tiernas

en dos sentidos pugnan, destinadas a unirse.

Confiadas están ahora juntas, las felices parejas,

en tropel en torno al sagrado altar se ordenan.

Himeneo sobre ellas planea y adorables aromas, a raudales,

un dulce olor emanan y a todo a su alrededor dan vida.

Aislados ven ahora la luz infinitos gérmenes,

dichosamente ocultos en el seno de los nuevos frutos.

Y cierra aquí Natura el círculo de fuerzas eternas

aunque uno nuevo raudo al anterior atrapa,

para que la cadena se alargue y alargue por los tiempos

e igual que uno solo, vida reciba el todo.

Vuelve, oh amada, tus ojos a ese enjambre de colores,

que ya no se mueve confuso ante tu mente.

Cada planta las leyes eternas te anuncia ahora,

cada flor conversa más y más alto contigo.

Pero si de la diosa las sagradas letras descifras,

por doquier la verás, con rostro también transformado.

Vacilante se arrastra la oruga, rauda la mariposa vuela,

modélico cambia el hombre incluso la forma prescrita.

Oh, recuerda también cómo del germen de la amistad

poco a poco en nosotros la dulce costumbre fue naciendo,

cómo la amistad con fuerza de nuestro interior salió

y cómo Amor, al fin, a flores y frutos dio la vida.

Piensa qué variedad dio Natura a nuestros sentidos,

ya estas, ya aquellas formas en silencio desplegando.

¡Alégrate del día presente! El sagrado amor

se afana en alcanzar el supremo fruto de idénticas ideas,

de idéntico aspecto de las cosas, para que en armónica contemplación

se una la pareja y encuentre así el mundo supremo.

 

Por último, la cuidada edición de esta obra a cargo de Gordon L. Miller, hace que la consideremos como definitiva, en tanto que las imágenes, en este caso fotografías, recrean el propósito de Goethe desde un principio, pues estaba convencido de que las imágenes debían ser inseparables de las explicaciones.

 

 

La otra obra que complementa a la que acabamos de mencionar es un estudio sobre la visión científica de Goethe realizado por el científico británico Henri Bortoft y titulada  La naturaleza como totalidad. La visión científica de Goethe. En un artículo de David Hernández de la Fuente sobre esta obra, el autor se da cuenta de la influencia platónica que habita en el pensamiento de Goethe y escribe lo siguiente:

«En realidad, [el pensamiento de Goethe] se remonta a la ciencia platónica y la necesidad de encontrar la unidad en lo múltiple, como se ve en los primeros diálogos de Platón y especialmente en el “Menón”, que constituye un punto central de la obra del filósofo –psicología, epistemología, teoría de las formas–, lo que Bortoft llama “la búsqueda del uno sobre muchos”. En el “Menón”, el Sócrates platónico pregunta qué tienen en común todas las virtudes e intenta ir definiendo lo que se llamaría “la unidad en la multiplicidad”. El pasó a través de la Antigüedad tardía, con Plotino y la teoría hipostática, y luego la recepción de Spinoza, que también influyó grandemente en Goethe, va configurando una alternativa teórica del modo de unidad que, sin excluir la diferencia, incluye dentro de sí la diversidad. Así se pasa del concepto antiguo de “unidad en la multiplicidad” al concepto goetheano de “multiplicidad en la unidad”, que es la clave de la ciencia del sabio alemán a la hora de estudiar los organismos vivos, como por ejemplo en la “Urpflanze” o planta primordial.

En realidad, [el pensamiento de Goethe] se remonta a la ciencia platónica y la necesidad de encontrar la unidad en lo múltiple, como se ve en los primeros diálogos de Platón

Varias son las interesantes analogías que usa Bortoft para hacernos comprender por qué hemos de volver a Goethe para entender la totalidad en el mundo natural y, a la par, en el pensamiento. Una es la analogía con el holograma, que contiene dentro de cada parte el todo: cuando se fragmenta una placa de holografía la imagen se mantiene indivisa». (Artículo aparecido el La Razón, el

La magia tal como la propusieron los renacentistas era el saber universal que concebía y conocía el mundo en su totalidad, en tanto que cada parte pertenecía al conjunto y era una manifestación del principio único de esta totalidad. La gran magia renacentista y neoplatónica recogía las realidades diseminadas por sí mismas en la naturaleza, al margen de la sabiduría humana que siempre es una consecuencia y nunca una premisa.

La magia tal como la propusieron los renacentistas era el saber universal que concebía y conocía el mundo en su totalidad

En el pensamiento racionalista se actúa de modo inverso, es decir, es la sabiduría humana la que ordena las partes y, sin ella, no  existen las relaciones. El mundo oculto desaparece y solo se conoce lo que es visible o demostrable, cuando lo que es importante en la naturaleza y en cualquier aspecto de la vida son las fuerzas invisibles que actrúan y que no se pueden ver si no es con un sistema de percepción distinto del empleado por la ciencia actual. Goethe, como gran humanista, descubre lo oculto, no lo presupone, y por eso lo conoce.