Un capítulo de la «Física y metafísica de la pintura» de Louis Cattiaux con un comentario de Raimon Arola. Pinturas de Cattiaux, «El árbol de Navidad» y «El mercurio campestre»

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Texto de Louis Cattiaux titulado “Generaciones”

“Se necesita una gran generosidad de alma para ser el primero en reconocer que una obra desconocida es bella.”

El artista dotado de verdadera personalidad, sólo es comprendido y alentado por los hombres de su generación, las generaciones siguientes le considerarán y honrarán, o bien lo eliminarán brutalmente por haber andado con trucos para complacer a los mediocres de su época.

El artista dotado de verdadera personalidad, sólo es comprendido y alentado por los hombres de su generación,

El artista que permanece fiel a sí mismo no ha de esperar nada de sus mayores, ya sean aficionados, marchantes, críticos, artistas o literatos, ya que la expresión de una época sólo es reconocida por la generación siguiente. Cuanto más lejos vea un artista, menos ayudado será por sus contemporáneos pero más festejado por las generaciones posteriores.

Así pues, si los mayores no vienen a él, que tampoco vaya demasiado hacia ellos; los pocos que están vivos se reconocen con facilidad por la facultad que tienen de amar gratuitamente como a los veinte años.

Los jóvenes que sienten, aman y comprenden a los nuevos maestros carecen de medios reales para alentarles y apenas pueden procurarse algunas reproducciones en color de obras que ya han sido aceptadas. Tendrán que esperar al menos hasta los cuarenta años para poder empezar una colección, gracias a los medios heredados o adquiridos. En ese momento se dirigirán hacia los artistas de su juventud entusiasta, hacia aquellos que habrán sobrevivido a veinte años de abandono.

Cuando envejezcan, permanecerán apegados a su época y sólo ayudarán a los maestros de su tiempo o, lo que es más grave, a los plagiadores impacientes por complacer y vivir fácilmente.

Cuando envejezcan, permanecerán apegados a su época y sólo ayudarán a los maestros de su tiempo

Así es cómo los más mediocres son favorecidos por la gente que tiene poder. Pero el tiempo no se equivoca y devuelve a toda esa gente astuta a los limbos del olvido.

“Tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, era extranjero y no me recogisteis, estaba desnudo y no me vestisteis, enfermo y en prisión y no me visitasteis.” (Mateo 25, 35).

 

 

 

Comentario al texto de Louis Cattiaux por Raimon Arola

Louis Cattiaux plantea un conflicto muy conocido en la dinámica de la historia del arte: el joven creador debe enfrentarse a los valores reconocidos de cada época. Si tiene talento y valor, a la larga será reconocido, obtendrá la gloria y su obra se verá colgada en las paredes de los grandes museos, si no es así, permanecerá desconocido y olvidado. Pero la intención de Cattiaux al tratar de este tema creemos que busca incidir en otro problema, así, si bien utiliza la primera parte del planteamiento, no propone el mismo desenlace, sino que introduce el tema de la renovación espiritual.

Cattiaux no habla sólo de generaciones cronológicas, sino que plantea la existencia de una doble generación, como la de Caín-Esaú, la de Abel-Jacob o, en la tradición griega, Cástor y Pólux. En el epígrafe del capítulo dedicado a este tema escribe que: “se necesita una gran generosidad de alma”, porque los hombres generosos pertenecen a una generación —dos palabras con el mismo origen etimológico— que se opone a los mediocres y satisfechos de sí mismos, representados por los antiguos. El hombre generoso posee una naturaleza distinta, es el hombre nuevo. Cattiaux no pretende explicar los mecanismos de las producciones vanguardistas del siglo veinte, sino que va más lejos y define al verdadero artista, al que bebe en la fuente del arte sagrado, el “dotado de verdadera personalidad”, que “permanece fiel a sí mismo”; esto es, que escucha y oye la voz que le habla en el secreto de su intimidad y que es su verdadero guía. Su corazón generoso está despierto, por ello el artista del que habla Cattiaux es el viviente, que “se reconoce fácilmente gracias a esta facultad que tiene de amar como a los veinte años”.

Cattiaux no habla sólo de generaciones cronológicas, sino que plantea la existencia de una doble generación, como la de Caín-Abel

El artista verdadero es aquel que “sólo es comprendido por los hombres de su misma generación”, y no puede ser de otro modo, el mundo viejo lo rechaza de la misma manera que las tinieblas rechazan la luz. El hombre nuevo, lo es frente al hombre viejo, que no lo comprende ni quiere comprenderlo. La cita del Evangelio según san Mateo que Cattiaux utiliza para cerrar el capítulo se refiere al Juicio final en el que cada individuo ocupará el lugar que le corresponde según el secreto de su corazón. En este juicio, el Hijo del Hombre sentado en el trono de gloria congregará ante su presencia a “todas las gentes y separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos” (25, 31-45). Entonces será cuando los artistas de la nueva generación, aquellos que le dieron de comer cuando tenía hambre, y de beber cuando tenia sed, se levantarán para heredar el Reino prometido.

Y cuando la vieja generación se asombre por su condena el Hijo del hombre responderá: “en verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer a uno de estos pequeñuelos, conmigo dejasteis de hacerlo”. En la hermenéutica cristiana estos “pequeñuelos” simbolizan la nueva generación, los hombres iniciados en el arte divino, que son rehusados y abandonados en este mundo, pero que se volverán gloriosos en el otro.

Lao-Tse escribió lo siguiente respecto a sí mismo: “El mundo no reconoce el Principio que me dirige, por eso no me conocen a mí. Muy pocos me comprenden. Esto hace mi gloria. Me sucede como al sabio que el vulgo conoce mal a causa de su apariencia tosca, aunque en su seno esté lleno de piedras preciosas”. Y Emmanuel d’Hooghvorst en la presentación de una antología de las cartas de Cattiaux, escribió unas palabras que parecen referirse al mismo tema: “La originalidad y la libertad, así como la violencia o, a veces, la dulzura de estas cartas nos desvelan una personalidad poco común: la de un hombre interior, que maduró durante largo tiempo en el aislamiento y la reprobación. De hecho, el hombre interior, al no ser de este mundo, escandaliza cuando quien lo lleva se vuelve transparente. Los mediocres no iban a Cattiaux y Cattiaux no iba a ellos. […] Han pasado treinta años y una nueva generación ha surgido, que sin duda, será más perspicaz que la antigua. Los precursores del temple de un Cattiaux, ven lo lejano y el futuro; en definitiva, su destino es haber sido incomprendidos y rechazados durante su vida, pero alabados y solicitados por las generaciones que les han sucedido”.

El hombre interior, al no ser de este mundo, escandaliza cuando quien lo lleva se vuelve transparente

El propio Cattiaux en su obra El Mensaje reencontrado, escribió lo siguiente: “El santo está solo con Dios en medio de los hombres vulgares, como el mercurio y el oro están unidos entre los desperdicios de la tierra” (3, 72). La comparación entre el santo, es decir, el hombre de la nueva generación y el mercurio alquímico nos parece relevante pues indica que el misterio central de la unión del hombre con Dios y de la transmisión espiritual se puede leer en clave hermética. Sin el mercurio de los alquimistas, no existe en este mundo un lugar donde pueda habitar el oro vivo de los alquimistas, de la misma manera que sin el santo Dios no puede habitar en este mundo.

  

En un grabado emblemático de Johann Daniel Mylius se ve a un hombre solo andando entre montañas, con una mano sostiene un incensario y con la otra se apoya en un bastón, el artista  especifica que se trata de una imagen del mercurio, pues dibuja su signo en la espalda del caminante. A todo ello le añade un lema: “Nadie nace profeta en su tierra”. El mercurio no es escuchado en su tierra, es decir, en la tierra que representa el hombre vulgar. El hombre viejo, o el hombre peludo como Esaú, no reconoce que es él, mercurio, quien permite la transformación de los metales viles en oro, o, dicho de otro modo, quien conduce a los hombres hasta Dios. Se necesita de una nueva generación, de una nueva tierra, para que el mercurio se vuelva palabra u obra.

En el capítulo de la Física y metafísica de la pintura que analizamos, el santo también es considerado por Cattiaux como el artista genial, entendiendo por genio el hombre que ha sido generado de nuevo, jugando otra vez con la coincidencia etimológica.

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