El noble arte de la Alquimia siempre ha arrastrado consigo la sospecha de fraude. En efecto, no se ha podido constatar científicamente que los adeptos de la ciencia hermética dijeran la verdad y que el oro que decían producir fuera realmente el preciado metal. Por este motivo, hasta la aparición de la química moderna, alquimia fue un concepto que andaba casi siempre próximo a la falsificación de metales; todavía en nuestro idioma, de alquimia es sinónimo de una aleación metálica de brillo dorado pero de ínfima calidad, el latón. Incluso mucho después del advenimiento de la química científica que la desacreditó para siempre, la alquimia se ha seguido asociando a otro tipo de falsificaciones, aunque de naturaleza menos sólida, más fantástica, psicológica, simbólica o dudosamente espiritual.
Es por esto que cuando Arisleo, discípulo de Pitágoras y conductor de la Asamblea de los Filósofos (Turba philosophorum), afirma: “La clave de esta Obra es el arte de las monedas (nummorum ars)”,[i] podemos sospechar que en el pasado más de un lector leyó esta declaración con malicia, dando por hecho que el alquimista revelaba aquí su verdadera cara: la del falsario.
En estas líneas vamos a intentar colocar las palabras del maestro Arisleo en su apropiado lugar. Para empezar a reivindicar la honestidad de los viejos alquimistas, debemos decir que la alusión a las monedas procede de cierta incapacidad del traductor de la Turba al latín a partir de un texto árabe, hoy perdido. En efecto, los titubeos tanto en la flexión del término nummus como en su ortografía –en las tres versiones latinas que poseemos de esta obra– nos permiten conjeturar que esas “monedas”, cuya obtención se dice que es el mayor secreto de la Obra [ii] y que en el propio texto suele estar relacionada con la albedo, u obra al blanco [iii] es, en realidad, la traducción de una palabra de la cual el anónimo transmisor sólo parecía conocer un significado parcial.
Sucede lo mismo con la traducción medieval latina de otro gran clásico hermético: El agua plateada y la tierra estrellada de Muhammad ibn Umayl, conocido en occidente como Libro de Senior, o Tabla química de Senior Zadith. En este tratado se comenta un aforismo de Hermes que viene enunciado como: “Sembrad el oro en la tierra blanca plateada”.[iv]
Este segundo traductor ignoraba que waraqi, “plateado”, es un adjetivo derivado de un término que designa “plata” (warq, waraq) y pensó que derivaba de warqa, “hoja, lámina”, una palabra de la misma familia. Por eso tradujo al-ard al-bayda al-waraqiyya como “tierra blanca hojosa” (terra alba foliata). Que el propio título de la obra, El agua estrellada (al-mâ’ al-waraqi) no le hiciese dudar de su elección no es de extrañar, ya que puede que desconociera la importancia de esta expresión. Incluso en un pasaje la traduce como un incomprensible: ¡“agua hojosa”! (aqua foliata).[v] Parece claro que tampoco las tenía todas consigo a la hora de buscar un equivalente en latín.
Una vez dada carta de naturaleza a esta tierra hojosa, laminar, u hojaldrada, y puesto que Senior Zadith es uno de los autores más importantes de la alquimia occidental, la “errónea” traducción recorre la biblioteca de Hermes, de cabo a rabo, encontrándola en numerosos tratados e incluso en diccionarios como el de Ruland y el de Pernety.
La hipótesis es que los errores de ambos traductores anónimos, el de la Turba philosophorum y Liber Senioris, se basan en el desconocimiento del significado preciso -en su contexto alquímico- de una misma palabra árabe, warq o waraq. En el segundo caso, al haberse conservado la versión original la restitución del significado es inmediata: Hermes nos habla bien de una tierra plateada. Para el primero, hay que considerar que, frente a la voz usual fidda para designar la plata, waraq es un término raro, específico, del que uno de sus significados es “plata para acuñar monedas”. Por ello se ha conjeturado que es justamente waraq la palabra que ha sido traducida por numi o nummi.[vi] Así, la expresión de Arisleo deja de parecernos enigmática si convenimos en que “la clave de la Obra es el arte de hacer la plata”, puesto que –como hemos dicho– hay varias menciones en la propia Turba en la cual las “monedas” se relacionan con la obra al blanco, durante la cual la materia de la Piedra filosofal se asemeja al blanco y brillante metal noble. Por ejemplo:
“Sabed, todos los que perseveráis, que no se hace ninguna tintura verdadera si no es de nuestro bronce. Por lo tanto, evitad la pérdida de vuestras almas y de vuestros bienes, ni llenéis vuestros corazones de tristeza. Añadiré, para vuestra confirmación, que, si no volvéis el citado bronce blanco, y lo hagáis que parezca a la vista como monedas (i. e.: nuestra plata, nummos), y luego lo volvéis rojo hasta que se haga la tintura, no hacéis nada”.[vii]
Ahora bien, ¿por qué los viejos alquimistas en lengua árabe escogieron un término tan específico como waraq para designar la materia de la Obra al blanco? La explicación hay que buscarla en sus predecesores que se expresaron en griego. Para estos últimos, cuando durante el proceso de fabricación de la Piedra, ésta pasa por una etapa en la que se convierte en una sustancia blanca de brillo plateado, no la denominan generalmente “plata” (argiros, genitivo de argein, “ser blanco, brillante”) sino asem, que es presentado como un compuesto, una aleación de oro y plata, conocida también como electro (elektron). Es el oro blanco de los joyeros. Al parecer, asem procede del antiguo egipcio “electro”.[viii] La forma hebrea de este nombre, asemon, viene atestiguada en el Talmud de Babilonia con el significado de “lingote de oro, plata o electro”.[ix] Sobre la identificación entre waraq y asem o electro no puede haber ninguna incertidumbre, ya que el Libro de Crates, dice: “Debes saber que cuando hablamos de plata de las monedas (waraq al-nuççata, literalmente: “plata contante y sonante”) no queremos indicar otra cosa que nuestra plata y nuestro oro”.[x]
Notemos que hay un asem o electro natural, presente en los placeres del antiguo río Pactolo (en la actualidad Sart Çayı) que se utilizó en la región de Lidia durante la Antigüedad para acuñar moneda, circunstancia que ha podido influir en el significado de waraq como metal precioso de acuñación monetaria.[xi] A partir de estas correspondencias terminológicas, podemos precisar la enseñanza de Arisleo así: “La clave de esta Obra es el arte de fabricar el electro”.
Ahora bien, habida cuenta la doble naturaleza de este metal, unión de oro y plata, o del Sol y de la Luna, nuestra mirada se traslada de manera natural hacia la denominada Visión de Arisleo. Se trata de un pequeño relato, inconcluso en apariencia, que viene en algunas de las versiones de la Asamblea de los Filósofos. En él se cuenta como Arisleo y sus discípulos viajan a un país lejano con la intención de entregar a su rey, “un grandísimo don”:
“’Nuestro maestro os envía a través nuestro el Arte de engendrar y plantar un árbol del cual, quien coma el fruto, no tendrá nunca hambre’. Y el rey dijo: ‘Vuestro maestro me envía un grandísimo don, si es como decís’. … El rey respondió: ‘¿Qué cosa es?’. Y yo dije: ‘Señor, aunque seas rey y tu país sea muy fértil, utilizáis un mal régimen, porque unís los machos con los machos y sabéis que los machos entre ellos no engendran nada, puesto que toda generación se hace de hombre y de mujer. Mas, cuando los machos se llegan a las hembras, la naturaleza se alegra en su naturaleza. Uniendo las naturalezas con naturalezas extrañas indebidamente y de de otro modo al que conviene, ¿cómo esperáis, pues, obtener fruto ninguno?’”[xii]
El relato prosigue con la unión del Gabritius, hijo del rey, con la doncella Beya. Lejos de pensar que la Visión de Arisleo es un añadido, una larga interpolación incluida casi al final del texto de la Turba, encontramos motivos para pensar que es justo al contrario y que el célebre tratado no es sino un comentario o explicación en términos “químicos” del relato alegórico de la Visión: la fabricación del compuesto a partir de los dos principios opuestos de misma naturaleza, simbolizados en las bodas de los dos jóvenes. Nos gustaría, si Dios quiere, poder razonar en otra ocasión nuestra propuesta de que la Visión es el propio núcleo a partir del cual se desarrolla la primitiva Asamblea de los Filósofos y no un cuerpo extraño a ella. Para inclinar la opinión del lector a esta idea, citaremos un texto que, a nuestro entender, perfila con nitidez la naturaleza del documento original griego, al parecer hoy perdido.
“Teosebia dijo: Ahora cuéntame de cuando Alasardus (¿Arisleo?) dijo: Oh, discípulos. Os prevengo del exceso de fuego en la Obra, puesto que es enemigo del agua, hasta que los dos se hayan reconciliado.
Zósimos respondió: Del mismo modo que el Mesías, la paz sobre él, dijo a aquellos que fueron a poner a prueba su conocimiento mediante la ciencia que tenían, interpelándolos antes de que ellos comenzaran a hablar: Oh, Asamblea de los Sabios. Cuán portentoso es que reconciliéis agua y fuego para que convivan juntos en la Obra”.[xiii]
Para terminar, nos es forzoso recordar que la alquimia es un arte. Es decir, una actividad artificial, humana. Esta es sin duda la razón por la que los antiguos alquimistas han hablado de la fabricación del electro para aludir a “nuestra plata”, una plata forjada, acuñada, muy diferente del metal vulgar de brillo argentino extraído de las minas. Volvamos al Libro de Crates:
“No hablamos aquí de la plata vulgar (waraq al’amma), sino de la plata compuesta por los Filósofos, que es la única a la que llamamos waraq. Si le añadimos el resto del veneno teñirá el oro, que no será [tampoco] un oro vulgar, sino el compuesto que tiñe de rojo y que nosotros llamamos oro”.[xiv]Curiosamente, nuestra plata está relacionada con este proceso artificial, puesto que proviene del bajo latín -hablado en la Península- platta, “hoja, lámina de metal”, significado a su vez derivado de plattus “liso, plano, ancho”.[xv] Ya a partir del siglo X empezó a significar “dinero”, al parecer bajo la influencia del árabe waraq (warq) que, como hemos visto, puede significar tanto el metal plateado como una acuñación hecha con el mismo.[xvi]
Acerca del proceso de realización de este metal único y mágico, es notorio cómo la enseñanza de la verdadera alquimia se muestra invariable a lo largo de las edades. Emmanuel d’Hooghvorst, al comentar el sentido de las “láminas” que componen el Tarot de Marsella, habla de la imagen de un cielo terrestre, firmamento o espejo de oro de la profecía.[xvii] El trabajo de dorado y repujado con el que se confeccionaron los naipes más antiguos sería alusivo a este misterio, relacionado con el versículo del Génesis, que trata del segundo día de la creación: “Y Elohim dijo: que haya un firmamento en el seno de las aguas”.[xviii] La palabra firmamento traduce el hebreo raqy’a, que proviene de la raíz r.q.’ y significa “alisar una lámina martilleándola”. Así pues, este cielo no sería otra cosa que el waraq de los viejos alquimistas orientales. En otro artículo de la misma obra, Hooghvorst precisa que: “…el famoso espejo de los alquimistas, donde el discípulo de la sabiduría contempla y descifra el secreto de la tierra y de los cielos; por último es el electrum de Paracelso, o primer ser de la filosofía”.[xix]
Notemos, de pasada, dos cosas; tanto el probable parentesco entre las dos raíces semíticas en cuestión; r.q.’. “aplanar”; y w.r.q. “ser de ramas abundantes”, ambas con significados comunes de “extender láminas, colorear”, como la semejanza de la forma derivada árabe tawrîq, “hoja o lámina de papel doblado”, con el siciliano taròcco, origen de nuestro tarot.
NOTAS
[i] Turba philosophorum A, Discurso 10.
[ii] Turba philosophorum B, Discurso 22.
[iii] Turba philosophorum A, Discursos 12, 15, 16.
[iv] Ibn Umayl, Agua plateada, p. 231.
[v] Ibn Umayl, ibid, p.223. En la Turba A (Discurso 23) también se habla de volver líquida una moneda.
[vi] Esta sospecha ya fue expresada por Berthelot (Essai, p. 261, n6) y Ruska (Turba, p. 36). Stapleton (p. 183), por su parte, afirma que waraq es un término técnico en los escritos alquímicos.
[vii] Turba A, discurso 9
[viii] Needham; p. 17s; Forbes, p. 155
[ix] Sperber, cit. por Needhan, ibid.
[x] Libro de Crates, p. 54.
[xi] Dozy, Supplement, II, p. 797 (cit. en Ruska, p.36, n4) indica que la voz warq era utilizada en Mesopotamia con el significado de “oro”, más tarde como “oro de acuñación” y, finalmente, tras un cambio significativo, pasaría a ser “dinero de plata”.
[xii] Turbe des philosophes, p. 61.
[xiii] Zósimo, Mushaf, p. 523. Otra versión árabe de la cita contenida en la respuesta de Zósimo está en el Libro de al-Habib p. 100. Ambas proceden de una de las fuentes que maneja el griego Olimpiodoro, p. 102.
[xiv] Libro de Crates, p. 54 (p. 10 texto árabe).
[xv] Esto ha dado plata, en castellano y catalán y prata en portugués, si bien en Cataluña se documenta también en la Alta Edad Media, arient (de argentum).
[xvi] Duval, p. 23s.
[xvii] Hooghvorst, El Hilo de Penélope, p. 229.
[xviii] Génesis, 1, 6.
[xix] Hooghvorst, ibid, p. 111.
FUENTES PRIMARIAS
Asamblea de los Filósofos /Turba philosophorum A.; V. Ruska, Turba, pp. 105-170 (texto latino); pp. 172- 258 (traducción alemana).
Turba philosophorum B, en Artis auriferae quam chemiam vocant, vol. 1, Basilea, 1590, pp. 1-43, (texto latino).
Turba Gallica, La Turbe des philosophes, en Trois traitez de la philosophie naturelle encore non imprimez, París, 1618, pp. 1-65 (texto francés).
CRATES, Libro d; V. Berthelot, Chimie … pp. 1-33 (texto árabe); pp. 44-75 (traducción francesa).
HABIB, Libro de al-; V. Berthelot, Chimie …, pp. 76-115 (traducción francesa).
IBN UMAYL, Muhammad, El Agua plateada y la Tierra estrellada, V, Stapleton et alia, pp. 1-53 (texto árabe correspondiente a la parte conocida en Occidente).
Senioris Zadith, filii Hamuelis Tabula Chimica, en Theatrum Chemicum, vol. V, Estrasburgo, 1622, pp. 219-266 (traducción latina).
OLIMPIODORO, Sobre el arte sagrado; V. Berthelot, Collection, pp. 72-113 (traducción francesa).
ZÓSIMO DE PANÓPOLIS, The Book of Pictures. Mushaf as-suwar, Zurich, 2011 (traducción inglesa).
ESTUDIOS Y REFERENCIAS
BERTHELOT, Marcellin, Essai de transmission de la science antique au moyen âge (La chimie au moyen âge, tome 1), París, 1893-
BERTHELOT, Marcellin (ed.) La chimie au moyen âge, Tome 3 : L’alchimie arabe au moyen âge, París, 1893.
BERTHELOT, Marcellin (ed.) Collection des anciens alchimistes grecs, 2 vols., París, 1888.
DUVAL, Paulette, « La Turba Philosophorum Gallica », en Alchimie Mystique & Traditions Populaires, Cahiers de Fontenay, n° 33, déc. 1983, pp. 9-69.
FORBES, R.J., Metallurgy in Antiquity. A Notebook for Archaeologists and Technologists, Leiden, 1950.
HOOGHVORST, Emmanuel de, El Hilo de Penélope, tomo 1, Tarragona, 2000.
NEEDHAM, Joseph, Science and Civilisation in China, vol.V, part2. Spagyrical Discovery and Invention, Cambrigde, 1974.
RUSKA, Julius, Turba philosophorum, Ein Betrag zur Geschichte der Alchemie, Berlín, 1931.
STAPLETON, I.E.S; TURAB, Ali; HUSAYN, Hidayat, Three Arabic Treatises on Alchemy by Muhammad bin Umail (10th. Century AD), Calcuta, 1933.