En el Parque de los monstruos, llamado también el Bosque sagrado, de Bomarzo, pueden verse una serie de figuras míticas y mitológicas que jalonan un recorrido iniciático que conduce hacia el ser interior de quien lo recorre. Se trata evidentemente de un lugar de la memoria, comenzado a construir en 1550 y dispuesto para despertar el recuerdo de un estado adánico que se dio en illo tempore en el Jardín del Edén, el prototipo de todos los jardines. Al igual que muchos otros parques o jardines renacentistas [1], el Bosque sagrado de Bomarzo aparece como un colosal “teatro de la memoria” en la línea de Giulio Camillo. Por eso hemos escogido imágenes de este lugar para ilustrar el texto, pues se trata de un jardín polimorfo, semejante a un Proteo que reclama ser apresado para confesar sus secretos.
Bomarzo es un jardín polimorfo semejante a un Proteo que reclama ser apresado para confesar sus secretos.
Giulio Camillo (1480- 1544), fue uno de los hombres más conocidos del Renacimiento italiano. Literato, filósofo, maestro de retórica y conocedor de la cábala y la alquimia, concibió un teatro basado en el Arte de la memoria cuya fama se extendió por toda Europa. En la actualidad, este personaje ha vuelto a ser conocido pues se compara su Teatro de la Memoria con el Atlas Mnemosine de Aby Warburg, pues en ambas obras subyace el anhelo de descubrir la fuerza mnemótecnica y, por qué no, mágica y talismánica que habita en determinadas imágenes. [2]
Una de estas imágenes de la memoria, muy importante para Camillo, alude precisamente a Proteo, un personaje mitológico que podríamos calificar de secundario y que, sin embargo y como veremos, ostenta un gran protagonismo en la tradición hermética occidental, desde la Antigüedad griega hasta nuestros días. Proteo, el dios marino hijo de Neptuno y Tetis, representa el sistema gnoseológico del teatro de Camillo: un conjunto de imágenes metamórficas en relación cambiante con otras imágenes para provocar un despertar del recuerdo primordial, el conocimiento de su propio misterio, en quien las contempla.
Tradicionalmente el recuerdo refiere a la huella adámica que yace en el interior del ser humano como en una tumba, o lo que es lo mismo, la scintilla o partícula divina llena de sabiduría que debería brillar en medio de las tinieblas para ser el origen de la regeneración. Pero para que este recuerdo o chispa divina reviva y recuerde cuál es su destino necesita de una ayuda celeste, de la bendición o, según el lenguaje alquímico, de un conocimiento, el de la primera materia, básico para realizar la obra alquímica. Se trata de un misterio que muy pocos conocen y estos pocos lo han guardado en secreto transmitiéndolo solo en parábolas e historias simbólicas en las que, curiosamente, aparece relacionada esta primera materia con Proteo, ‘el anciano del mar’, según lo definió Homero en su Odisea. Imposible no relacionar este anciano, con el Anciano bíblico, el Adán primordial al que nos hemos referido.
Tradicionalmente el recuerdo refiere a la huella adámica que yace en el interior del ser humano como en una tumba
Henrich Khunrath (1560-1605), por ejemplo, en su obra titulada Von hylealischen, Das ist, Pri-Materialischen Catholischen, oder Algemejnem Naturlichen Chaos, editada en 1597, habla de la scintilla, la chispa de la luz de la naturaleza que habita en cada ser y que es universal, relacionándola con mercurio y con Proteo:
“… nuestro católico mercurio, por virtud de su ardiente chispa universal de la luz de la naturaleza es, más allá de toda duda, Proteo, el dios del mar de las antiguas sagas paganas que tiene la llave del mar y …poder sobre todas las cosas.” [3]
Según se explica en la Odisea, Proteo podía predecir el futuro, es decir, conocía el mundo por venir, pero cambiaba de forma para evitar tener que hacerlo, contestando sólo a quien era capaz de capturarlo. De aquí que se le considere el dios de las metamorfosis y las transformaciones.
Eustatio, en su Comentario a la Odisea recogido en una obra extraordinaria traducida y publicada por Hans van Kasteel, [4] afirma que algunos interpretan alegóricamente estas transformaciones tal y como si Proteo representara la “materia primera (protogonos), el receptáculo de todas las formas. No es ninguna de estas formas en acto, pero todas ellas en potencia” Y que es su hija Idotea (eidothea), quien revela a Proteo llevándolo de la potencia al acto: “Representa el movimiento que hace que él se mueva y vaya hacia la forma (eis eidos thein)”.[5] Otro comentarista de la Odisea, Joannes Tzetzes, dice de Idotea que “es un nombre que conviene a los que saben mucho de adivinación” pues podría significar “la que lo sabe todo (como Dios)” o “aquella que sabe las cosas divinas (eiduia theia)”.[6] Por eso, quizá, puede confiarle a Menelao el secreto para capturar al viejo del mar y que éste le cuente lo que debe hacer para volver a su patria original.
Se interpretan alegóricamente estas transformaciones tal y como si Proteo representara la materia primera, el receptáculo de todas las formas.
Otros alquimistas han visto en Proteo la imagen simbólica de su materia, entre ellos Michaël Maiër que en su obra Arcana Arcanissima escribió lo siguiente sobre esta figura: “al igual que otros monstruos marinos inventados por los poetas [Proteo] designa la materia filosófica” [7]. Mientras que en otra de sus obras llamada Symbola aurae mensae duodecim nationum escribe:
“Proteo, este dios cuyo cuerpo adopta formas variadas, a menudo se ve durante el día, cuando el Sol brilla serenamente, cuando al fin se le captura por medio de múltiples procedimientos que revelan arte y genio, confiesa que, confeccionado con igualdad, responde a las preguntas que se le hacen, sin intención de mentir; que conoce lo que es, será y lo que vendrá, pero que no quiere hablar de ello con los locos”[8]
También otro alquimista conocido como Saint Baque de Bufor anagrama de Fabre du Bosquet, autor de la Concordance Mytho-Physico-Cabalo-Hermétique, trató sobre el simbolismo de Proteo con estas palabras:
“Proteo es el hijo de Neptuno o el Océano que designa el mar de los filósofos, Neptuno, esposo de la ninfa Fenice, cuyo nombre quiere decir color púrpura, es decir, cuando el mar de los filósofos se vuelve rojo como el de Moisés… este mar rojo da a luz a Proteo, es decir, la tierra prometida, como Proteo o materia de los sabios, que como dicen Virgilio y Filaleteo, se transforma en toda clase de cosas. De esta transformación es de la que hablan los filósofos cuando llaman a nuestra materia ya sea dragón, león, serpiente, ya sea águila o cuervo, la alusión a estas metamorfosis de Proteo se toma tanto de los diferentes colores que toma la materia como de los cambios que sufre en el curso de las operaciones herméticas.” [9]
Proteo se toma tanto de los diferentes colores que toma la materia como de los cambios que sufre en el curso de las operaciones herméticas.
Dentro de esta tradición se encuentra el monje benedictino francés Dom Pernety, autor entre otras obras de un Dictionnaire Mytho-Hermetique. En su diccionario, Pernety se refiere a Proteo y explica que este dios marino, hijo de Océano y Tetis, guardaba los rebaños de focas de Neptuno y que la gente se dirigía a él para saber el porvenir, pero que era muy difícil hacerle hablar pues se escabullía bajo una multitud de aspectos distintos, a no ser que se le pudiera atrapar y mantener preso, entonces retornaba a su verdadero aspecto y anunciaba las cosas futuras a quienes habían logrado cogerle. Pernety añade que los latinos le dieron el nombre de Vertumno a causa de la variedad de formas y nombres que tomaba. Finalmente este autor se refiere a su significado alquímico y escribe:
“Proteo no es otra cosa que el espíritu universal de la naturaleza, el espíritu ígneo expandido en el aire, el agua lo recibe del aire y lo comunica a la tierra. Se especifica en cada reino de la naturaleza, corporificándose y tomando diversas formas según las matrices donde queda depositado.
Cuando se le sabe atar y apresar, dicen los filósofos, esto es, corporificarlo y fijarlo, puede hacerse con él lo que se quiera; entonces anuncia el porvenir, ya que se presta a las operaciones, por medio de las que podréis producir lo que os proponéis.”[10]
Y aquí se hallaría, quizá, el significado de Proteo como agente de la memoria, pues quien logra atraparlo y hacerle hablar recordará quién es y a, partir de ello, inevitablemente conocerá su destino, es decir, su devenir.
Un autor actual, Emmanuel d’Hooghvorst se refirió a Proteo en sus estudios interpretativos sobre la Odisea, concretamente al pasaje en el que Menelao encuentra a la ninfa Idotea, quien le prestará ayuda para “fijar este espíritu universal, madurarlo y hacerle hablar”. Se trata de una operación alquímica que D’Hooghvorst describe como sigue:
“Cuando este mercurio vulgar es fijado en mercurio fluido se convierte en el de los filósofos y, a modo de espejo transparente revela al discípulo todo lo que desea saber: por ello se supone que habla”.[11]
Cuando este mercurio vulgar es fijado en mercurio fluido se convierte en el de los filósofos y, a modo de espejo transparente revela al discípulo todo lo que desea sabe
Después, D’Hooghvorst afirma que en la narración de la Odisea es “un pequeño tratado de hermetismo para el uso del joven Telémaco”, pues bajo lo maravilloso del relato mitológico, se oculta la enseñanza, “siempre mezclada con trampas para despistar a los profanos”. Vale la pena seguir la completa interpretación alquímica que D’Hooghvorst hace de la Odisea en su Hilo de Penélope, pero aquí solo nos referiremos la conclusión de este episodio que se refiere a la fijación del mercurio cambiante y multiforme, como el ogro de los cuentos, en un espejo mágico que contesta cualquier pregunta de quien lo posee.
Esta fijación, explica D’Hooghvorst, se trata de una empresa imposible de alcanzar sin “una revelación divina, aportada por Idotea”, cuyo nombre significa “semejante a una diosa”. Ella es la que instruye a Menelao sobre como fijar a este “viento ígneo y bendito”, este fuego celeste que cuando llega a la tierra se manifiesta por el color azul de su cabellera. Así pues, una vez se ha logrado la ayuda de una compasiva divinidad, es posible fijar a Proteo en su lugar para que cuente sus secretos, o dicho en términos alquímicos, entonces se manifiesta la primera materia en este mundo y es el momento de cocerla y hacerla hablar.
NOTAS
- [1] Monique Mosser et Philippe Nys (sous la Direction de), Le Jardin, art et lieu de mémoire, Les Editions de l’Imprimeur, Besançon, 1995.
- [2] Corrado Bologna, El teatro de la mente, de Giulio Camillo a Aby Warburg, Siruela, Madrid, 2017
- [3] Von hylealischen, Das ist, Pri-Materialischen Catholischen, oder Algemejnem Naturlichen Chaos, 1597. (citada por Carl Jung, vol.14:50).
- [4] Questions Homériques, Beya, Grez-Doiceau, 2012, p. 603. Se trata de una obra excepcional y casi todas las citas que presentamos proceden de ella.
- [5] Ibídem, pp. 603-604.
- [6] Ibídem, p. 712.
- [7] Ibídem, p. 936.
- [8] Ibídem, p. 942.
- [9] Ibídem, P. 938.
- [10] Ibídem, p. 939
- [11] El hilo de Penélope, t. I, Arola, Tarragona, 2000, pp. 35 a 41.