Presentación
El códice Fejervary-Mayer es un manuscrito mesoamericano del s. XV o principios del XVI. Este códice precolombino perteneció durante muchos años al coleccionista húngaro Gabriel Fejervary y actualmente se encuentra en el museo de Liverpool. Se supone que responde a un encargo petición de los mercaderes que necesitaban un libro en el que de diversas formas se hacía el registro de la cuenta calendárica o adivinatoria de 260 días del año. Estos códices o Tonalámatl eran consultados para conocer los destinos, buenos, malos o indiferentes, propios del día de nacimiento o de aquel en que se debía imponer el nombre o el más adecuado para el matrimonio, etc.
Estos códices adivinatorios eran consultados para conocer los destinos, buenos, malos o indiferentes, propios del día de nacimiento o de aquel en que se debía imponer el nombre…
En la primera imagen, el mundo aparece dividido en cinco partes: las cuatro direcciones alrededor de un centro sagrado que aquí está representado como Xiuhtecuhlti, el dios del fuego. El Oriente es el rumbo de la Luz, por donde sale el Sol, el lugar de Quetzalcoatl. Al poniente aparece el lugar de las esencias femeninas, el lugar a donde van las mujeres muertas en parto, lugar de Xipe Tote, lugar de Mixcoatl. Al norte está el lugar de los muertos, lugar de Mictlantecuhtli y Mictlantecihuatl. Al Sur, el lugar de las espinas, y del gran colibrí, el lugar de donde viene la lluvia, el lugar del silencio.Los últimos dos rumbos son arriba y abajo. Arriba, el dador de la vida, al que se inventa así mismo, de día es el padre sol y de noche la madre luna.Abajo está nuestra madre tierra, la paridora, la de la falda de serpientes, la de la falda de jade.
Las otras imágenes muestran diferentes rituales y sacrificios para obtener la regeneración de la tierra después de las cosechas pues, como explica Mircea Eliade, con ellos se buscaba la regeneración de la fuerza manifestada en las cosechas y se propiciaba el nuevo acto de creación.
Sobre el sacrificio y la regeneración
Respecto al simbolismo del ciclo anual y los rituales de los sacrificios en los pueblos aztecas, Mircea Eliade los relacionó con los ritos de la cosecha del maíz, y escribió lo siguiente:
En cuanto brotaba la planta, se iba a los campos a buscar el dios maíz, esto es, un brote que se llevaba a casa y al que se hacían ofrendas de alimentos exactamente igual que si se tratara de una divinidad. Por la noche se llevaba la planta al templo de la diosa de las subsistencias Chimenecoatl, y en él se reunían las muchachas, que llevaban cada una un haz de siete espigas de maíz de la cosecha anterior envueltas en papel rojo y rociadas con caucho.
El nombre de este haz, chicomotl (“la espiga séptuple”), designaba también a la diosa del maíz. Las mujeres eran de tres edades distintas: niñas, adolescentes y mayores, personificando sin duda de una manera simbólica las etapas del crecimiento del maíz, y llevaban los brazos y las piernas cubiertos de plumas rojas, el color de las divinidades del maíz. Esta ceremonia, cuyo propósito era únicamente honrar a la diosa y bendecir mágicamente la cosecha recién brotada, no necesitaba sacrificio.
Las mujeres eran de tres edades distintas: niñas, adolescentes y mayores, personificando de una manera simbólica las etapas del crecimiento del maíz,
Sin embargo, pasados tres meses se sacrificaba una muchacha que representaba a Xilonen, la diosa del maíz nuevo y setenta días más tarde, al final de la recolección, se sacrificaba a una mujer que representaba a la diosa Toci, “nuestra madre”, la diosa del maíz utilizado y consumido.
En el sacrificio de una víctima humana para la regeneración de la fuerza manifestada en la cosecha se propone la repetición del acto de creación que dio la vida a los granos. El ritual reproduce la creación… Hay que buscar el sentido de los sacrificios en la teoría de la regeneración periódica de las fuerzas sagradas.
Hay que buscar el sentido de los sacrificios en la teoría de la regeneración periódica de las fuerzas sagradas
[Información sobre el Tratado de historia de las religiones de Mircea Eliade]