Artículo sobre la religión y el sistema de creencias de los antiguos mayas a partir de un estudio de la doctora Graciela Nasif. Texto y fotos de Isaura Lohest.

La cosmovisión, este sistema de valores según el cual toda la naturaleza se encuentra integrada, ordenada e interrelacionada y que vincula a los seres humanos con los elementos que los rodean, se halla en el centro de la civilización maya precolombina de Mesoamérica. Para el pueblo maya, todos los elementos de la naturaleza, es decir, todo lo que existe en el universo es animado o tiene vida. Cada ser se complementa y completa a los demás. Así, el cosmos maya está concebido como una estructura dividida en tres niveles que se sobreponen: el Mundo Superior, compuesto de trece cielos; el Nivel Medio, representado por la Montaña Sagrada, que es nivel en el cual vivimos, fuente de sustento de la vida y donde el maíz sagrado fue cultivado como alimento; y el Nivel Inferior, o inframundo, relacionado con el mundo acuático, dividido, al igual que el infierno de Dante, en nueve niveles, donde van los muertos cuando sus vidas se acaban, en compañía de animales nocturnos o peligrosos.

Según cuenta Graciela Nasif [1], el mundo fue creado, destruido y recreado tres veces antes de que se moldeara nuestro mundo. Al final de la tercera creación, el Primer Padre, también llamado Nun-Yal-He o Maíz Revelado, fue asesinado por los Señores del Reino de Xibalbá, el hogar de los muertos, y enterrado en un campo de juego de pelota. Sus hijos gemelos fueron a buscarlo y al encontrarlo, lo rescataron. Así fue como el Primer Padre resucitó, saliendo de la fisura de un caparazón de tortuga, que simboliza el regreso a través del tiempo, a causa de la longevidad de las tortugas.

el mundo fue creado, destruido y recreado tres veces antes de que se moldeara nuestro mundo

Entonces fue cuando el Primer Padre comenzó de nuevo a crear el mundo en el que vivimos. En los mitos mayas se decía que, en los primeros momentos de la creación, el Cielo estaba acostado en la Tierra, de tal manera que la luz no existía. En este lugar, conocido precisamente como Cielo Acostado, los dioses auxiliares, bajo las órdenes del Primer Padre, colocaron las tres piedras fundamentales de la creación, simbolizando de esta manera el sacrificio, la muerte y la resurrección del Primer Padre, las tres etapas de cualquier regeneración o renacimiento.

Después, el Primer Padre alzó el Árbol del Mundo, llamado Wakah-Chan, cuya traducción significa Cielo Elevado. De esta manera, separó el cielo de la tierra, estableciendo el centro de todo lo creado, o el eje del cosmos. Este eje estaba representado por los mayas por una exuberante planta de maíz llena de mazorcas maduras, el alimento de la humanidad. El Árbol del Mundo también se simbolizaba por una ceiba gigantesca, llamada igualmente Primer Árbol Precioso, Árbol del Cielo, o Plataforma del Cielo. La ceiba era un árbol sagrado para los mayas. La altura de este árbol les hizo creer que sus ramas soportaban los cielos, mientras que sus profundas raíces eran los medios de comunicación entre el mundo de los vivos y el inframundo.

Después, cuando el Primer Padre entró en el cielo y lo convirtió en el Cielo Elevado, por oposición al Cielo Acostado, ordenó el mundo en el que vivimos creando las ocho direcciones del cosmos, que se refieren a los cuatro puntos cardinales y a las cuatro esquinas del universo. En cada uno de estos puntos cardinales había un ser celeste, o jaguar llamado Bacab, que cargaba sobre su espalda una porción de cielo para sostenerlo durante toda la eternidad.

en cada uno de estos puntos cardinales había un ser celeste, o jaguar

El centro, donde estaban ubicados el Árbol del Mundo y las tres piedras de la creación, se consideraba como el ombligo del mundo o cordón umbilical -representado por una serpiente que emergía del vientre de Nun-Yal-He, el Primer Padre- con el que la humanidad se conectaba con los dioses y la fuente de la vida. De esta manera, a cada punto cardinal le correspondía un color: el blanco era para el Norte (Mulac), el amarillo para el Sur (Cauac), el negro para el Oeste (Ix), el rojo para el Este (Kan) y en el centro lucía el verde.

El techo de este mundo era conocido como Domo del Cielo o Casa del Norte y hasta allí llegaban las ramas del Árbol de la Creación, la Ceiba Madre. Posteriormente, el Primer Padre aplicó al cielo en el cual se encontraban las constelaciones un movimiento circular. Todo lo que él hacía estaba escrito en las estrellas para que los hombres pudieran leerlo. En total, el cielo estaba compuesto por trece niveles dando hospedaje a los astros y a algunos animales solares.

Los templos mayas se asemejan a las montañas sagradas y las tumbas de los gobernantes eran colocadas en su interior, ya que después de la muerte, servirían como mediadores entre los dioses y el pueblo. Los cuerpos de los muertos eran colocados en unas cavidades de piedra caliza, de donde iniciaban su viaje final. Estas cuevas eran consideradas como un medio de comunicación con el inframundo. Los gobernantes reposaban entre cantidad de ofrendas, que les serían útiles en los diferentes niveles del inframundo, hacia su destino final.

Las imágenes que presentamos pertenecen al complejo de templos mayas de Tikal (o Tik’al según la ortografía maya moderna), es uno de los mayores yacimientos arqueológicos de la civilización maya precolombina. Está situado en el territorio de la República de Guatemala y, además de ser la capital de este estado, fue uno de los reinos más poderosos de la civilización maya. Alcanzó su apogeo durante el periodo clásico, entre el 200 y el 900 d. C. y llegó a ser una de las ciudades más grandes y más pobladas de dicho periodo en el mundo maya. Su localización y diseño fueron concebidos siguiendo el antiguo concepto basado en las tres estructuras básicas del Universo, el inframundo, el mundo medio y la morada de los dioses.

El complejo de templos pudo representar el círculo de la vida misma y sus estructuras están armoniosamente asociadas con la observación del movimiento celeste. De tal modo que sus edificaciones y las sombras que éstas proyectan, estaban tan en relación con las figuras celestes que, al mirarlas, los sacerdotes podían saber en qué época del año se encontraban. Otro ejemplo de la relación entre la arquitectura  y el movimiento celeste es que uno de los tempos del complejo de Tikal, el llamado templo 1 y que consiste en una pirámide funeraria, estaba orientado hacia el oeste, es decir hacia la puesta del sol, y se le consideraba como la puerta al inframundo, coincidiendo con toda la simbología universal en la que la geografía exterior y la interior se reflejan una en la otra como en un inmenso espejo.

[1] http://lialdia.com/2017/04/las-ultimas-moradas-y-el-mito-de-la-creacion-maya/