Presentación del «Sefer Yetzira» una obra clásica de la cábala y de un fragmento alquímico de Thomas Vaughan, en el que este último vincula ambas disciplinas. Edición Lluïsa Vert.

FIGURA 1. Edición del ‘Sefer Yetzira’, Ámsterdam, 1642.

 

Planteamiento

La cábala y la alquimia son dos disciplinas que aparentemente nada tienen que ver, su lenguaje es distinto y sus procedimientos también, sin embargo, desde el siglo XV, cuando se produjo la expulsión del pueblo judío de la península, muchos alquimistas cristianos conocieron y estudiaron los textos cabalísticos, dándose cuenta de la afinidad que unía los dos conocimientos. Los cabalistas no han usado casi nunca el lenguaje químico en sus textos, pero la alquimia se esconde en su búsqueda espiritual, en cambio, grandes alquimistas cristianos a partir del s. XV reconocieron explícitamente la importancia de la cábala para su Obra. Como se dice en la tradición hermética: no existe alquimia sin cábala, ni cábala sin alquimia, en el sentido que la cábala entendida como la recepción del sentido de las Escrituras es necesaria para comenzar la obra alquímica y la alquimia refleja el significado más profundo de la cábala, el final de la obra que proponen las Escrituras.

No existe alquimia sin cábala, ni cábala sin alquimia, en el sentido que la cábala entendida como la recepción del sentido de las Escrituras es necesaria para comenzar la obra alquímica y la alquimia refleja el significado más profundo de la cábala, el final de la obra que proponen las Escrituras.

Entre los alquimistas que estudiaron los textos de la cábala se encuentra Thomas Vaughan, más conocido con el seudónimo de Eugenio Filaleteo. Este personaje, que vivió en Inglaterra a mediados del siglo XVII, fue uno de los más importantes defensores de la entonces recién aparecida orden de la Rosacruz, de tal modo que él fue quien tradujo al inglés sus manifiestos.

Fue el autor de varios tratados alquímicos recogidos en inglés y en francés bajo el título de Obras completas, y en uno de ellos, titulado La magia adámica, Vaughan se refiere, sin nombrarlo, a uno de los textos más estudiados de la cábala, nos referimos al Sefer Yetzira, y lo relaciona con la obra alquímica, dando las claves para ello. Se trata de algo inédito a la vez que interesante y por eso queremos presentarlo aquí.

 

El Sefer Yetzira

Como hemos dicho, uno de los textos más conocidos y estudiados de la tradición cabalística es el Sefer Yetzira, el libro de la formación, un escrito muy breve y enigmático que no supera las 1600 palabras. Aunque la tradición lo ha atribuido a Abraham e incluso a Adán, el Sefer Yetzira habría sido compuesto entre el III y el IV d. C. Los temas principales de los que trata son el conocimiento y la relación de los distintos niveles que conforman el universo y el ser humano. Describe un sistema de correspondencias entre lo más alto y lo más bajo que se expresa por las diez sefirot y las veintidós letras del alefato hebreo.

En el Sefer Yetzira se describe un sistema de correspondencias entre lo más alto y lo más bajo que se expresa por las diez sefirot y las veintidós letras del alefato hebreo.

Ambos conjuntos representan las fuerzas cuya combinación da lugar a todo lo que existe. Las diez sefirot y las veintidós letras forman los treinta y dos senderos de la sabiduría por medio de los cuales Dios creó el universo.

El origen del Sefer Yetzira ha sido explicado míticamente, pues se dice que es el libro que Dios dio a Adán en el Edén cuando lo creó, como aparece escrito en el Génesis: «Este es el sefer (libro o número) de las generaciones de Adán, en el día que Dios creó a Adán…» Se supone que este libro contenía el misterio del nombre de Dios y de las generaciones de la tierra y el cielo. Al ser expulsado del Edén y marchar al exilio, Adán lo perdió, pero, arrepentido, lo volvió a pedir, y finalmente Dios se lo devolvió. Adán lo transmitió a su hijo Set que a su vez lo legó a su posteridad hasta que llegó a Abraham.  Pero Abraham no podía comprenderlo y pidió ayuda a su antepasado Shem, éste accedió y lo estudiaron juntos durante tres años y por fin Abraham lo entendió. Y cuando lo hubo comprendido, Dios se le reveló, hizo de Abraham su amigo y concertó una alianza con él y con su posteridad.

Este libro que Dios dio a Adán y que se identifica con el Sefer Yetzira, trata de su propio misterio, de su creación, de su caída y de su regeneración. Se dice que para comprenderlo se necesitan dos personas, dos sabios:

Y hasta el día de hoy no hay hombre que lo entienda solo, sino que son necesarios dos sabios. Y no lo sabrán antes de tres años y cuando lo entiendan podrán hacer todo lo que sus corazones deseen.

El libro que Dios dio a Adán y que se identifica con el Sefer Yetzira, trata de su propio misterio, de su creación, de su caída y de su regeneración. Se dice que para comprenderlo se necesitan dos personas, dos sabios.

Evidentemente, la necesidad de ser dos se refiere a la bendición o ayuda que el hombre necesita para recobrar la completitud perdida después de su salida del Edén. Es importante recordar siempre que no todo está en el hombre.

El Sefer Yetzirá es el primer escrito conocido que trata de las sefirot. Sefirah, singular de sefirot, proviene de sefer número y también libro. Existen diez sefirot que se ordenan en forma de un árbol cabalístico, Emmanuel d’Hooghvorst explica lo siguiente sobre este árbol:

El Ein sof se sueña a sí mismo y este sueño que se define como una materia muy fluida es su primera emanación, se trata de Keter, corona, que sigue concretizándose hasta Malkut, el reino. Como el ser humano no puede alcanzar el Ein sof, el Santo bendito sea ha hecho un lugar y en él está la existencia del Santo bendito sea.

Este lugar se refiere a Malkut, el reino, la última sefirah, donde la corona: Keter, puede reposar, Se trata del mismo lugar terrible en el que se levantó la escalera de Jacob y por donde los ángeles subían y bajaban, de esta escalera hablará Thomas Vaughan en un sentido totalmente nuevo, añadiendo que se trata del gran misterio de la Escritura.

El Ein sof se sueña a sí mismo y este sueño, que se define como una materia muy fluida, es su primera emanación, se trata de Keter, corona, que sigue concretizándose hasta Malkut, el reino.

El Sefer Yetzirá ha gozado de una veneración sin igual entre los amantes de la cábala por los juegos permutativos que se proponen en él con las veintidós letras y las diez sefirot. Comienza como sigue:

Con treinta y dos senderos secretos de sabiduría grabó (y siguen los distintos nombres de Dios) y creó su mundo con tres sefarim:  sefar, sipur, sefer. Diez sefirot belima y veintidós letras fundamento, tres madres, siete dobles y doce simples”.

FIGURA 2. Los treinta y tres senderos de la sabiduría: las diez sefirot y las veintidós letras hebreas que unen las sefirot.

 

Los treinta y dos senderos de la sabiduría

Treinta y dos es la suma de las diez sefirot y las veintidós letras, divididas en tres letras madres, alef, mem shin que se llaman también los 3 orígenes, pues a partir de ellas se inicia el proceso de la creación como está escrito en el Sefer Yetzira:

De shin, el fuego, del cual se forman los cielos. Del agua, que es mem, nace la tierra y entre esta y shin, está alef, el aliento de la que nace el aire, que está entre el cielo y la tierra”. Estas tres letras, y todas las demás, tienen una correspondencia con el cuerpo humano, a la shin se le asigna la cabeza, el pecho a la alef y el vientre a la mem.

FIGURA 3. Las letras hebreas según la clasificación del Sefer Yetzira: en el círculo interior las tres letras madres, en el segundo, las siete dobles y en el tercero y exterior, las doce simples.

 

Después se refiere a las siete letras dobles, que tienen una doble pronunciación según lleven un punto, daguesh, o no, llamadas también begad cfrat que corresponden a los siete planetas, las seis direcciones y el centro, y a los orificios del cuerpo. Por último, las doce letras simples corresponden a los signos astrológicos, los meses del año, la rosa de los vientos y los órganos del cuerpo.

FIGURA 4. Resumen de las correspondencias de las letras según el Sefer Yetzira.

 

Este texto ha sido objeto de comentarios a lo largo de los siglos, pero quizá los más conocidos sean los de Abraham Abulafia, un cabalista del s. XIII, con una vida extraordinaria, que estudió profundamente el Sefer Yetzira y las combinaciones de las letras y de las sefirot que se proponen en él y creó un sistema de meditación sobre las letras cuya práctica conducían tanto al conocimiento del Nombre secreto de Dios como a la posibilidad de la creación de cualquier otra cosa.

Abraham Abulafia fue un cabalista del s. XIII, que estudió profundamente el Sefer Yetzira y las combinaciones de las letras y de las sefirot que se proponen en él.

El golem una palabra que proviene de gelem, materia, designa un ser material o de arcilla animado por unas letras que en el origen Dios escribió en su frente, estas letras formaban la palabra verdad emet, pero cuando transgredió las órdenes de su creador se borró la última letra de este nombre con lo que se leía era met, muerte. Se trata de una experiencia particularmente sublime del seguidor de esta cábala práctica inmerso en los misterios de las combinaciones de letras, lo que ha dado lugar, quizá, al vínculo que existe entre la cábala y la magia en según qué escritores o estudiosos, aunque Abulafia no estaba en absoluto a favor de la magia vulgar y criticaba duramente a los cabalistas de su generación en la medida en que su sabiduría no se basase en una experiencia individual y secreta y solo buscase efectos exteriores, pues según él, este método de meditación propuesto en el Sefer Yetzira permitía desatar los nudos provocados en el alma por la caída de manera que pudiera percibir algo más que las formas naturales, pero sin que se quedara anegada o cegada por la luz divina. Es decir, era una preparación para la recepción sin peligro de la bendición.

Thomas Vaughan

Pues bien, el Sefer Yetzira, este texto tan propio de la cábala y vinculado con la magia es citado sin nombrarlo en el tratado de Thomas Vaughan que hemos mencionado, publicado en 1650 en Londres y que, como su nombre indica, está dedicado a la Magia, pero entendida como “la sabiduría del Creador revelada y sembrada en su criatura”. Para corroborar su intención, Filaleteo cita una Conclusión de Pico de la Mirandola que dice: “No existe ninguna palabra eficaz en Magia si primeramente no ha sido vivificada por la palabra de Dios”, con lo que se separa radicalmente de la magia natural y mucho más de la magia negra.

El Sefer Yetzira, este texto tan propio de la cábala y vinculado con la magia es citado sin nombrarlo en el tratado de Thomas Vaughan que hemos mencionado, publicado en 1650 en Londres y que, como su nombre indica, está dedicado a la Magia, pero entendida como “la sabiduría del Creador revelada y sembrada en su criatura”.

Es importante diferenciar lo que los auténticos cabalistas y alquimistas entendían por magia, que no sería otra cosa que la unión de lo más alto con la más bajo, es decir del cielo con la tierra, con lo que los practicantes menos aventajados entendían por ella, un poder natural para conseguir sus fines.

En el tratado de la Magia Adámica se recogen las palabras de distintos cabalistas, Moisés, Esdrás, rabí Akiba, Najmanides, Gikatilla, y respecto a esta ciencia, Filaleteo escribe lo siguiente:

La cábala tiene su origen en los Antiguos que se transmitían su conocimiento de boca a oreja, esta es la razón por la que esta ciencia fue denominada cábala, es decir recepción.

Y continúa, ya en relación al Sefer Yetzirá, pero sin nombrarlo nunca:

La cábala se compone de dos partes, el nombre y la cosa -ambas cosas se denominan igual ‘dabar’. La primera parte es puramente simbólica en relación a la segunda, es como la sombra en relación a la sustancia… la cábala literal, que no es más que un velo colocado sobre los secretos de la física, posee tres principios denominados vulgarmente las tres madres, son bajo el aspecto femenino alef, shin, mem y bajo el aspecto masculino alef, mem, shin. Veamos cómo la cábala física explica la cábala literal. El gran Abraham, o según otros, rabí Akiba, dijo: “Las tres madres alef, mem, shin, son el aire, el agua y el fuego, un agua estancada, un fuego que silba y un espíritu medio, en este mundo, las tres madres son el aire, el agua y el fuego. Los cielos han sido creados a partir del fuego, la tierra a partir del agua y el aire ha surgido de un espíritu medio.

Filaleteo añade que cuando los cabalistas hablan de la generación de las Tres Madres, presentan también diez principios secretos que han sido conocidos por poquísimos autores, se refiere evidentemente a las diez sefirot aunque no las nombra. Entonces vuelve a citar otro fragmento del Sefer Yetzira, concretamente la enseñanza octava del primer capítulo en el que se propone que las letras surgen de la primera y segunda sefirot, pero lo hace a su manera y escribe:

un Espíritu que se encuentra en su retiro primitivo, como el agua en sus canales subterráneos antes de brotar. El segundo principio es la Voz de este primer Espíritu que como un manantial surge de la tierra y se muestra a la luz, lo llaman el Espíritu del Espíritu. El tercer principio es un Espíritu que procede tanto del primer Espíritu como de su Voz. El cuarto principio es una cierta agua que proviene del tercer Espíritu y de esta agua salieron el agua y el fuego, pero Dios ha prohibido hablar más de ello, es suficiente con saber el origen de la creación y a quién se debe atribuir.

Es curioso constatar que en el texto de Filaleteo espíritu y elementos se mezclan y se originan unos a otros, materia se convierte en espíritu y viceversa, por eso, quizá, este autor añade:

“Cuando los cabalistas han querido mostrarnos lo que Dios hizo con las Tres Madres, utilizan esta frase –que también es del Sefer Yetzira-: Pesó la alef con el Todo y el Todo con la alef, e hizo lo mismo con las otras Madres. Esto es muy simple si se considera las diferentes combinaciones de los elementos y su proporción secreta, pero no nos extenderemos más sobre el aspecto físico de la cábala, fijémonos en su aspecto metafísico…”.

Es curioso constatar que espíritu y elementos se mezclan y se originan unos a otros, materia se convierte en espíritu y viceversa 

A partir de estas palabras, se refiere al misterio de la Escalera de Jacob por donde subían y bajaban los ángeles que él compara con las naturalezas medias que se elevan y descienden sutilizándose o corporificándose: He aquí sus palabras:

Los cabalistas están de acuerdo con los magos para afirmar que, en los misterios espirituales, el hombre es agente y paciente. He aquí lo que está claro: la Escalera de Jacob es el mayor misterio de la Cábala. Encontramos en ella dos extremos, Jacob al pie de la escalera y Dios en su cima, expandiendo cierto influjo secreto del espíritu sobre Jacob… Los escalones significan ciertas naturalezas medias, por las que Jacob se une a Dios, la naturaleza inferior unida a la superior, en cuanto a los ángeles que suben y bajan, su movimiento indica que no son de una jerarquía superior sino de cierta otra esencia secreta, puesto que primero suben y después bajan.

Y finaliza como sigue: «Es a esto último, lector, a lo que debes vincular tu estudio», pues como dice en otra parte: “La enseñanza de los judíos, es decir la cábala, era química y conducía a verdaderas realizaciones físicas”.