Rabí Simeón dice: ¡Ay del hombre que pretende que la Torá no vino más que para contar simples narraciones, palabras ordinarias! Si así fuese, podríamos actualmente componer una Torá sobre temas vulgares e incluso más excelentes. La Torá contiene en cada una de sus palabras cosas elevadas, secretos supremos.
Ven y ve: Existe el mundo de arriba y el mundo de abajo, que se equilibran. Israel, abajo, corresponde a los ángeles superiores de arriba, de los cuales está escrito: «De los soplos, él hace sus mensajeros» (Salmos 104, 4). Cuando los mensajeros descienden, se visten del vestido de este mundo; si no fuesen revestidos de un vestido parecido a este mundo, no podrían quedarse en él, ni este mundo podría soportarlos. Si es así en cuanto a los mensajeros, cuanto más es respecto a la Torá, la cual creó a los mensajeros y a todos los mundos, que se mantienen por ella.
Puesto que la Torá descendió a este mundo, si no se hubiera revestido de estos vestidos que están en el mundo, es decir, las narraciones y temas vulgares, el mundo no hubiera podido soportarla. Así pues, esta narración, en la Torá, es su vestido. Aquel que piensa que este vestido es la Torá real, y que no hay otra cosa en ella, no tendrá su parte en el mundo por venir. Por eso dijo David: «Desvela mis ojos y yo consideraré las maravillas de tu Torá [es decir, debajo del vestido de la Torá]» (Salmos 119, 18).
Ven y ve: Hay un vestido que está a la vista de todos; son los necios los que, cuando ven un hombre bien vestido, no consideran más que la suntuosidad de su ropaje, y nada más, toman el vestido por el cuerpo del hombre, y su cuerpo por su alma. Es lo mismo en cuanto a la Torá: tiene un cuerpo que son los mandamientos llamados cuerpo de la Torá. Este cuerpo se reviste del ropaje que son las narraciones de este mundo; los necios que están en este mundo no consideran más que el vestido, que es el relato de la Torá, y no conocen nada más; no meditan sobre lo que hay debajo de este vestido. Aquellos que conocen más no consideran el vestido, sino el cuerpo que está dentro de él. Luego están los sabios, servidores del Rey supremo, los que están en la montaña del Sinaí y que contemplan el alma que está en la Torá; es la raíz de todo, la Torá verdadera. En el futuro podrán contemplar el alma del alma que está en la Torá.
¡Ay de los impíos que dicen que la Torá no es más que un relato, y que no ven más que el vestido! Felices los justos que consideran la Torá como es debido. El vino sólo puede guardarse en una jarra, del mismo modo que la Torá sólo puede habitar dentro de este ropaje. Por ello sólo debe considerarse lo que hay bajo esta envoltura.