a) Texto de Jalalud-Din Rumi
Fragmento poético completo procedente del libro cuarto, historia segunda, del Masnavi de Rumi (1),se titula: «Ibrahim bin Adham y su afición por la música». El capítulo está compuesto por diversos poemas y reflexiones sobre la sabiduría de Salomón y la construcción de su Templo.
Apresúrate a renunciar a tu reino, como Ibrahim bin Adham, / Para obtener, como él, el reino de / la eternidad. En la noche ese rey dormía en su trono, / Con sus guardias de estado rodeando su palacio, / Aunque no necesitaba guardias / Que le protegieran de ladrones y vagabundos; / Pues quien es un rey justo lo sabe todo, / Y está a salvo del daño y su mente está en paz. / La justicia es el guardián de sus pasos, / No los guardias con tambores alrededor de su palacio. /
Su intención al tener esta banda de música era ésta: / Recordar a su corazón anhelante la llamada de Dios. / El sollozo de la trompeta y el trueno del tambor / Se asemejan a aquel terrible “trompetazo”. / Por eso dicen los filósofos que hemos aprendido / Nuestras melodías de aquellas de las esferas giratorias. / El canto de las esferas en sus revoluciones / Es lo que los hombres cantan con el laúd y la voz. / El fiel sostiene que las dulces influencias del cielo /
Pueden hacer que las voces más ásperas se vuelvan melodiosas. /Como todos somos miembros de Adán, / Hemos oído estas melodías en el Paraíso; / Aunque la tierra y el agua hayan echado su velo sobre nosotros, / Guardamos vagas reminiscencias de aquellos cantos celestiales. / Pero mientras estamos así envueltos por velos terrenales, / ¿Cómo pueden llegar hasta nosotros esos tonos de las esferas bailando? / Por eso escuchar música es el alimento de los amantes, / Porque les recuerda su primera unión con Dios. / Los sentimientos internos de la mente adquieren fuerza, / Surgen al exterior, bajo la influencia de la música. / El fuego del amor quema con más ardor bajo el estímulo de la música.
(1) El Masnavi. Las enseñanzas de Rumi. Visión Libros, Barcelona, 1984; pp. 212-213. Yalal ad-Din Muhammad Rumi en árabe, también conocido como “Mawlana” o “Nuestro Señor”, fue un célebre poeta místico musulmán y erudito religioso que nació el 30 de septiembre de 1207 (d. C.) en la antigua provincia del Jorasán, en Persia y murió en Konya, Tuquía, un 17 de diciembre de 1273 (d. C.).Después de su muerte, sus seguidores fundaron la orden sufí Mevlevi, también conocidos como los “Derviches Giróvagos”, pues practican una meditación en movimiento llamada “sema” donde los hombres giran sobre si mismos acompañados por flautas y tambores.
♦
b) Glosa de Raimon Arola
En este poema de Rumi se descubre el motivo que le llevó a instaurar las célebres danzas y músicas de los derviches giróvagos, dando a entender, también, la razón por la que los profetas utilizan las formas artísticas. Se dice en el poema: «Por ello dicen los filósofos que hemos aprendido nuestras melodías de aquellas de las esferas giratorias». Son las esferas que constituyen el cosmos (cosmos en griego significa ‘orden’), el movimiento del universo (lo que se mueve en un único sentido), unas esferas puras que siguen la dirección marcada por el Único, y este movimiento es lo que se reproduce en la música y la danza de los derviches. Lo que es abajo es un reflejo de lo de arriba. El macrocosmos y el microcosmos se encuentran en el Arte. Se dice en el poema que «todos hemos oído estas melodías en el Paraíso», antes de la caída de nuestros primeros padres. Cada hombre guarda en el fondo de su ser el recuerdo de la suculenta belleza del Paraíso; los artistas, quizá por gozar de una sensibilidad más desarrollada que el común de los mortales, pueden oír con más intensidad la música de los ángeles. Y, por eso, sus obras cantan, muchas veces sin saberlo, el esplendor perdido.
Cada hombre guarda en el fondo de su ser el recuerdo de la suculenta belleza del Paraíso
Hemos seleccionado el texto de Rumi porque además alude a otra dimensión del misterio de la obra de Arte sagrada que se manifiesta las siguientes estrofas del poema: «El sollozo de la trompeta y el trueno del tambor se asemejan de algún modo a aquel terrible ‘trompetazo'». Con estas palabras Rumi nos describe el sonido secreto del Arte, la voz que surge del corazón del artista. El ‘trompetazo’ es el sonido de la trompeta que sonará en el día del Juicio final. Está escrito en el Corán (6-73): «Es Alá quien ha creado con un fin los cielos y la tierra. El día que dice: ¡Sé!, es. Su palabra es la Verdad. Suyo será el dominio del día en el que se toque la trompeta». El dominio de Dios sobreviene cuando la muerte es vencida y se produce la resurrección de los muertos.
La resurrección, es decir, el despertar completo y total de aquello que estaba dormido que se produce por el toque de la trompeta, por el sonido del Arte perfecto y verdadero. En el antiguo ritual católico de la Misa de los Difuntos se decía: «¡Día de ira, aquél día!, reducirá el mundo a cenizas: testigo David con la Sibila». ¡Cuánto temblor habrá cuando el juez venga a examinarlo todo estrechamente! Una trompeta esparciendo un son maravilloso por los sepulcros de las regiones, los reunirá a todos delante del Trono. La muerte y la naturaleza quedarán estupefactas cuando resuciten las criaturas para responder al juez. por eso, en esta Misa se leía también un episodio recogido en la primera Epístola de San Pablo a los Tesalonicenses que dice: «Porque el mismo Señor, a una orden, a la voz del arcángel, al sonido de la trompeta de Dios, descenderá del cielo y los muertos en Cristo resucitarán primero». (4-16)
La resurrección, es decir, el despertar lo que estaba dormido que se produce por el toque de la trompeta
En la carta del Tarot, llamada del Juicio, está representado este misterio, un ángel, tocando una trompeta dorada resucita a los muertos. Sobre el simbolismo de dicha lámina escribió Emmanuel d’Hooghvorst lo siguiente:
«Esta llamada da curación. He aquí el día de fiesta en el que se renace: un rey que llama a sus amigos y los encanta con su gloria, aquél cuyo reino no era de este mundo. ¡Uno se despierta de un sueño necio mediante este sonido vivo tan esperado, un soplo de dulzura, una buena palabra oída por los muertos!» (El Hilo de Penélope I, Tarragona 2000, p. 243.)
Sin duda, el ‘trompetazo’ del poema de Rumi alude al misterio central de todas las religiones, al Arte en su más alta perfección y verdad. Aunque no pueda concebirse, no hay que renunciar a esta promesa hecha por los artistas y los profetas. El fruto del árbol de vida que nace de la semilla del corazón, corresponde a la voz que despierta a los muertos, es la voz del héroe, la voz del artista, acerca de la cual el sabio Hornero escribió: «Cuando se dejó oír la voz de bronce del héroe a todos se les conturbó el corazón». (Ilíada, 18-219)
Cuando se dejó oír la voz de bronce del héroe a todos se les conturbó el corazón
La música de la banda de músicos de Ibrahim bin Adham se asemeja a esta “voz de bronce”, producto del Arte, que despierta el fundamento del hombre y lo lleva hasta la coronación. Así se comprende el modo en el que el Arte sagrado da vida a su creación y cómo, lo que se describe en el poema de Rumi, no es una metáfora sino una sonora realidad. Cualquier arte que se le asemeje aviva el recuerdo de una realidad que debemos esperar conocer.