Artículo de Juan Garal en el que investiga sobre el significado de un versículo de «El Mensaje Reencontrado» directamente relacionado con dos famosos acrósticos de la tradición alquímica occidental.

 

A Lluïsa Vert

Lo natural y lo sobrenatural están tan íntimamente mezclados que solamente Dios puede separarlos y reunirlos.

El Mensaje Reencontrado [1]

 

El Mensaje Reencontrado, de Louis Cattiaux (1904-1953) contiene aforismos muy curiosos. El siguiente, dividido en dos partes (vv. 58 y 58’ del Libro XXV)  dice, en su versión castellana: Las RAICES del árbol de la vida / son como el TRIO VIL que une el cielo y la tierra [2].

Las RAICES del árbol de la vida / son como el TRIO VIL que une el cielo y la tierra

Un primer examen nos lleva a notar que el autor ha remarcado tres palabras, escribiéndolas con mayúsculas. Enseguida se echa de ver que se trata de una señal, un modo de llamar la atención sobre las mismas. Si consultamos el texto original, leemos: Les RACINES de l’arbre de vie…  Sont comme le TRIO VIL qui unit le ciel et la terre [3] (figura 1).

Figura 1. Versículos manuscritos, 58 y 58’ del libro XXV de El Mensaje Reencontrado

 

He aquí que tenemos que las palabras destacadas son anagramas, y que en la primera puede leerse ARSENIC (‘arsénico’) y en las otras dos VITRIOL (‘vitriolo’). Es decir, el aforismo podría entenderse de la siguiente manera: El arsénico del árbol de la vida es como el vitriolo que une el cielo y la tierra.

El arsénico del árbol de la vida es como el vitriolo que une el cielo y la tierra.

Esta enseñanza forma parte de esos juegos de palabras, pistas sutiles o ciertas bizarreries que contienen los textos herméticos de todas las épocas y que, en concreto, disgustaban un poco a monsieur René Guénon (1886-1951) cuando hizo su reseña de la primera edición de la obra (aparecida en París, en octubre de 1946), señalando que el autor tenía previsto corregirlas con vistas a una futura reedición [4]. Como hemos visto en el presente caso, no fue así.   

Los nombres que se desvelan mediante el juego de los anagramas nos conducen a una terminología química, por lo demás, algo anticuada: el arsénico, no hace referencia al elemento químico del mismo nombre (As), sino a su principal mena, el oropimente (As2S3), que es un trisulfuro de arsénico, utilizado desde la Antigüedad como pigmento amarillo dorado, de donde su nombre: auripigmentum. También, arsénico podía referirse a un mineral más escaso, el rejalgar (As2S4), de color rojo. Ambas son sustancias altamente venenosas.  En cuanto a vitriolo, es una denominación más ambigua. Puede designar el aceite de vidrio, o ácido sulfúrico (H2S04), o bien cualquier de los sulfatos metálicos a partir de los que se fabricaba, cuyo nombre se diferenciaba por el color. Así, el vitriolo azul sería el sulfato de cobre;  el verde, el de hierro, etc.

Sin embargo, Louis Cattiaux era un alquimista, no un químico. La terminología que emplean los Filósofos de Hermes es química solamente en apariencia, es un disfraz. El arsénico vulgar que entra en la composición del matarratas es de color gris o amarillo mientras que el arsénico de los Filósofos se caracteriza por una blanca pureza.  Así que retengamos que arsénico y vitriolo se llaman así porque tienen cierta relación con el azufre, el de los Filósofos, que tampoco es el azufre vulgar, y olvidémonos de los productos de los que trata la Química, ya que no son de nuestro interés.

La terminología que emplean los Filósofos de Hermes es química solamente en apariencia, es un disfraz.

Para no cansar al lector, diremos que el aforismo que estamos comentando alude a la transformación, en el transcurso de la Obra alquímica, de un compuesto inicial vil, el Vitriolo, en una sustancia sobrenatural viva y pura, uno de cuyos nombres es Arsénico. Pernety dirá, por ejemplo, en su célebre Diccionario, que por vitriolo los alquimistas designan la materia inicial de la Obra. Su nombre en latín forma un acróstico (V.I.T.R.I.O.L.V.M,): tomando cada una de las letras como inicial de una palabra, se construye una frase en el que se informa del modo de encontrarla [5]; un poco más adelante volveremos sobre esto. En cuanto al arsénico, es uno de los muchos nombres del Mercurio de los Filósofos, al igual que el de Árbol de la Vida [6].

Es necesario reconocer, sin embargo, que a este nivel el aforismo de El Mensaje no es más que un mero juego, un guiño entre entendidos, que no nos estaría revelando aquí nada que no pueda encontrarse en otro lugar. En muchos otros lugares.

Hay un aspecto llamativo del asunto y es que los nombres que ha elegido Cattiaux como anagramas son palabras muy curiosas. En sus versiones latinas son asimismo, singulares. Pernety se refiere a ello: ARSENICVM  sería el nombre misterioso de la materia de la que se extrae el Mercurio de los Filósofos; pues consta de 9 letras, con 4 vocales y 5 consonantes, dos sílabas díptotas (compuestas por dos letras) y una tríptota (de tres letras) [7]. Pero, aunque esto el buen benedictino no lo menciona, ¡sucede exactamente lo mismo con VITRIOLVM!, que sería, por los mismos motivos, otra forma del nombre misterioso. Como apuntamos, pueden establecerse los mismos paralelismos entre ARSENIC y VITRIOL.  Además, a imagen de lo que ha sucedido con otros alfabetos, como el griego o el hebreo, se puede asignar un valor numérico a las letras de nuestro alfabeto latino. Es una tradición atestiguada desde época romana y que tuvo una gran difusión en el esoterismo europeo a través de los siglos (figura 2).

Figura 2. Tabla de correspondencias entre las letras del alfabeto y su valor numérico (Tratado de geomancia, Biblioteca de la Universidad de Heidelberg, Cod. Pal. germ. 552, 1492, fol. 53).

 

Mediante esta correlación, comprobaremos que ARSENIC, vale 66 y VITRIOL, 99.  La comparación entre ambos valores puede dar lugar a diversos cálculos numerológicos, que dejamos de grado al lector interesado. Nos limitaremos a señalar que las dos cifras tienen una relación gráfica especular, es decir que cada una es la inversa de la otra (66 y 99), lo que nos lleva a recordar el citado acróstico que, según los Filósofos “que contiene toda la Obra”  (figura 3): Visita Interiora Terrae Rectificandoque Invenies Occultum Lapidem, Veram Medicinam.  (“Visita el interior de la tierra y rectificando encontrarás la piedra oculta, verdadera medicina” [8]).

Figura 3. El acróstico del Vitriol en la portada de Salomón Trismosin, La Toyson d’Or, París, 1613.

 

A la vista de los valores numéricos de arsenic y vitriol parecería oportuno modificar el significado de la inicial R del acróstico V.I.T.R.I.O.L. por revertendo, es decir: ‘dando la vuelta’. Si damos la vuelta al TRIO VIL (99) encontraremos las raíces (RACINES: 66) del Árbol de la Vida. En El Mensaje Reencontrado encontraremos otra reformulación de este triple compuesto (en § 2:69’): Dando la vuelta a la tierra REA, descubriremos el AER celeste, que hace la ERA divina. [9]

Si damos la vuelta al TRIO VIL (99) encontraremos las raíces (RACINES: 66) del Árbol de la Vida.

Sin querer profundizar más en estos aspectos particulares del texto, es forzoso reconocer que su autor se tomó muchas molestias para encontrar las palabras adecuadas, y que esto revela necesariamente una intención profunda y precisa, que no se muestra ni en la simple lectura ni en el estudio del texto en una lengua diferente de la original.

En nuestra opinión, el valor de la enseñanza del aforismo radica en que se sitúa en una perspectiva muy determinada de la doctrina hermética. La Piedra de los Sabios se origina a partir de un compuesto triple (denominado vitriolo, entre muchos otros nombres) pero se presenta en un estado adulterado; es un trio vil, que, sin embargo, son como las raíces del Árbol de la Vida. Que esto formaba parte de las meditaciones de nuestro adepto se refleja palmariamente en su obra pictórica, de la que nos limitaremos a presentar dos ejemplos (figuras 4 y 5).

Figura 4. Louis Cattiaux, «El árbol de la vida», c. 1948.

Figura 5. Louis Cattiaux, frontispicio para el Libro II de El Mensaje Reencontrado, «La floresta filosófica».

 

En el primero de ellos, se observa que la raíz del Árbol de la Vida, la Cruz, es triple. El segundo ejemplo es un dibujo – destinado inicialmente como frontispicio del libro segundo de El Mensaje Reencontrado. Recordemos que existe una bellísima versión en pintura de este tema. Aquí vemos una figura formada por tres seres, cuyo origen, o raíz -igualmente triple-, es una calavera. La calavera, o caput mortuum, está asociada en la alquimia al residuo dejado en la primera operación, denominada disolución, o putrefacción. Podemos inferir que, precisamente por eso, Cattiaux se refirió a un trío vil. Tocamos aquí de lleno uno de los misterios sobre los que nos advierten los alquimistas: el de las cenizas. Acerca del residuo de las materias calcinadas, es decir, la ceniza, aquí reside la virtud del Todo [10].

La calavera, o caput mortuum, está asociada en la alquimia al residuo dejado en la primera operación, denominada disolución, o putrefacción. Podemos inferir que, precisamente por eso, Cattiaux se refirió a un trío vil.

También estimamos que la enseñanza del trio vil va más allá, y que tiene un neto valor operativo; en concreto, que la unión de las dos sustancias (léase, el Cielo y la Tierra) no puede realizarse sin el concurso de una tercera. El siguiente pasaje que proponemos no deja de relacionarse con ello. Se trata de un fragmento de los Siete Capítulos, que recoge una enseñanza de Hermes a su hijo Tat:

El hijo preguntó a Hermes: los azufres que convienen a nuestra Obra, ¿son celestes o terrestres?

Hermes respondió: Los hay celestes y los hay terrestres. […]

Después, el hijo le preguntó: ¿Cuál de los dos es más digno de ser el cielo o de ser la tierra?

Hermes respondió: Tienen necesidad el uno del otro, porque las enseñanzas requieren de un medio (mediocre). Es como si dijeras: el Sabio gobierna sobre todos los hombres; pues lo del medio es lo mejor, puesto que toda naturaleza se une mejor a lo que es semejante a ella. Hallamos, en la virtud de la Sabiduría, que las cosas medias se unen entre sí.

Dijo, entonces, el hijo: Padre mío, ¿Cuál de ellos es el medio?

Respondió Hermes: En cada naturaleza hay tres, de dos. El agua es la más útil, en primer lugar, después el aceite (unguentum), y las heces o impurezas que permanecen en el fondo.

 El Dragón habita en cada una de estas cosas: las tinieblas son su casa y la negrura está en ellas […] Haz salir el humo del agua, la negrura del aceite y la muerte de las heces; una vez realizada la disolución, con el don victorioso, esto es, que quienes lo posean, vivirán. Hijo, has de saber que el aceite mediano (unguentum mediocre), que es el fuego, está entre las heces y el agua y es el que busca el agua, que son llamados aceite y azufre, puesto que entre el fuego, el aceite y el azufre hay una gran proximidad…  [11]  

«Haz salir el humo del agua, la negrura del aceite y la muerte de las heces; una vez realizada la disolución, con el don victorioso, esto es, que quienes lo posean, vivirán…»

 En la segunda muestra de la producción artística de Louis Cattiaux hemos visto cómo el ángel (coronado con el signo del mercurio), agua o volátil, domina al tigre, oro (lleva el signo del sol), fijo, fuego o azufre y cómo una serpiente los entrelaza para que se mantengan unidos [12]. Ésta última lleva sobre la cabeza el símbolo alquímico del tártaro, es decir, el depósito o sedimento que queda en el fondo del vaso tras la operación, que Hermes llama heces, aunque otros Filósofos le han dado el nombre de cenizas.

Nuestra modesta pretensión al redactar estas líneas, interesado internauta lector, no ha sido otra que la de reivindicar para El Mensaje reencontrado de Louis Cattiaux el estatus de auténtico texto de alquimia, en el sentido más tradicional del término. Recordemos que Martin Ruland (1532-1602), médico y alquimista de la época clásica  definía este arte como: Alquimia es la separación de lo impuro, de la sustancia más pura [13].

NOTAS

[1]  L. Cattiaux, El Mensaje Reencontrado, o el Día y la Noche de Dios, Herder, Barcelona 2009, § 2: 69 [en adelante, M.R.]

[2]  M.R., § 25: 58.

[3]  L. Cattiaux, Le Message retrouvé ou l’horloge de la nuit et du jour de Dieu, Denoël, París, 1956, pág. 261.

[4] R. Guénon, « À propos du Message Retrouvé », en, Études Traditionnelles, 270, septiembre de 1948.

[5] Dom A. J. Pernety,  Dictionnaire mytho-hermétique, Paris, 1787, s.v. ‘Vitriol’. (Hay traducción castellana: Dom A. J. Pernety,  Diccionario mito-hermético, Índigo, Barcelona, 1993).

[6] Dom A. J. Pernety, Ibid.  s.v. ‘Arbres’.

[7] Dom A. J. Pernety, Ibid.  s.v. ‘Arsenic’.

[8] Dom A. J. Pernety, Ibid, s.v. ‘Vitriol’. Notemos que, si bien Pernety menciona el acróstico en su variante latina V.I.T.R.I.O.L.V.M.., los emblemas gráficos utilizan siempre la forma francesa V.I.T.R.I.O.L.

[9]  Rea, o Rhea, era la antigua diosa de la Tierra, de Roma. AER, es la forma latina de ‘aire’.

[10] Zósimo, Capítulos a Teodoro, 15 (M. Berthelot y Ch. Ruelle, Collection des Anciens Alchimistes Grecs, Paris, 1888, pág, 218 del texto griego) La traducción francesa del pasaje resulta aquí poco acertada.

[11] Hermes Trismegisto, Tractatus aureus de lapidis physici secreto, en Biblioteca Chemica Curiosa, Ginebra, 1702, vol.1, pags. 422s.

[12] Cf. el proverbio chino  qí hǔ nán xià : “Si estás cabalgando el tigre, lo difícil es bajarse”

 [13]  M. Rulandus, Lexicon alchimiae sive Dictionarium alchemisticum, Frankfurt, 1612; s.v. “Alchimia” (p.26) (Traducción castellana : Diccionario de alquimia, MRA, Barcelona, 2001).