Presentación de la obra de Oswald Croll a partir de la tesis del profesor Hiro Hirai sobre las distintas teorías de la materia en el Renacimiento. Artículo de Lluïsa Vert

Oswald Croll (1563 –1609) y Gerard Dorn fueron unos discípulos de Paracelso  que se interesaron preferentemente por la parte filosófica y religiosa de los escritos del maestro, junto a ellos deben mencionarse Petrus Severinus, que trabajó y escribió sobre el aspecto médico y Adam Haselmayer que propuso una nueva religión basada en los escritos no publicados de Paracelso a la que llamó Theophrasia Sancta. De Croll podría decirse que se situó en un justo medio entre los dos últimos.

Croll fue un conocido médico de su época que solo escribió un tratado titulado Basilica chymica, publicado en 1609, el año de su muerte, que después fue traducido a varios idiomas. La obra se compone de varias partes: un extenso prólogo o prefacio donde establece las bases filosóficas de la medicina de Paracelso y donde también explica el significado de las dos luces que aparecen representadas en el grabado de la portada de la edición alemana.

Oswald Croll, «Basilica chymica…», Wellcome Library, London.

 

Si bien su filosofía natural está inspirada por Petrus Severinus, las ideas teológicas de Paracelso adquieren mucha más importancia en la obra de Croll, que presenta una filosofía de la naturaleza profundamente cristiana, con el Verbo de Dios como origen y centro de todo. La obra de Croll está impregnada de filosofía pitagórica, teología cristiana, cábala hebraica, alquimia y también de la magia de Paracelso y se la considera como la mejor introducción a la obra de este último autor, pues lo que Croll denomina química, es idéntico a la alquimia paracelsiana. Ambos términos eran intercambiables en la época, cosa que, un poco más tarde se perderá y la alquimia adquirirá una connotación peyorativa, vinculada a la búsqueda del oro, mientras que la química se convertirá en la ciencia respetada que conocemos en la actualidad.

La obra de Croll está impregnada de filosofía pitagórica, teología cristiana, cábala hebraica, alquimia y también de la magia de Paracelso y se la considera como la mejor introducción a la obra de este último autor

Para adentrarnos en el estudio de la Basílica Química seguiremos casi punto por punto la tesis doctoral de profesor Hiro Hirai publicada en francés por Brepols, en la que se estudia el concepto de la semilla en las teorías de la materia en el Renacimiento. En el capítulo dedicado a Croll, que resumiremos aquí, Hirai profundiza en un aspecto que creemos básico y que se refiere a la relación que existe entre el significado de la semilla en Paracelso y la palabra de Dios, el Verbo divino, que utiliza Croll [1].

Como hemos dicho, la obra de Croll está dividida en varias partes, comienza con un largo y teórico “Prefacio admonitorio”, en el que se mencionan filósofos renacentistas como Pico de la Mirandola o Agrippa de Nettesheim así como a cabalistas hebreos, y lo complementa una parte práctica dedicada a las enfermedades y a sus medicamentos. En la edición alemana aparece además un tratado sobre las signaturas, titulado «De signatura internis rerum», muy conocido, traducido y publicado en varios idiomas,

El estudio de las obras de Dios se apoya según Croll sobre dos luces o dos pilares, por una parte, el teológico que se refiere a las Escrituras leídas a la luz de la gracia y por otra, el filosófico, que se refiere al conocimiento de la luz de la naturaleza. Como ya hemos dicho, ambas luces aparecen representadas en el frontispicio de la edición alemana. La luz de la gracia aparece como un triángulo con el vértice hacia arriba mientras que la luz de la naturaleza como un triángulo con el vértice hacia abajo. En el centro del triángulo que representa la luz de la gracia aparece el Tetragrama de los hebreos, IEOVA, y a su alrededor los tres nombres siguientes: Dios, Hombre, Mesías.

El estudio de las obras de Dios se apoya según Croll sobre dos luces o dos pilares: el teológico que se refiere a las Escrituras leídas a la luz de la gracia y el filosófico, que se refiere al conocimiento de la luz de la naturaleza.

En el triángulo que representa la luz de la naturaleza aparecen escritos tres elementos; fuego, aire y agua, y en su interior los tres componentes del ser humano: el cuerpo mineral, el alma animal y el espíritu vegetal, con las tres ciencias que pueden regenerarlo: la cábala teológica, la alquimia médica y la magia astronómica. En el centro de este último triángulo está escrito el cuarto elemento, la TIERRA ADÁMICA, en correspondencia con el TETRAGRAMA escrito en el centro del triángulo que representa la luz de la gracia, señalando la relación entre la teología, la cábala, la alquimia y la magia. La presencia de estas dos luces es un aspecto básico en la filosofía de Paracelso y en la de sus seguidores.  El frontispicio está limitado por las imágenes de seis adeptos de distintas épocas que han practicado las ciencias que acabamos de mencionar y que van desde Hermes hasta Paracelso.

Además de en la alquimia y en la religión, Croll basa su sistema en la idea de la correspondencia absoluta entre el microcosmos, el hombre, y el macrocosmos, el universo; esta correspondencia es el fundamento de la medicina filosófica. Según el autor, la filosofía natural enseña las propiedades del mundo inferior: tierra y agua, mientras que la astronomía trata del mundo superior: aire y firmamento. La unión de estas dos disciplinas conduce a la medicina perfecta. Del mismo modo, considera al macrocosmo como padre y al microcosmos como hijo, el padre enseña a su hijo las correspondencias cósmicas que no se refieren a las fuerzas exteriores o visibles sino a las interiores o invisibles. El macrocosmos es así como un espejo para el ser humano.

A las cosas naturales las divide en cuatro grupos que corresponden a los cuatro elementos y dice que sus frutos protegen al hombre de un modo medicinal y nutritivo. Al mismo tiempo recoge la idea de Paracelso según la cual, junto con los cuatro elementos, existen tres principios en todo lo creado porque es en ellos que toda cosa se descompone. Estos tres principios son el mercurio o la humedad, el azufre o el aceite y la sal. Croll defiende que cada criatura está generada y preservada por estos tres, y ello desde que la Santísima Trinidad por medio de la palabra FIAT creó todas las cosas: “Dios, dice Croll, mediante el verbo FIAT, produjo la primera materia, que es triple en razón de los tres principios unidos. Seguidamente, estas tres especies fueron separadas en cuatro cuerpos distintos o elementos…”

«Dios mediante el verbo FIAT, produjo la primera materia, que es triple en razón de los tres principios unidos. Seguidamente, estas tres especies fueron separadas en cuatro cuerpos distintos o elementos…”

Aquí aparece un término propiamente alquímico, el de primera materia, que, según Croll, es trina y una porque FIAT, la palabra creadora del Génesis, es trina. Una explicación de esta trinidad sería que en hebreo esta palabra se compone de tres letras y por eso todas las cosas son trinas como ella. Croll afirma también que el hombre fue creado del limo de la tierra únicamente mediante el verbo FIAT y el espíritu eterno, o soplo de vida procedente de Dios, que es limo del cielo. Añade que, así como el espíritu sideral es la vida del cuerpo, el espíritu del Señor es la vida del alma intelectual. Al espíritu sideral lo identifica con la luz de la Naturaleza. Se trata de un cuerpo espiritual, que habita el cuerpo mortal y que vive y opera como la chispa magnética del alma del mundo.

Precisamente este cuerpo sideral es la base de la magia astronómica y Croll lo vincula con la imaginatio paracelsiana, puesto que contiene los astros interiores en los que residen los conocimientos, las ciencias y las facultades del ser humano, por eso no hay nada en el mundo que no haya sido prefigurado por los astros. Estos astros conforman las cosas naturales y gracias a dichas cosas, la virtud de los astros se multiplica.

El cuerpo sideral es la base de la magia astronómica y Croll lo vincula con la imaginatio paracelsiana, puesto que contiene los astros interiores en los que residen los conocimientos, las ciencias y las facultades del ser humano

La imaginatio, que puede producir cuerpos visibles, aunque ella sea invisible, es el origen de todas las operaciones mágicas. Su fuente, dice Croll, es el spiritus sideral y animal que es el mechanicus astral del hombre.  En tanto que quinta esencia del mundo, el ser humano puede imitar el cielo y gobernarlo por la imaginatio. El hombre dotado de la imaginatio es un verdadero “imán” que realiza las operaciones mágicas gracias a su potencia magnética. Croll denomina a estas operaciones magia gabalística, que es como aparece denominada la cábala en muchos de los escritos de la época.

Pero volviendo a la medicina alquímica Croll adopta también el punto de vista cabalístico según el cual todas las cosas fueron producidas a partir de la nada divina o de un punto original e invisible. Dichas cosas fueron pronunciadas por el Verbo, animadas por el spiritus y llevadas al ser en la luz visible. Así, los elementos que conforman los cuerpos extraen su vida del firmamento invisible que a su vez la extrae del mundo inteligible animado por el Verbo de Dios. En este sentido, Croll escribe lo siguiente:

El único medicamento celeste o Verbo divino es el fermento de todos los demás y sin él ninguno es eficaz. Y solo mediante la eficacia de este Verbo en el que se oculta y del que procede toda la fuerza que sobrepasa las acciones naturales, los medicamentos se vuelven poderosos. La cáscara no es el núcleo, como las hierbas no son por sí mismas medicamentos, solo el signo marcado por este Verbo lo es.[2]

Respecto a las medicinas, Croll afirma que, como todo, tienen una doble naturaleza compuesta de núcleo y cortez que se debe eliminar por medio del fuego para liberar lo que está oculto en su interior, la verdadera medicina que contiene los poderes de la tria prima. Croll recurre a Hipócrates y, como él, a este núcleo interior lo llama dynamis, y también: “nuestra vida”, “bálsamo” o “mumia sobrenatural”, un término muy paracelsiano.

Pero, según Croll, la medicina alquímica que cura todas las enfermedades es el Verbo de Dios, que no fue creado por Dios, sino que estaba junto a él en la creación. El Verbo es el fermentum de todos los medicamentos. Gracias él, que es la misericordia encarnada, los doctores pueden curar y también fue así como Jesús hizo sus milagros, el Verbo de Dios es “nuestro pan cotidiano” cuya virtud es la bendición de Dios.

Según Croll, la medicina alquímica que cura todas las enfermedades es el Verbo de Dios, que no fue creado por Dios, sino que estaba junto a él en la creación. El Verbo es el fermentum de todos los medicamentos.

Paracelso, explica Croll, reveló con esto los secretos de la naturaleza y de los milagros de Dios. Dichos secretos y milagros se resumen en el Verbo divino encarnado en las criaturas. Y no debe extrañar esta contundente afirmación de Oswald Croll, pues como explica el estudioso Carlos Gilly [3], Paracelso, en el siglo XVII, había sido promovido al estatus de profeta y añade Gilly:

Aún más, póstumamente se convirtió en fundador de una nueva religión: la religión de las dos luces, la luz de la gracia y la luz de la naturaleza, la cual, como escribió entusiásticamente el paracelsiano Oswald Croll en el famoso prefacio de la Basilica chymica unía «El súmmum de la verdad teológica y la filosófica y la fundación de una religiosidad perfecta a partir del libro de la gracia y el libro de la naturaleza. Y esta religión pronto obtuvo un nombre: theophrastia sancta».[4]

Queremos terminar con las palabras de Gilly pues parece claro que lo que Paracelso y su escuela pretendían no era solo curar los cuerpos enfermos sino también curar y regenerar el compuesto trinitario del hombre, su cuerpo elemental, su alma astral y su espíritu divino y todo ello gracias a la potencia del Verbo encarnado, algo que depués de leer a estos sabios paracelsianos quizá parezca evidente pero que, en cambio, es un secreto que en ocasiones se ha ocultado, en otras fijado en un tiempo determinado y en la modernidad se ha olvidado completamente, pero que, como dice Croll, está vivo y es el origen de cualquier religión.

Notas

[1] Hirai, H. Le concept de semence dans les thèrories de la matière à la Renaissance, Brepols, Bélgica 2005.

[2] Basílica, Prefacio. Citado por Hirai, H., Le concept de semence cit… p. 318

[3] Gilly, C., “Theophrastia sancta Paracelsianism as a religion, in conflict with the established churches” Versión reducida de una aportación en alemán en Analecta Paracelsica. Studien zum Nachleben 17zeophrast von Hohenheims im dentschen Kulturgebiet der frühen Neuzeit, Heidelberger Studien zur Naturkunde der frühen Neuzeit, eds. W.-D. Müller-Jancke y J. Telle, Stuttgart, 1994, 425-88.

[4] Ibídem.