Lectura de una selección de poemas del libro “L’encontre. Poesia i gnosi” de Raimon Arola, recitados por Berta Cabré y Quim Lecina y subtitulados en castellano. Edición de Lluïsa Vert y Germán Regueira.

Versió catalana

 

Comentarios y reseñas 

«Se percibe un anhelo por recurrir a la capacidad sobrecogedora de la palabra poética para adentrarse en el territorio fascinante del misterio, de lo que es sagrado, del pensamiento situado al límite de lo que es meramente racional. Resulta interesante la tensión entre la espiritualidad y la unión con la naturaleza, entre la construcción intelectual y la intuición que la trasciende. Es un libro ciertamente original y que incorpora una perspectiva insólita al hecho poético» Carles Duarte i Montserrat.

El pensamiento situado al límite de lo que es meramente racional.

«La experiencia mística… es la expresión genuina del encuentro. Este encuentro lo podemos denominar de muchas formas, y la poesía es uno de los vehículos más excelentes para ello. Tan excelente que resulta extraño que, en nuestros días, esta experiencia capital haya huido del ámbito de la poesía. En nuestras sociedades secularizadas y tan desacralizadas no es que no exista, pero se ha convertido en modo de expresión no habitual. ¿Tanto nos hemos alejado de nuestra naturaleza espiritual que no sabemos expresarla? Hay que rehacer caminos para reconocerla y devolverle el vigor perdido. En este recuperar caminos, libros como El encuentro, de Raimon Arola, vienen a paliar la ausencia de lo sagrado en la poesía».Teresa Costa-Gramunt.

 

Imágenes de la presentación en la Librería «La Central», el 18 de setiembre de 2018, con Teresa Costa-Gramunt y Raimon Arola.

 

Presentación de «L’encontre. Poesia i gnosi».

Una de las leyendas más conocidas entre todas las que se refieren a la expulsión de Adán y Eva del Paraíso la encontramos en la tradición islámica, cuando explica que nuestros primeros padres fueron arrojados desde el cielo a la tierra. Adán cayó en las montañas del Himalaya, mientras que Eva cayó en el monte Arafat, cerca de la Meca, donde el profeta Mahoma dio su último sermón, por eso este lugar tiene un papel tan importante en la peregrinación anual de los musulmanes. La leyenda continúa explicando que Adán, con el paso del tiempo, se convirtió al Islam y cumplió la peregrinación a la Meca. Allá se encontró con Eva y se volvieron a unir.
Así, después de la terrible separación, se produjo el encuentro por medio del cual fueron perdonados. Parece evidente que esta leyenda alude a un misterio que nos concierne directamente, pues el encuentro de las partes separadas es una realidad que todos tenemos que realizar. Quizás no haya que ir hasta el monte Arafat, pero sí a un lugar santo donde nos espera la parte que hemos perdido y que tenemos que reencontrar.
Según la exégesis tradicional, Adán y Eva simbolizan las dos partes del ser humano completo. Él, la parte fija y terrestre oculta en el interior de cada ser, mientras que ella representa la parte volátil y celestial. Recordemos que en el Génesis se dice que el primer ser humano fue creado macho y hembra a la vez, así como a imagen y semejanza del Creador. Según explica una exégesis rabínica, en la separación o la caída, la semejanza divina, que es la parte representada por Eva y que es luminosa y celestial, se separó y permaneció fuera del hombre, mientras que la imagen, también divina, personificada por Adán, permaneció oculta y oscurecida en su interior.
El encuentro de Adán y Eva, o de la imagen y la semejanza, es el símbolo verdadero (del griego symballo, ‘poner junto’, ‘unir’) pues reúne aquello separado que en el origen fue creado para estar unido. No hace falta insistir en que todo esto tiene poco que ver con las formas religiosas, pero sí con la búsqueda espiritual del ser humano.

El encuentro de Adán y Eva es el símbolo verdadero.

Las imágenes que acompañan a los textos de este libro ilustran el sentido del símbolo o de la reunión: primero, la unidad, la hoja entera; segundo, el desgarro y el proceso de separación; tercero, el proceso de reunión de las dos partes separadas: el encuentro.


Está escrito en El mensaje reencontrado de Louis Cattiaux: “El hombre sin la mujer es como una piedra en el fondo desecado de un torren­te, y la mujer sin el hombre es como una nube extraviada sobre el mar. ¿Quién hará la unión de los con­trarios por medio de lo semejante?” En este encuentro, en esta unión de los contrarios es donde reside el auténtico conocimiento, la gnosis tan buscada por los antiguos, y que respondía a la imprecación inscrita en el pronaos del templo de Apolo, en Delfos: “Conócete a ti mismo”.

¿Quién hará la unión de los contrarios por medio de lo semejante?

Sorprende la actitud del hombre contemporáneo que no acaba de aceptar la existencia de un conocimiento que emane de la experiencia interior, es decir, de la intuición, del amor y de la memoria profunda; y tampoco que este conocimiento pueda considerarse tan válido como los aprendizajes exteriores y empíricos. Podría añadirse, sin embargo, que el margen de extrañeza es verdaderamente escaso en este mundo convulso de principios del s. XXI.

En las tradiciones griega y cristiana, el conocimiento interior –en ningún caso subjetivo-, que es el anhelo que subyace en el origen de estos poemas, ha sido reconocido y denominado con una palabra de origen griego, gnosis. Es cierto que, en determinados periodos, la gnosis se ha considerado una propuesta herética, pero al margen de la historia es importante recordar lo que esta palabra define intrínsecamente: la búsqueda trascendente como una ciencia, es decir, como una manera de conocer y ser consciente de ello.

El lenguaje humano es consubstancial a la gnosis, ya que de él surge la consciencia. Sin embargo, la clase de discurso que desde hace unos siglos se ha erigido como el propio del conocimiento no sirve para desarrollar la gnosis. Los lenguajes técnicos tienen, en principio, otras funciones. La poesía, en cambio, me parece la forma más apropiada para manifestar la gnosis y para reunir campos de conocimiento actualmente separados. Así pues, se trata de la búsqueda de una sabiduría que aparece muchas veces después o tras la experiencia artística, ya sea mediante la poesía, los mitos, o cualquier otra forma de arte. El misterio del hombre es el misterio de la palabra. Así lo explica un verso de Paul Valéry: “Honor de los hombres, santo Lenguaje, discurso profético y engalanado, bellas cadenas donde se aventura el dios en la carne extraviado…”. Raimon Arola

 

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