Presentación de la nueva edición de Sans Soleil Ediciones del Tarot de Mantegna, una verdadera joya visual y filosófica puesto que el orden y la combinación de las cartas permite hablar de la unión de un mundo interior y oculto con otro exterior y visible. Edición Lluïsa Vert.


Prólogo de Marta Piñol

El presente libro… se adentra en el estudio del Tarot de Mantegna desde una perspectiva muy generosa. Y es así porque, realmente, analizar estas cartas es un ejercicio no sólo de una gran complejidad, sino que también se ramifica de manera muy notable y puede implicar múltiples enfoques que ya tendrían relevancia en su individualidad: podríamos estudiar únicamente el germen de este Tarot en el sí de la filosofía neoplatónica, en la fascinación renacentista por la prisca theologia, en el origen de las láminas, las dos versiones del Tarot de Mantegna, su distinta estructura con respecto al Tarot de los Visconti-Sforza y otros posteriores como el Tarot de Marsella, sus conexiones con la Antigüedad a partir del estudio de los Triunfos, el valor simbólico de las láminas, su composición y orden jerárquico, las cinco series que lo componen y sus correspondencias, el sistema de lectura o la iconografía y significado de cada lámina. Sin embargo, contemplarlos todos, unos a la luz de los otros, resultaría sin duda mucho más enriquecedor en tanto que nos permitiría conocer, con todas las herramientas necesarias, este tarocchi. Y justo aquí radica la virtud de este libro: considera todos y cada uno de estos aspectos, y no lo hace de manera aislada, sino interconectándolos, pues sólo así puede advertirse plenamente la riqueza visual, conceptual y simbólica de este Tarot. Además, parte de un sólido conocimiento de múltiples fuentes primarias y secundarias, que el autor articula en todo momento con gran precisión, y le permite al lector tener todas esas referencias para acudir a ellas si lo estima oportuno, y así seguir indagando en las procelosas aguas de la filosofía perenne y en las atrayentes veredas de la iconografía moderna…

Justo aquí radica la virtud de este libro: considera todos y cada uno de estos aspectos, y no lo hace de manera aislada, sino interconectándolos, pues sólo así puede advertirse plenamente la riqueza visual, conceptual y simbólica de este Tarot

 

El índice

PRÓLOGO / PRESENTACIÓN. La filosofía neoplatónica / La magia natural / El origen de las láminas del Tarot de Mantegna / Las cartas del Tarot / Láminas simbólicas / La composición / Las cinco series / Las correspondencias entre las series / El sistema de lectura. / LAMINAS / LA ESCALERA SIMBÓLICA

 

Fragmento de la introducción

Los grabados del Tarot de Mantegna forman un libro mudo cuya significación se diluye para el hombre actual. Nacidos para el conocimiento, la espiritualidad y la profecía, estos grabados en la actualidad son considerados y estudiados básicamente como obras de arte y, en algunos casos como cierta historia de los tarots ocultistas, como veremos. Para intentar recuperar su sentido es necesario indagar en la mentalidad de sus creadores, procurando sumergirse en ella y participar de sus ilusiones y creencias. Analizados desde el exterior, estos bellos grabados quedarán inevitablemente mudos, resecados por el paso de los años.

Los cincuenta grabados que constituyen el Tarot de Mantegna son fruto de un momento histórico de gran trascendencia para la evolución del arte occidental; corresponden al impulso definitivo del Renacimiento italiano, que variará los comportamientos artísticos, filosóficos y científicos del mundo medieval, creando las bases del mundo moderno. Pintores como Botticelli, Della Francesca, Uccello, Bellini, trabajaban contemporáneamente con el anónimo creador de nuestro Tarot. También se hallaba entre ellos Andrea Mantegna, perteneciente a la escuela de Padua, el gran grabador italiano de la época, motivo por el cual las láminas del Tarot le fueron atribuidas.

Los cincuenta grabados que constituyen el Tarot de Mantegna son fruto de un momento histórico de gran trascendencia para la evolución del arte occidental; corresponden al impulso definitivo del Renacimiento italiano

Han estudiado preferentemente este período los profesores del Instituto Warburg, entre los que destacamos a Erwin Panofsky y a Ernst H. Gombrich,[1] quienes han demostrado cómo la relación entre las creaciones artísticas de aquel momento histórico y el pensamiento filosófico-religioso era tan estrecha que no se podía concebir una sin la otra. Gracias a sus trabajos se ha podido localizar el núcleo que de­finió la tendencia del pensamiento que tuvo su inicio a mediados del siglo XV bajo el pontificado de Nicolás V, el primer papa humanista, y los cardenales de su entorno, principalmente Nicolás de Cusa y Bessarion, quienes organizaron las primeras Academias. Este movimiento humanista culminó, según Panofsky, en:

la «Academia Platónica» de Florencia, un grupo selecto de hombres reunidos por mutua amistad, un gusto común por el ingenio y la cultura humana, una veneración casi religiosa hacia Platón y una exaltada admiración por un sabio bondadoso y amable: Marsilio Ficino (1433-1499).[2]

En torno a Ficino se reunía un grupo de pensadores que quería recuperar el saber y el arte de la Antigüedad. Intentaron emular la Academia ateniense en una pequeña villa, situada a pocos kilómetros de Florencia, llamada villa Ca­reggi, un regalo de Lorenzo de Médicis a Ficino por sus traducciones latinas de textos griegos, especialmente de Platón y sus seguidores, y de las obras de Hermes Trismegisto.

En torno a Ficino se reunía un grupo de pensadores que quería recuperar el saber y el arte de la Antigüedad… especialmente de Platón y sus seguidores, y de las obras de Hermes Trismegisto

Pero esta academia comenzó antes del esplendor florentino, en el Veneto; Walter J. Hanegraaff lo expone con detalle.[3] A finales de 1437 una delegación del emperador bizantino del patriarca ortodoxo fueron invitados a participar en un concilio en Italia para reflexionar sobre una posible reunión de las Iglesias orientales y occidentales. A su llegada a Venecia les ofrecieron una fastuosa recepción y después viajaron por tierra para encontrarse con el Papa en Ferrara, a donde llegaron en marzo de 1438. Después fueron a Florencia. Una notable personalidad en la delegación del emperador bizantino fue el filósofo Georgios Gemistos, que se hizo llamar Plethon, quien había mantenido viva la tradición griega clásica en Bizancio durante la edad media europea. Comenta Hanegraaff que la impresión causada por Plethon entre los círculos humanistas de Florencia fue legendaria:

Cuando hubo la maravillosa reunión de los sabios y eminentes hombres de occidente y tuvo lugar el gran debate sobre las doctrinas de la Iglesia, es imposible describir la admiración que sintieron por la sabiduría de este hombre, su virtud, su poder de argumentación resplandecía en medio de ellos con más brillo que el sol. Lo consideraron un maestro común, un común benefactor de la humanidad, un común orgullo de la naturaleza. Lo llamaban Platón, Sócrates porque no era inferior a ellos dos en sabiduría, y todo el mundo estaba de acuerdo.[4]

Durante esta época se realizó el Tarot de Mantegna pero parta explicarlo recurriremos a la Academia platónica de Florencia, pues allí floreció la semilla que Plethon había sembrado.

Volvamos pues a Ficino. El eje del pensamiento de Ficino se centra en el alma del hombre, que, como el resto del Universo, se mueve por la fuerza del Amor entre dos extremos: el superior, el Bien, y el inferior, la Belleza. El alma encerrada en el cuerpo mortal sólo tiene acceso a la Belleza, que es algo limitado y concreto, y nunca al Bien, que es abstracto e ilimitado, y es propio del Creador. Para llegar al Bien, al hombre le es imperiosamente necesario pasar por la armonización de su alma particular con la Belleza tangible. Sin la Belleza no hay posibilidad de aproximarse al Creador.

El eje del pensamiento de Ficino se centra en el alma del hombre, que, como el resto del Universo, se mueve por la fuerza del Amor entre dos extremos: el superior, el Bien, y el inferior, la Belleza

Este rápido resumen nos permite entrever la importancia de las creaciones artísticas en el pensamiento de Ficino y, a partir de él, en los artistas del primer Renacimiento.

De entre los documentos de Ficino que han llegado a nuestros días, destacamos su disertación sobre El banquete de Platón, cuyo título es De Amore. Merece la pena releer el «Proemio», un ejemplo extraordinario de literatura que permite acercarnos a aquel ambiente. Escribe Ficino:

Platón, padre de los filósofos, cumplidos ya los ochenta y un años, el siete de noviembre, día de su aniversario, murió al final del banquete al que había asistido. Este banquete, que celebra a su vez su nacimiento y su muerte, lo renovaban cada año todos los antiguos platónicos hasta los tiempos de Plotino y de Porfirio. Pero después de Porfirio y durante mil doscientos años estas solemnes celebraciones se perdieron. Por fin, en nuestros tiempos, el famoso Lorenzo de Médicis, queriendo reinstaurar el banquete platónico, designó como anfitrión a Francesco Bandino. Y así, el siete de noviembre [de 1469] Bandino, con magnificencia real, recibió en la villa Careggi a nueve invitados platónicos […] para que se completase el número de las Musas.[5]

Lo que más llama la atención en este «Proemio» es la voluntad de Ficino de vincularse a lo que él llama los antiguos platónicos. En muchas ocasiones se argumenta en contra de la importancia de Ficino dentro de la historia de la Filosofía, su falta de originalidad, lo que no deja de ser paradójico, pues su voluntad estaba básicamente centrada en reinstaurar un sistema de pensamiento perdido. Él y sus amigos se consideraban los herederos de una cadena tradicional que anudaba las filosofías de todas las épocas, integrándose en una sabiduría nacida in illo tempore, de la cual Platón fue el gran recopilador…

Se argumenta en contra de la importancia de Ficino dentro de la historia de la Filosofía, su falta de originalidad, lo que no deja de ser paradójico, pues su voluntad estaba básicamente centrada en reinstaurar un sistema de pensamiento perdido

 

Lectura de la carta de la Luna

(A modo de ejemplo de la lectura de las 50 cartas)

Con la Luna empieza la serie de láminas que representan los siete planetas y las tres esferas del cielo, y que son los motores de los principios que hasta ahora hemos visto. La Luna es el planeta que más cerca está de la tierra, y por ello es la primera lámina de la serie. Toma su nombre de una derivación de la palabra «luz» (en latín, lux), pues recibe la luz del sol, reflejándola como un espejo, por lo cual se la representa como una mujer. Así lo explica Agrippa: «Oficiando de mujer para con todas las estrellas […] se extienden sobre ella como receptora última, que al punto comunica el influjo de todos los elementos superiores a los inferiores, volcándolos sobre la tierra.»[6]

La Luna domina principalmente sobre todo lo que es húmedo; por ello se la representa corriendo sobre un río. Según Ripa, la luz de la Luna es húmeda, por lo que «ha de entenderse por dicha luz la humedad que conlleva, prestando sus favores a las plantas que sobre la tierra germinan, y ayudando con la humedad al crecimiento de las raíces inferiores».[7]

La Luna domina principalmente sobre todo lo que es húmedo; por ello se la representa corriendo sobre un río

La figura femenina que sostiene a la Luna y que la representa, va sobre un carro de dos ruedas tirado por dos caballos, que según Ripa son «uno blanco y otro negro, simbolizando así que la Luna cumple su curso tanto de día como de noche».[8] Curiosamente, Pernety, al proponer una lectura alquímica de la Luna, afirma: «La Luna hermética es de dos tipos. La primera es su agua mercurial, madre y principio de las cosas […]. De esta Luna se forma la otra, es la misma agua mercurial reunida con su azufre, que llega al color blanco después de haber pasado por el negro o putrefacción.»[9]

 

El libro de Sans Soleil Ediciones

 

NOTAS

[1] E. Panofsky, «El movimiento neoplatónico en Florencia y el norte de Italia», en Estudios sobre iconología, Madrid, Alianza Editorial, 1992, pp. 189-238; E. H. Gombrich, «Las mitologías de Botticelli: Estudio sobre el simbolismo neoplatónico de su círculo», en Imágenes simbólicas, Madrid, Alianza Editorial, 1983, pp. 63-132.

[2] Idem, p. 189.

[3] W. J. Hanegraaff, Esotericism and the Academy: Rejected Knowledge In Western Culture, Cambridge University Press, Cambridge 2012, pp. 28-29.

[4] Citado W. J. Hanegraaff, idém, p. 29.

[5] De Amore. Comentario a «El banquete» de Platón, Madrid, Tecnos, 1986, p. 5.

[6] La Filosofía oculta, cit., p. 206.

[7] Iconología, cit., vol. I, p. 165.

[8] Ibid.

[9] Diccionario mito-hermético, cit., voz «Luna».

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