Texto revisado de la conferencia de Raimon Arola dictada en “IIème colloque convivencia” en Toulouse, 2012, en la que, a partir de la cábala cristiana renacentista, se expone que Jesús es uno de los nombres del Mesías.

 

Dentro del judaísmo tardomedieval existieron dos tendencias muy definidas: la talmudista y la cabalística. La primera se podría considerar ortodoxa y celosa del cumplimiento de los mandamientos preescritos en la Torá y el Talmud, mientras que la segunda se interesaba mucho más por los secretos ocultos tras la letra de la Torá. Es importante tener en cuenta esta división pues en ella se encuentra la base de la convivencia entre judíos y cristianos y una convivencia paradójicamente se debe precisamente al punto de fricción entre ambas tendencias o escuelas, pues los talmudistas acusaban a los cabalistas de “cristianizar”. Algo inevitable puesto que los secretos más profundos de la Torá solamente pueden ser conocidos por la generación mesiánica. Recordemos que “mesiánico” es un término hebreo que en griego significaba “cristiano”, es decir, “ungido”. Así pues, desde el punto de vista esotérico, los cabalistas sin duda “cristianizaban”, aunque poco tuvieran que ver con las formas exotéricas del cristianismo preconizado por la Iglesia.

Los cabalistas sin duda “cristianizaban”, aunque poco tuvieran que ver con las formas exotéricas del cristianismo preconizado por la Iglesia.

Durante el Renacimiento, algunos cristianos utilizaron la tradición secreta de la cábala judía para validar la verdad de Jesucristo, o lo que es lo mismo, para comprender el alcance de la propuesta: “Jesus (de Nazaret) es el Mesías”. Sin embargo, la Iglesia romana no aceptó sus postulados, al igual que antes había sucedido con los maestros judíos desautorizados por su ortodoxia, pero las tesis de aquellos hombres crearon los fundamentos de la tradición hermética del cristianismo moderno y sirvieron de punto de apoyo para el diálogo profundo entre las distintas tradiciones.

Uno de aquellos humanistas renacentistas fue Pico della Mirandola y nuestra aportación está basada precisamente en una de sus tesis, la que se refiere al nombre de Jesús:

Por la letra shin que está en medio del nombre de Jesús, se nos significa cabalísticamente que entonces reposó tan perfectamente como el mundo en su perfección, cuando la iod se unió a la vav, lo que se hizo en Cristo, que fue verdadero hijo de Dios y verdadero hombre [1].

El humanismo del Renacimiento y, con él, el origen del mundo moderno, debe mucho a la tradición judía. Esta afirmación aparentemente se contradice con los principios conceptuales que definen al Renacimiento, esto es, el reencuentro y la recuperación de la tradición grecorromana en todos los campos del saber, desde la filosofía hasta el arte. Ante tal presupuesto, la relación con el judaísmo parece fuera de lugar, y aún más, contradictoria en muchos sentidos. Sin embargo, ahora, tras los estudios de François Secret y su escuela, es una evidencia que los prohombres renacentistas se entusiasmaron con la Cábala hebrea, escribieron numerosos tratados sobre ella y fundamentaron su filosofía a partir de sus principios. Este hecho, que ha sido constatado por los grandes historiadores del siglo XX, ha generado, en cambio, pocas consecuencias. Ni los judíos ni los cristianos parecen dispuestos a replantearse el vínculo que los pudiera unir.

El recuerdo de las expulsiones de los judíos de los reinos cristianos y su consecuente persecución, no invitan a plantear la relevancia que debería tener para el cristianismo el hecho de profundizar en el Antiguo Testamento, aunque fuera por medio de una exégesis tan particular como la Cábala. Por eso, las palabras de Pico della Mirandola –el primer cristiano de nacimiento que escribió sobre la Cábala hebrea– afirmando que: «No hay ninguna ciencia que tanto certifique la divinidad de Cristo como la Magia y la Cábala», nos inquietan pues nos parece absurdo que la exégesis de un pueblo que no reconoció a Jesús como Cristo pueda certificar la validez de la «divinidad de Cristo». Sin embargo estamos convencidos que en esta contradicción se esconde algo mucho más profundo que lo que aparece a simple vista.

«No hay ninguna ciencia que tanto certifique la divinidad de Cristo como la Magia y la Cábala»

Para empezar, parece como si Pico hubiera tomado una postura del todo ajena a las disputas teológicas y quisiera replantear la verdad cristiana yendo tanto a las fuentes mosaicas como a las clásicas para demostrar la universalidad de la «divinidad de Cristo». Y, si bien pudiera pensarse que, a principios del siglo XXI, estas cuestiones no son más que «discusiones bizantinas» sin interés para el hombre actual, estamos convencidos de que no es así y para demostrarlo nos basaremos en las consideraciones que expondremos a continuación.

La incidencia de la Cábala en el mundo actual es un acontecimiento que gana importancia cada día, The Kabbalah Centre es un ejemplo de ello. Cuando Philip Berg la fundó en 1965 junto con Rav Yehuda Tzvi Brandwein, ambos proclamaron que querían enseñar «la tradición mística del judaísmo» a un público no judío. Numerosas estrellas –publican ellos mismos en sus panfletos– han afirmado su pertenencia a dicho centro: Naomi Campbell, Madonna, o Paris Hilton entre otros muchos. No son relevantes los nombres, sino el hecho de que en la agitada espiritualidad de principios del tercer milenio, la Cábala reúna tantas simpatías de personas no judías. Cuestiones sociológicas al margen, esta «moda» nos parece una continuación de los presupuestos de la Cábala cristiana de la Edad Moderna. Y a ella nos referiremos pues permite desvelar los caminos interiores de las religiones para comprobar cómo dichos caminos convergen en el mismo misterio.

En la segunda mitad del siglo XV, los sabios renacentistas acogieron con entusiasmo la lectura mística de los textos revelados hebreos que les llegaban a través de los maestros judíos expulsados de España, una enseñanza tan cercana y a la vez tan alejada de los misterios cristianos que ellos conocían bien. Para aquellos académicos italianos, encabezados por Marsilio Ficino y Pico della Mirandola, la Cábala iba más allá del judaísmo y se imbricaba en lo que denominaron la prisca theologia, es decir, un conocimiento de Dios anterior al advenimiento de Jesucristo, que quedó asimilado, como veremos más adelante, al nombre de philosophia perennis o filosofía perenne.

Para Marsilio Ficino, Pico della Mirandola y tantos otros la Cábala iba más allá del judaísmo y se imbricaba en lo que denominaron la prisca theologia

Por eso nos preguntamos si todavía es posible dudar de que lo que despierta simpatías hacia la Cábala es esta relación con un conocimiento perenne del misterio crístico. El problema es que se ha borrado el motivo fundamental que originó esta simpatía: la demostración de la «divinidad de Cristo», como escribió el mismo Pico. Por eso no nos ocuparemos aquí de las cuestiones sociológicas actuales, sino de lo que las motivó: la Cábala cristiana del Renacimiento. George Mallary Masters plantea la relación entre los judíos conversos y los cristianos como base de la Cábala cristiana –a la que él llama con criterio: Cábala Renacentista–  y después escribe:

Existe otro importante concepto que debemos recordar de nuevo para comprender mejor tal uso de la Cábala, a saber, la tradición de la prisca theologia. En una primera forma la idea es que el dios-filósofo Hermes Trismegisto instruye a Asclepio, que transmite el conocimiento del «Logos» a Orfeo, Pitágoras, Platón, los platónicos de la Academia, los neo-platónicos, los platónicos alejandrinos, los platónicos medievales, hasta los platónicos del Renacimiento (Ficino, Pico, etc.). Compliquemos ahora las cosas añadiendo a Moisés. ¿Fue Moisés instructor de Hermes o instruido por él? Sin duda, la idea global encaja mejor en el tiempo lineal cristiano si es Moisés el que transmite (al menos parcialmente) la tradición revelada (recibida de Enoc, de Noé, de Adán, de Adonai Elohim) a Hermes. Los términos «ecléctico» y «sincrético» se usan frecuentemente para explicar esta noción de prisca theologia, pero hacen patente una perspectiva de si­glo XIX o del siglo XX. Para el Renacimiento, estas diversas escuelas de fi­losofía no eran dispares, sino expresiones bastante unificadas de lo que esencialmente era una misma verdad divinamente revelada e inspirada [2].

Jehan Thenaud explica el hombre como microcosmos, cuya cabeza está unida al mundo espiritual y angélico; en la parte superior está escrito en hebreo: «Padre. Hijo. Espíritu Santo» (Imagen de Introduction à la Cabale o Traité de la Cabale chrétienne, 1536).

Para explicar la Cábala en el Renacimiento, Mallary Masters utiliza una obra de Jehan Thenaud, Introduction à la Cabale o Traité de la Cabale chrétienne, un libro con unas miniaturas esplendidas, escrito para que el rey Francisco I entendiera la simpatía de los humanistas hacia la Cábala, pero en el que su autor muestra algunas reticencias al valorar la tradición hebrea tal y como hicieron varios años antes los contemporáneos de la Academia florentina. Las conclusiones de Pico fueron consideradas heréticas por el Papa Inocencio VIII, lo que obligó a sus seguidores a refugiarse en ámbitos paralelos. Así, la Cábala cristiana quedó rápidamente relacionada con la magia: talismanes, nombre milagrosos, especulaciones incomprensibles, etcétera, y se consideró ajena a la teología original que, bajo distintas formas espirituales a lo largo de la historia, había enseñado la «divinidad de Cristo»; es decir: lo mesiánico.

Debido a reticencias de la Iglesia, la Cábala cristiana quedó rápidamente relacionada con la magia: talismanes, nombre milagrosos, especulaciones incomprensibles, etcétera, y se consideró ajena a la teología original

Pero para demostrar su mesianismo debemos volver a la cita inicial de Pico, en la cual explica de modo cabalístico el Nombre de Jesús a partir del Tetragrámaton hebreo (el nombre divino IHVH)  con la adicción de la letra shin. Se trata de un razonamiento que poco tiene que ver con una cuestión gramatical, pues el nombre de Jesús en hebreo no tiene relación con el Tetragrámaton, sin embargo fue un planteamientoadmirado por todos los cabalistas cristianos y los sabios herméticos porque contenía una enseñanza. La cita completa es la siguiente:

Por la letra shin que está en medio del nombre de Jesús, se nos significa cabalísticamente que entonces reposó tan perfectamente como el mundo en su perfección, cuando la iod se unió a la vav, lo que se hizo en Cristo, que fue verdadero hijo de Dios y verdadero hombre. […] Por el Nombre inefable de IHVH que forma el nombre inefable de los cabalistas se sabe cual iba a ser el Nombre del Mesías, y que iba a ser evidentemente hijo de Dios hecho hombre por el Espíritu Santo, que después de él descendería como Paráclito sobre los hombres para perfección del género humano [3].

Poco más de dos siglos después de la afirmación de Pico, cuando las propuestas de los cabalistas renacentistas se desvanecían ante el ímpetu racionalista y positivista del hombre moderno, se publicaron los textos de unos de los últimos grandes maestros de la cábala cristiana, Jakob Böhme, acompañados de varios grabados. Nos detendremos en uno de ellos que, a nuestro parecer, es un resumen de toda la Cábala cristiana. Se trata del siguiente:

Grabado que acompaña la edición de Jakob Böhme, Libri apologetici de 1764.

El misterio del Mesías es el misterio de la encarnación de Dios y, a la vez, el misterio del hombre-Dios. Se trataría de una generación distinta a la generación carnal, pero no por ello una generación desencarnada, sino una nueva generación o de una regeneración. Así, lo primero que observamos en la imagen que nos ocupa es un corazón invertido. Un corazón, o un triángulo, cuya base descansa sobre la parte inferior de la imagen y su vértice se sublima hacia arriba, de manera que complementa la forma tradicional de un corazón humano, si imaginamos la figura de ambos corazones tendríamos la imagen de la estrella de David:

Pocas imágenes tradicionales son tan elocuentemente simbólicas como esta, pues en ella aparece la reunión de los opuestos, de lo masculino y lo femenino, del fuego y el agua…

En la reunión de los dos triángulos aparece la reunión de los opuestos, de lo masculino y lo femenino, del fuego y el agua…

El triángulo con el vértice hacia abajo que sigue la posición del corazón, significa lo femenino y el agua; mientras que el triangulo del grabado de Böhme alude a lo masculino y al fuego. Los dos se encuentran y se unen en la estrella de David.

El corazón mesiánico irradia una luz en forma circular donde está escrito el nombre de CHRISTUS; es decir, el hombre regenerado, llamado Mesías en hebreo. La luz como es natural aparece de un fuego, es el fuego del corazón ardiente. En la línea que dibuja el corazón está escrito a la derecha: IESUS, y a la izquierda: EMMANUEL, escrito con una habilidad extraordinaria, pues deja las dos últimas letras en la parte inferior del corazón, unas letras con las que se construye la palabra “EL”, que en hebreo significa Dios  y Emmanuel significa “Dios con nosotros”.

En el interior del corazón se ven dos partes: la primera que conjuga la Tetraktys pitagórica con las cuatro letras del Nombre hebreo JEHOVÁ o IAVÉ; es decir el Nombre de cuatro letras: iod, he, vav, he, conocido como Tetragrámaton. La importancia de la Tetraktys griega es enorme, recordemos simplemente que a era el testimonio de los juramentos pitagóricos y también contenía una identidad oculta entre el número cuatro y el número diez, pues 1 + 2 + 3 + 4 = 10.

Emmanuel d’Hooghvorst explicó que la Tetraktys o Tétrada Sagrada es un «manantial de la naturaleza y modelo de los dioses» [4]. Otro grabado, esta vez de Robert Fludd, muestra una de las posibles lecturas:

La Tretacktys pitagórica según está descrita en el Timeo de Platon. Grabado de Robert Fludd, ‘Philosophia Sacra et vere Christiana, seu meteorologia cosmica ‘, Frankfort, 1626.

Johannes Reuchlin (1451-1522), conocido también por su nombre latinizado de Capnion, viajó a Italia en su juventud para conocer a Pico della Mirandola y el círculo de intelectuales que le acompañaban en su época florentina. En la dedicatoria preliminar de su De arte cabalistica narra el encuentro con «los más grandes sabios del mundo, que iluminaron de nuevo los inventos de los ancianos y la misteriosa antigüedad que la había hecho olvidar la desgracia de los tiempos».[5]

De entre todos los conocimientos que cultivaron los humanistas, Reuchlin se decantó por el desarrollo de la cábala judía como eje de sus escritos. De tal modo que, sus dos obras más importantes, De verbo mirifico y De arte cabalistica se convirtieron en los primeros tratados completos de cábala escritos por un cristiano. No fue un capricho intelectual, sino la consecuencia lógica de la búsqueda del misterio central del cristianismo y de la necesidad de revivificarlo. De verbo mirifico y De arte cabalistica fueron escritos en forma de conversación entre un griego, un judío y un cristiano. Uno de los argumentos utilizados para demostrar que Jesús fue el verdadero Mesías proviene de una conclusión de Pico que Reuchlin recoge y desarrolla con los argumentos propios de la exégesis cabalística.

Uno de los argumentos utilizados para demostrar que Jesús fue el verdadero Mesías proviene de una conclusión de Pico que Reuchlin recoge y desarrolla con los argumentos propios de la exégesis cabalística.

Según este autor el nombre más sagrado de la Cábala, el Tetragrámaton, se habría partido en dos a causa de la transgresión de Adán y Eva; de manera que la primera parte del nombre, a la que Pico denomina iod, se separó de la segunda parte, la vav. La iod permaneció en el cielo y la vav se escondió en lo más recóndito del hombre. Los cabalistas creen que hasta que el Mesías no venga a este mundo, las dos partes no volverán a unirse y el nombre permanecerá impronunciable, es decir, no podrá actualizarse y su conocimiento tan sólo persistirá en el hombre como una reminiscencia de la edad de oro perdida. Reuchlin lo expone del modo siguiente:

Para empezar hablando del Altísimo, hay que decir que es igual a sí mismo, pero en el hombre se mantiene incomunicado en un lugar separado, y desde el cielo no puede manifestarse al hombre, si no es bajo su aspecto de rigor. Así pues el hombre sólo puede conocerle cuando se produce una comunicación entre los dos, es decir: cuando el de arriba se une con el de abajo.

Pero la parte divina que descansa en el fundamento no puede comunicarse con la otra parte hasta que algo se adhiere a ella; este algo es lo que crea la comunicación. El ente, tanto el que descansa en el fundamento, como el que se adhiere a él, es un fuego, es decir, una chispa de fuego, pues como ya decía Heráclito: “todo se engendra y se mantiene por el fuego” [6].

     La letra ‘shin’

El fuego que permite que el hombre caído pueda conocer al Altísimo bajo su aspecto de misericordia, se simboliza por medio de la letra shin, pues, en el Sefer Yetzirá, al referirse a esta letra se dice: «Hizo reinar la letra shin en el fuego». [7] El fuego de fusión une las partes separadas y permite que el nombre sacrosanto sea de nuevo pronunciable. Al igual que el cuerpo del hombre necesita del espíritu para vivir, el nombre necesita del fuego para manifestarse en el mundo. En De arte cabalistica, Reuchlin utilizó un argumento netamente cabalístico para explicar dicho misterio:

El fuego que permite que el hombre caído pueda conocer al Altísimo bajo su aspecto de misericordia,

Conjeturamos que el nombre inefable será pronunciado por las cuatro letras santas [YHVH], en las que está escrito lo Infalible, como con notas simbólicas y por la consonante shin. En efecto, es corriente en cábala que la letra shin se explique por notaricón: shem YHVH nicra, lo que significa, ‘el nombre Tetragrammaton [YHVH] nombrado’, pues no hay otras letras para nombrar la única misericordia en términos simples sino en estas cinco: YHVH y la consonante shin. [8]

Notaricón es un método utilizado en la exégesis cabalística por el que las letras que forman una palabra se convierten en iniciales de otras palabras creándose una frase que especifica correctamente el contenido de la primera palabra, en este caso, mediante el método del notaricón, la shin se compondría de sh = shem (‘nombre’), i = YHVH (‘Tetragrammaton’), n = nicra (‘nombrado, pronunciado’), es decir, que se puede nombrar gracias a su operación. Se trata de uno de los tres métodos propios de la cábala para desvelar los secretos de la revelación divina.

Reuchlin utiliza a continuación otro método cabalístico, la guematría para confirmar la importancia de la incorporación de la letra shin en el nombre de YHVH, pues dicha letra posee el valor numérico de 300 al igual que la expresión berajamim ‘en misericordia’ (bet : 2 + resh : 200 + het : 8 + mem : 40 + iod : 10 + mem : 40 = 300). Para Reuchlin: «La salvación de todo hombre debe ser esperada de la única misericordia de Dios, es lo que Habacuc explica abiertamente hablando también de Dios: ‘En el rigor, acuérdate de la misericordia’ (3, 2)». [9]

Cuando las dos partes del nombre están separadas, el hombre sólo puede conocer al Altísimo bajo su aspecto de rigor y, en consecuencia, no puede obtener la salvación hasta que este rigor se transforme en misericordia. Cuando ello ocurre, el nombre se puede pronunciar, es decir, está presente, y ello comporta la misericordia puesto que se trataría de una época mesiánica.

Cuando las dos partes del nombre están separadas, el hombre sólo puede conocer al Altísimo bajo su aspecto de rigor

Y desde los Evangelios y las Epístolas paulinas, pasando por todos los padres de la Iglesia oriental o romana, se ha enseñado que Jesús de Nazaret fue quien convirtió el rigor divino de los hebreos en la misericordia de salvación para toda la humanidad.

NOTAS

[1] Conclusiones mágicas y cabalísticas, ed. bilingüe latín-casttellano, Barcelona, Obelisco, 1982, p. 87.

[2] In: A. Faivre / J. Needleman (comps.), Espiritualidad de los movimientos esotéricos modernos, Barcelona, Paidós, 2000, p. 203.

[3] Conclusiones mágicas y cabalísticas, cit., p. 87.

[4] El Hilo de Penélope, t. I, Tarragona, Arola, 2000; p. 92.

[5] La Kabbale. De arte cabalistica, París, Aubier-Montaigne, 1975,  p. 20.

[6] Liber de verbo mirifico, Basilea, 1587, &292.

[7] Sefer Yetzirah. El libro de la Formación a la luz de los cabalistas de Gerona, ed. bilin. hebreo-cast., Barcelona, Obelisco, 1992; iii, 8.

[8] De arte cabalistica, cit.,  p. 92.

[9] Ibídem.

 

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