Alejandra Abellán, licenciada en historia por la Universidad Autónoma de Madrid y máster de Egiptología por la Universidad Autónoma de Barcelona.

.. cuando tu madre Nut te abraza y cuando vuelves tu rostro hacia el Oeste mis manos están en adoración a tu trono como quien vive; porque eres tú quien ha creado la Eternidad…. (Libro de los Muertos egipcio, capítulo XV)

 

Nut (Nwt), también llamada Neuth o Newet, era la hija de Shu y Tefnut. La diosa Nut y su hermano y consorte Geb, tuvieron cuatro hijos llamados Osiris, Isis, Set y Neftis, por lo que también es conocida como La que dio a luz a los dioses.

Nut era la diosa egipcia del cielo y también llevaba símbolos que representaban la resurrección y el renacimiento. A veces se la representaba estirada en los cielos con estrellas formando su cuerpo, sus piernas alargadas y brazos extendidos simbolizaban los cuatro pilares del cielo. También aparece portando la jarra de agua: nu (Nw). Diosa originaria de Heliópolis, tenía su templo en Menfis y otro en Dendera. Parece que asumió los atributos y símbolos de diosas locales similares, así como antiguas divinidades de la naturaleza.

La función de Nut se describe como la diosa del cielo y miembro de la Enéada, el nombre dado a los nueve dioses y diosas egipcios originales y más importantes de la cosmogonía de Heliópolis, conocido como el lugar de nacimiento de los dioses.

La función de Nut se describe como la diosa del cielo y miembro de la Enéada, el nombre dado a los nueve dioses y diosas egipcios más importantes de la cosmogonía de Heliópolis,

A diferencia de otras civilizaciones mediterráneas, los habitantes del Nilo concibieron el cielo como una divinidad femenina. Se pensaba en ella como un capullo amniótico dentro del cual los faraones recuperarían la vida y la inmortalidad en el más allá. Por lo tanto, al ser percibida como un arquetipo de Madre Universal, otorgaría el renacimiento en la otra vida a los reyes muertos, quienes eran considerados sus hijos.

En su identificación simbólica con el sarcófago, Nut fue representada dentro de sarcófagos y ataúdes antropoides por igual, estirando su cuerpo de manera protectora sobre el cadáver del difunto. Unirse a ella significaría regresar al útero del continuo espacio-tiempo eterno y pasar victoriosamente a través de la inmortalidad.

Las pinturas murales y del techo de la diosa del cielo en algunas tumbas reales, en el Valle de los Reyes, son famosas por sus formas cromáticas (azul para el cielo, amarillo dorado para las estrellas y rojo para el disco solar), así como por sus concepciones estéticas religiosas (cosmogonía, teogonía y su expresión artística litúrgica).

Lo interesante es tener en cuenta la relación entre el espacio cósmico y el tiempo arquetípico, ya que fueron vistos bajo el prisma de las percepciones mitológicas del antiguo Egipto y fueron representados por las versiones anteriores de Nut.

Encontramos representaciones en las tumbas de los faraones Ramsés IV, Ramsés VI y Ramsés IX. El simbolismo cosmovisional junto con el trasfondo mitológico de estas pinturas, nos deja ver una relación entre la creación del espacio sagrado y lo imaginario en el antiguo Egipto.

El simbolismo cosmovisional junto con el trasfondo mitológico de estas pinturas, nos deja ver una relación entre la creación del espacio sagrado y lo imaginario en el antiguo Egipto.

La imagen de Nut fue simbólicamente representada de diferentes formas, por un lado Nut como hija de la diosa Tefnut personificando la humedad primordial y del dios Shu personificando el éter, de ahí el espacio vacío de la atmósfera y la luz. Los antiguos egipcios la visualizaban principalmente como una forma humana, pero también se la representaba como un bovino divino, es decir, una vaca celestial.

La diosa celestial se unió a su hermano y esposo Geb, personificando a la Tierra, en una hierogamia supersustancial, dando a luz a cuatro hijos divinos, acoplados en dos pares: Isis  y Osiris, Neftis y Seth, pertenecientes todos al ciclo mitológico osiriano, conceptualizando los principios de la Realeza y la regeneración periódica de la Naturaleza.

Nut también fue concebida como una personificación de la Vía Láctea, que extiende una banda brillante de estrellas débiles sobre la Tierra, que es una característica principal del firmamento. En este aspecto, su representación simbólica como una niña nadando sosteniendo un ganso debe entenderse como una alusión a la constelación de la Galaxia y a la constelación del Cisne, ya que parecen proyectadas en la esfera celeste. Sin embargo, Nut se representa con más frecuencia como una joven diosa arqueando su cuerpo sobre la Tierra. Aunque las costumbres iconográficas egipcias representaban a Nut estirando su cuerpo sobre la Tierra, sus brazos y piernas estaban representados muy juntos, la concepción real de ella es que tanto sus dedos de manos como de pies tocan los cuatro puntos cardinales en el horizonte, conceptualizando así los cuatro pilares del cielo. En algunos techos celestes incluso aparece representando el cielo, en esta imagen por ejemplo está Nut cerca de la constelación de Mesjetiu (lo que hoy conocemos por Osa Mayor) que representa la pierna que perdió Seth y que es custodiada por los otros dioses en el firmamento.

Nut también fue concebida como una personificación de la Vía Láctea, que extiende una banda brillante de estrellas débiles sobre la Tierra, que es una característica principal del firmamento.

La relación entre Nut y el dios solar Rē, era un rasgo importante de la mitología de la diosa celestial: Nut devoraba el disco solar a diario al atardecer, para poder volver a dar a luz al amanecer siguiente; mientras tanto el Sol recorría su cuerpo en su divina barca solar, iluminando la Tierra; después de su puesta de sol estaba trayendo luz al reino de los muertos, donde luchaba victoriosamente contra las fuerzas caóticas, trayendo vida y luz a los difuntos. Por tanto, el simbolismo de Nut como deidad funeraria también es explicable y comprensible en este contexto mitológico, en términos de su relación vital con el Sol. Como deidad funeraria, ella representa el sarcófago, que se conceptualiza como un capullo amniótico que da vida a una nueva vida virtual; o es considerado como un árbol que vierte libaciones acuosas refrescando al difunto en el más allá. En su papel madre universal, es la cuna para la resurrección después de la muerte, protegiendo, amamantando y portando a los humanos fallecidos, como se puede ver en los textos y representaciones de ella con alas protectoras en numerosos sarcófagos de varios periodos. Además, en los corpus de textos funerarios, como los Textos de las Pirámides, los Textos del Ataúd y el Libro de los Muertos, se dice que Nut es la madre envolvente y abrazadora del faraón fallecido, cuya unión con ella niega la muerte, transfiriendo la existencia del rey del mundo terrenal mortal al reino celestial divino de los dioses, cuya madre (mw.t nir.w) era considerada Nut.

Así, la diosa del cielo era la escalera que transportaba a cada ser humano fallecido. Las representaciones de Nut, siguiendo las tendencias generales de las ideas mitológicas y cosmovisionales mencionadas, también se pueden encontrar en varios techos de templos que datan del período ptolemaico, así como en los techos de las tumbas reales del Nuevo Reino, situadas en el Valle de los Reyes. Por lo general, estas representaciones de tumbas van acompañadas de la representación iconográfica y textual del viaje solar a través del Inframundo durante la noche, que constituye el tema de diversas composiciones funerarias, como el Libro de las Horas.

El cielo es el símbolo universal del orden cósmico y el espacio insondable, revelado en el movimiento de rotación regular y los ritmos de los cuerpos celestes, escondido en la idea de órdenes invisibles de existencia que son superiores al mundo fenoménico, amalgamando lo divino supersustancial y lo humano profano. Así, el cielo define dos entidades distintas: el espacio cósmico y el tiempo arquetípico.

El cielo define dos entidades distintas: el espacio cósmico y el tiempo arquetípico.

Nut, imagen de fuente de vida y regeneración. No solo toma, sino que también devuelve la vida en un ciclo eterno repetitivo periódico, aludiendo tanto al ciclo biológico humano como a los fenómenos cósmicos. Ella define un continuo espacio-tiempo, que constituye el escenario de las actividades cósmicas. El espacio sagrado se convierte en espacio cósmico y el tiempo infinito se convierte en tiempo arquetípico en el contexto de sus representaciones. Se piensa que una unidad de dimensiones espaciales y temporales tiene lugar de manera milagrosa, conceptualizando la afinidad de los fenómenos celestes con la vida de los humanos.

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