El ocultista francés Stanislas de Guaita (Alteville 1861 – 1897) advierte en su escrito respecto de la atracción del abismo. Fragmento del libro «El templo de Satán». Edición, Raimon Arola y Lluïsa Vert.

Una última palabra para los interesados en la magia negra. Asomados con nosotros sobre el abismo, del que han podido percatarse de su declive e imaginar su noche vertiginosa, quizá habrán podido ver, no sin sorpresa, cómo en sus bordes se abrían ciertas flores de una belleza salvaje y fatal, de un penetrante y turbador perfume. ¿Ignoran que el Mal tiene su poesía? Del mismo misterio de la abominación se desprende un ideal fantástico, atrayente y funesto, por el que muchos se han dejado atraer a lo largo de los tiempos.

¿Ignoran que el Mal tiene su poesía? Del mismo misterio de la abominación se desprende un ideal fantástico

¡Que los curiosos tengan cuidado! Es el gran peligro de las excursiones excéntricas hacia los mundos prohibidos a los caprichos profanos. Quien se aventura sin guía en el camino de las emociones inéditas, sin saberlo, pisa ya el sendero de su próxima perdición: todo, a su alrededor conspira para ser su ruina. Sobre la puerta que van a cruzar, Dante hubiera podido grabar el amenazante terceto: “Per me si va nella citta dolente; Per me si va nell´eterno dolore; Per me si va tra la pereduta gente!” Ellos, es verdad, sólo piden a la brujería el encanto inherente del arte, para ellos el peligro es menor. Se limitan a lo pintoresco bastante superficial de los grimorios, sus dientes sólo muerden la corteza del fruto prohibido.

Asalto de los demonios- El mago victima de las cuatro fuerzas elementales. Stanislas de Guaita. «Le Serpent de la Genèse«, 1891

Pero hay otros, temerarios, que saborean la poesía íntima del Mal. La tentación fue demasiado fuerte y no supieron resistirse. El espíritu de la malicia los sedujo y ahora los posee. Vagan para siempre en el torrente fluídico de la perversión, hacia el abismo de la inconsciencia que un día se los tragará. Este suicidio está al final de su destino…, lejos de crearse un “yo” ficticio, sólo podrán disolver su “yo” real.

Otros, temerarios, saborean la poesía íntima del Mal. La tentación fue demasiado fuerte y no supieron resistirse. El espíritu de la malicia los sedujo y ahora los posee

¡El abismo del inconsciente! He aquí el Maëlstrom hacia donde el gran Seductor atrae insensiblemente sus pobres nervios, fascinando sus ojos de piloto con la fantasmagoría de sus espejismos impostores… Los iniciados saben por qué el inconsciente es el elemento propio de Satán-Panteo. El punto central, hacia donde, fatalmente, la inflexible lógica de las ciencias ocultas lleva a sus fieles, directos o indirectos… Si se nos invitara a precisar por qué clase de síntomas se manifiesta en sus adeptos, conscientes o no, este proceso hacia la inconsciencia responderíamos que, de entrada, se descubre por la abolición de las facultades lógicas; por el proselitismo de las filosofías negativas del libre arbitrio y de la inmortalidad… Bajo esta rúbrica de la brujería indirecta pueden catalogarse unos ejemplares menos dignos de atención: artistas y pensadores, que se pierden, no menos fatalmente, en la búsqueda del toisón de oro. Les atormenta la nostalgia de algún imaginario Olimpo donde ellos serían el Júpiter atronador. Y también la fiebre de un altruismo impracticable, o el parto de una concepción extraña, a la vez monstruosa y sublime de la filosofía,  la ciencia o el arte. Con toda seguridad son maníacos de genio, esos patriarcas de la brujería moderna; tienen derecho, a pesar de su misma aberración, a todo nuestro interés, incluso a toda nuestra simpatía… Ícaros de un inefable firmamento, han planeado muy alto antes de ser precipitados, su caída fulgurante ilumina las profundidades del mal, ¡aquí está el secreto de nuestra simpatía hacia ellos!

Les atormenta la nostalgia de algún Olimpo y también la fiebre de un altruismo impracticable, o el parto de una concepción extraña, a la vez monstruosa y sublime de la filosofía, la ciencia o el arte.

Eternamente vuelve a ejercer el encanto seductor del abismo, y otros a su vez, se dejarán atraer… No os asoméis… Un aroma embriagador emana desde abajo. Es una exhalación lasciva y lánguida, que flota en el aire; se infunde más y más… He aquí que el contagio parece haber ganado hasta las flores del barranco, cuyo cáliz se inclina y vacila, vuelto pesado por el amor. Y como cansadas de sí mismas y enfermas por su propio aliento perfumado, todas las corolas solicitan la mano que las cogerá. Una visión falaz se enciende en las negras profundidades de lo desconocido: es, en una gloria ciega, el mismo Satán transfigurado, travestido en ángel de luz. Esta visión deslumbra y da vértigo. Y, ¡esta voz! Asciende desde el fondo de la sima, melodiosa y pérfida como la de las sirenas, culpable de negación, instigadora de una voluptuosa desesperanza…Su canto enturbia el entendimiento y marea. Esta voz, que parece exhalar la esencia misma de las cosas, habla al alma perdida un lenguaje disolvente, muy amargo y muy dulce, que el alma entiende, ¡ay!, sin jamás haberlo aprendido. Se diría que es el murmullo confidencial de los ambientes, como si la naturaleza viva se revelara entera en esta voz, que se identifica tan profundamente con vuestro verbo íntimo, que habla a la vez en vosotros y fuera de vosotros.

Esta voz, que parece exhalar la esencia misma de las cosas, habla al alma perdida un lenguaje disolvente, muy amargo y muy dulce, que el alma entiende, ¡ay!, sin jamás haberlo aprendido

Y he aquí que en el interior se descorre una cortina, todas las ideas oscuras un día se aclaran de pronto… Un misterio de incertezas, de languideces, de desgana se apodera con fuerza del libre albedrío y lo vence, el Yo enloquece al sentirse rodeado, penetrado, violado, por el No-yo. Pronto, los dos contrarios se confunden. Dudáis de todo y de vosotros mismos. Nada es verdad, ni nada parece posible. Esta duda universal ¿quién la formula? ¿Es vuestro Yo el que habla, o el Sí colectivo de las entidades exteriores al Yo? Lo ignoráis. La voz de Satán-Panteo es ondulante y múltiple, como este universo físico en el que se halla el alma. A cada uno le habla su lenguaje familiar: al artista le habla de arte; habla de ocultismo al místico, e intriga al hombre de acción. Pero sea lo que sea lo que haya dicho, cuando ha hablado, todas las nociones confusas dejan al alma delirante, presa de esta única convicción, que la roe como un cáncer: todo es vano, nada es seguro… De este caos de inseguridad se desprende un último concepto imperativo, perentorio: la urgencia de la abdicación moral individual. En último análisis, ¿qué afirma esta voz? Negación, la negación del verbo humano, he aquí lo que demuestra; la regresión hacia el instinto, he aquí lo que propone; la apoteosis del inconsciente, he aquí lo que celebra. Y como medio para alcanzar este falso ideal, asesino del alma, sugiere hundirse el río sin orillas y sin fondo de la vida psíquica universal. Este suicidio es el alfa y el omega de la Goetia.

¿Qué afirma esta voz? Negación, la negación del verbo humano, he aquí lo que demuestra; la regresión hacia el instinto, he aquí lo que propone; la apoteosis del inconsciente, he aquí lo que celebra.

Y de hecho, las artes, la literatura, la filosofía y la teología incluso, han estado en todas las épocas más o menos impregnadas del fermento acre del pesimismo que el gran Seductor inocula a las generaciones, como el medio más seguro de hacerles escuchar su voz, instigadora del suicidio moral. Adaptable a todos los travestimientos, Satán-Panteo, no deja de transfigurarse en Cristo glorioso, o véase Buda. Cierta literatura, como cierta filosofía, como cierto misticismo, como cierto arte, revelan de un modo inmediato o mediato la Goetia. Pues no hay manera de que cualquier actividad ejercida por el hombre, no pueda ser invadida o impregnada por el satanismo. Así como la inspiración divina pueda volver virtuoso o ennoblecer. La razón profunda está en la esencia del “Verbo humano”. Agente demiúrgico y mediador entre lo absoluto y lo relativo, entre el espíritu y la materia, entre Dios y Satán. Sea buen o mala, la potencia mágica reside enteramente el “Verbo humano”. El verbo humano aparece como un agente intermediario y convertible: el trazo de unión entre el cielo y la tierra.

Sea buen o mala, la potencia mágica reside enteramente el “Verbo humano”. El verbo humano aparece como un agente intermediario y convertible: el trazo de unión entre el cielo y la tierra.

En su relación con la verdad absoluta, el Verbo humano se formula por una virtud activa: la fe. En sus relaciones con la realidad contingente, se manifiesta por una virtud pasiva: la ciencia. En sus relaciones con el Verbo divino, el Verbo humano se expresa por una potente identificación de lo relativo con lo absoluto, de lo finito con lo infinito, de lo múltiple con la unidad: la conciencia, que es neutra, es decir activa con respecto a la ciencia y pasiva con respecto a la fe. El Verbo humano se reconoce en su propio espejo, la “conciencia”, su orientación hacia la ciencia o hacia la fe abre al hombre individual una doble esfera de acción, positiva y mística, donde desplegar sus potencialidades. Se comprenderá mejor que el arte tiene también su magia tenebrosa o espléndida, nefasta o bienhechora; puesto que el Arte no es más que el Verbo humano modelado según el molde de cada individuo, irradiándose en emanaciones que se incorporan en las formas adecuadas, simbólicamente expresivas de este verbo individual. Toda obra de arte a primera vista no deja de parecer “una encarnación de un pensamiento”, un pensamiento no muere porque tome cuerpo. Al igual que el alma se encarna para afirmarse en el plano material, toma un aspecto sensible para actuar sobre los sentidos, esta misma forma le sirve de medium, de vehículo y de instrumento, para desplegar su energía en una nueva esfera. Toda obra de arte está pues preñada de una virtud latente de realización que necesitará más pronto o más tarde de una serie de efectos reales, consecuentes con su principio innato: estos efectos producidos serán la traducción mágica de la idea, incluida en esta obra.

Toda obra de arte está preñada de una virtud latente de realización que necesitará de una serie de efectos reales: estos efectos producidos serán la traducción mágica de la idea

De donde podemos concluir como resumen: toda obra de arte es una obra mágica, buena o mala; el ideal, que es su alma, inclina su potencial eficacia a la derecha o a la siniestra; la virtud de realización latente en ella constituye el agente mágico de su determinismo, para el bien o para el mal. Todo artista, en fin, es un mago o un hechicero, desgraciadamente, más a menudo un hechicero que un mago. ¡Los magos del arte puro, los que se dedican a la Goetia del arte impuro! ¡Teúrgia o nigromancia de la pluma, de la música y del pincel!

Stanislas de Guaita – «Le serpent de la genèse» – 1915/1920