Reflexión simbólica en un paseo por el claustro de Santa Maria de Pedralbes, del s. XIV.
Texto, Raimon Arola. Fotografías, Fèlix González (FèlixGP)

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¿Por qué un paseo por un claustro gótico invita a la introspección y a la trascendencia?, ¿por qué, mientras lo recorremos nos invade una melancolía intensa y gozosa?, ¿qué presencia y qué ausencia sentimos?, ¿qué intimidad y qué santidad nos invaden en el silencio de un claustro?

Los claustros medievales son lugares simbólicos adosados a las iglesias que las complementan y acompañan. Su rico simbolismo se entiende, aunque no se agota, en relación a las figuras del círculo y el cuadrado. El espacio abierto hacia el ancho cielo es la bóveda o el círculo simbólico enmarcado o contenido por el cuadrado claustral que marca las cuatro direcciones del espacio. Cuatro direcciones que señalan a su vez los cuatro elementos y las cuatro estaciones del año; así el claustro es un círculo (annus) que se nos presenta bajo los cuatro aspectos prototípicos.

Los claustros medievales son lugares simbólicos adosados a las iglesias que las complementan y acompañan.

En el centro del jardín brota una fuente que, como el río del Jardín de Edén, riega con agua viva el conjunto de la creación. Además de su forma, otros muchos significados simbólicos pueden deducirse de un claustro: un jardín que recrea el espíritu del hombre no solo en el sentido de alegrarlo sino que lo vuelve a crear, pero para el mundo que habitaba antes de la caída de nuestros primeros padres, para el Jardín del Edén cuya imagen se reproduce en los claustros medievales.

Aquí nos centraremos en uno en especial: el claustro de Santa Maria de Pedralbes, construido en 1326 para la reina Elisenda de Montcada. Se trata de un lugar especial –como la mayoría de ellos–  en el que el espíritu del paseante se ilumina gracias al silencio y a la meditación que surge espontáneamente. Un lugar privilegiado en el que el corazón dialoga con el espacio. Y ello no es una imagen poética o una sensación casual, pues el claustro es, además, la imagen simbólica de la esposa que aparece en el Cantar de los Cantares y a la que, en algunos de sus versos, se la describe como Hortus conclusus, cuando el esposo exclama: “Jardín [huerto] cerrado eres, hermana mía, esposa mía” (Ct 4, 12).

El claustro es, además, la imagen simbólica de la esposa que aparece en el Cantar de los Cantares

Por eso, al igual que los amantes se complementan para crear una nueva unidad, así el paseante y el jardín cerrado devienen dos partes de una misma realidad. En este sentido, podría decirse que el símbolo de los amantes divinos se recrea en la experiencia temporal que sucede entre el lugar y su habitante.

El claustro de Santa María de Pedralbes es un claustro gótico, que sigue, sin embargo, las enseñanzas de  Bernardo de Claraval (1090-1153), quien concibió el claustro cisterciense de modo distinto a los claustros románicos de la época, con sus capiteles ornados con figuras de toda índole. El claustro que propuso san Bernardo fue concebido para generar intimidad, soledad, silencio, por ello sus formas nos aparecen serenas y armónicas.

La finura de las columnas y los arcos, así como las proporciones de los pisos y las galerías  que conforman el claustro de Pedralbes y, sobre todo, el hecho –propio de cualquier claustro– de que el objeto arquitectónico principal sea el espacio vacío conducen al paseante, como antaño a las monjas clarisas, a la visión interior y, con ella, a la experiencia del símbolo.

El claustro recrea la Jerusalén celestial mencionada en el Apocalipsis, la ciudad nueva que desciende del cielo ataviada como una novia para su esposo. Es la esposa de Aquél que vive en el corazón del ser humano, el hombre nuevo creado a imagen y semejanza de su creador.

El claustro recrea la Jerusalén celestial mencionada en el Apocalipsis, la ciudad nueva que desciende del cielo ataviada como una novia para su esposo

Por eso, el paseante se deleita con el silencio y la armonía del claustro, pues en el descubre el aroma de la esposa celestial. En el claustro, esposo y esposa se reconocen de modo quizá inconsciente. Inmanencia y trascendencia unidas en uno. En este sentido el claustro es un símbolo que sin necesidad de razonamiento se comunica directamente con el  corazón en el corazón del ser humano es donde habita, escondido, el HOMBRE completo.

[Los maestros cabalistas han explicado este símbolo de otro modo y a esta esposa la han denominado la shekinah, la presencia de Dios que habita en medio de los hombres].

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Pedralbes.Fèlix1  Enlace a fotografías de Fèlix GP