Video de la cuarta sesión del ciclo dedicado a la filosofía alquímica, que tuvo lugar en el Ateneu barcelonès, el 10 de enero de 2025, realizada por LLUÏSA VERT.

Video sesión

 

Resumen

La alquimia se practicaba en Egipto mucho antes de que se encontraran en Tebas los primeros papiros del s. I escritos en griego. Muchos de estos papiros fueron recogidos en manuscrito que se conserva en San Marcos de Venecia y en el s. XIX fueron traducidos al francés por Marcelin Berthelot bajo el título La colección de los antiguos alquimistas griegos. Este fue el primer intento de investigar en la historia de la química y en consecuencia de la alquimia.

Un importante alquimista de esta época fue Zósimo de Panópolis, del s. III d. C. conocido como el divino Zosimo, que calificaba a la alquimia como un arte divino que solo podía enseñarse a los hijos de los reyes o a los que sobresalían en virtud y sabiduría. Zósimo recopila leyendas y textos de alquimistas anteriores y cita a Thot- Hermes, Horus, Isis y Cleopatra como representantes de la rama egipcia, Moisés, María, la judía y Salomón por la tradición judía, Aristóteles, Apolonio de Tiana y otros por la griega y Zoroastro y Ostanés por la persa.

Otro alquimista, algo anterior, fue el conocido como el pseudo Demócrito que escribió un tratado titulado Physika kai Mystika en el que se admite la posibilidad de transmutar unas sustancias en otras porque todas proceden de una materia original.

Esta posibilidad reside en las combinaciones de los elementos y de sus cualidades que permiten que un elemento se convierta en otro. De tal modo que un sólido, que sería frío y seco, puede convertirse en un espíritu caliente y húmedo y, al contrario, lo más espiritual puede materializarse o corporificarse.

En esta obra, pseudo Demócrito explica cómo por medio de una invocación, recibió de su maestro Ostanés, ya fallecido, el conocimiento de una famosa sentencia alquímica que reza: “La naturaleza se complace con la naturaleza, la naturaleza triunfa sobre la naturaleza, la naturaleza domina a la naturaleza”.

Estas dos naturalezas no son más que una cuando han podido unirse gracias a la obra alquímica. Una es volátil y la otra es fija, a la volátil se la denomina Alma del mundo, o Virgen celeste y, una vez unidas, a la fija se la conoce como el mercurio de los filósofos o la Virgen terrestre.

De estas dos naturalezas unidas en una, se habla en la Tabla de Esmeralda cuando se afirma: “…Que lo que está abajo es como lo que está arriba. Y lo que está arriba es como lo que está abajo- Para realizar los milagros de una sola cosa…”

Otro símbolo de esta unión sería el Ouroboros, la serpiente que se muerde la cola que, con su movimiento ascendente y descendente, nos habla del solve y el coagula alquímicos. La materia asciende para sutilizarse y desciende para coagularse.

Una materia que debe conservarse pura y universal, por eso a las influencias celestes, o mercurio volátil, hay que tomarlas antes de que se hayan especificado y unirlas a la cosa oculta en los mixtos terrestres que sea de su propia naturaleza, el azufre.

Emmanuel d’Hooghvorst en su Arte de la Alquimia, también habló del mercurio de los filósofos, y concluyó: “Ora es vapor, ora agua, ora tierra, sube al cielo y desciende de nuevo…” Por eso, los textos alquímicos son tan difíciles porque los alquimistas no engañan, pero despistan y no se sabe a qué estado se refieren

La frase de d’Hooghvorst es muy semejante a otra del Imán Ali, quien al preguntársele qué era la alquimia la calificó como la hermana de la profecía y concluyó diciendo: “Pongo a Dios por testigo de que no se trata de nada más que de Agua en estado sólido, de Aire inmovilizado, Fuego compacto, Tierra fluida”.

Imágenes destacadas

 

Artículo complementario

Visiones alquímicas de los papiros griegos

Lluïsa Vert durante su intervención.

 

Sala del Ateneu donde se impartió la sesión.