Resumen de la sesión del «Seminario del Pensamiento Hermético» que tuvo lugar en el Ateneu barcelonès el día 17 de junio de 2022.

Presentación

 Comenzaré con un recuerdo de agradecimiento a Emmanuel d’Hooghvorst, porque buscó validar El Mensaje Reencontrado mediante una serie de artículos extraordinarios dedicados a distintas tradiciones y recogidos en un libro titulado El hilo de Penélope. En él pueden encontrarse estudios sobre la tradición clásica, la egípcia, la alquima, sobre los cuentos populares o la tradición hebrea.

Esta última tradición, tan rica en exégesis sirvió también de base para unos cursos sobre el Zohar que Emmanuel impartió en Bélgica y que su hermano Charles d’Hooghvorst tradujo e impartió en Barcelona a un grupo de locos que querían “estudiar” cábala.

 

En el capítulo de La actualidad del hermetismo que vamos a tratar hoy se habla del Dios uno. Este concepto es la base de las religiones monoteístas, del judaísmo, cuya profesión de fe es la recitación de la shema, donde se afirma que el dios de Israel es uno, del cristianismo, si bien con la Trinidad la cosa se complica y del islam con su tawhid donde se dice que no hay más Dios que Alá, y que él es uno. En del versículo del Mensaje Reencontrado se expresa así:

No hay más que un Dios, una verdad y una enseñanza, pero la confusión de las palabras y la sutileza de los pensamientos encubren la evidencia de la vida eterna y movediza. (MR 4, 92)

 

¿Pero estas afirmaciones quieren decir que solo existe un Dios solo en el cielo? ¿Cuál de los tres? ¿El de cada tradición para cada tradición? ¿El mismo para todas, pero con nombres distintos? En relación a la tradición judía es incluso más complicado porque existen dos palabras que serían equivalentes al Dios de los cristianos y que son Elohim y Adonai, el Tetragrama.

Sea como fuere, la unidad es el centro y el núcleo de estas tres religiones, y no debemos olvidar que religión viene de religare, ¿religar qué? Quizá religar o unir de nuevo dos partes que antes estaban unidas y después se separaron, ya sea el cielo con la tierra, el hombre con la divinidad o dios consigo mismo… Los judíos dirían que sería unir a Dios con su nombre.

 

La unidad y la tradición judía

La tracición judía nos ayudará a descubrir qué es lo que se quiere expresar con este concepto, pero antes quisiera insistir en el significado de los dos nombres que acabamos de citar: Elohim y el Tetragrama.

Elohim sería el dios tal como lo conciben tanto los gentiles como los judíos, la fuerza que da la vida, pero que también la quita. La fuerza o las fuerzas que están en el origen de la creación y que dan lugar al movimiento y a los cambios del universo, Elohim es un nombre plural por su terminación im, mientras que el significa precisamente `fuerza’. Serían pues las fuerzas que actúan en la naturaleza, quizá lo que los antiguos llamaban el Alma del mundo.

Adonai, el Tetragrama o IHVH es el dios de la Shema, la profesión de fe de Israel, que dice así:

Escucha Israel, el Señor, (es) nuestro Dios, el Señor es Uno” y continúa diciendo: “Y amarás a tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza” (Dt 4, 4-9)

 

Enla imagen se ve que la primara palabra del versículo termina con una ain de un tamaño mayor que las demás letras, como sucede también con la dalet, la última letra de la última palabra del versículo, ehad. Las dos juntas forman la palabra ed en hebreo que significa `testigo’. Israel el testigo en este mundo de que su dios, IHVH, es uno.

Esta afirmación debe decirse cada día, mañana y noche, sobre todo antes de dormir, como un recuerdo de en qué se basa la fe judía. La idea del recuerdo es muy importante en el judaísmo, podría decirse que en todas las tradiciones en general, no se aprende, se recuerda lo que ya se sabía y se ha olvidado, sobre todo el origen divino del hombre. También es el versículo que se escribe en la mezuzá, el pergamino que se guarda dentro de una cajita junto a las jambas de las puertas, en recuerdo de la salida de Israel de la tierra de Egipto hacia la tierra prometida.

San Jerónimo en su Vulgata tuvo en cuenta lo que acabamos de decir y tradujo Elohim por Deus y Adonai por Dominus, y lo utilizaba cada vez que aparecía el Tetragrama.

En el famoso Sefer haZohar o “El libro del esplendor” de rabí Moisés de León escrito en el s. XII y considerado la obra cumbre de la literatura cabalística, se compara el Tetragrama con la propia Torá que es la revelación que Dios dio a su pueblo. Y ello porque el nombre es el contenido de la revelación y la Torá entera es la manifestación de este nombre. Esto es lo que aparece escrito en el Zohar.

Hemos aprendido que la Torá es el Nombre del Santo, bendito sea, y quien se dedica a ella es como si se dedicase al Nombre Santo; la Torá entera es un sólo Nombre Santo, el Nombre Supremo, el Nombre que incluye todos los demás nombres, YHVH. (II, 124a).

Relación entre la Torá y el Nombre

Es decir, la Torá y el Nombre son la misma cosa. Como se dijo en la sesión pasada, la Torá está compuesta por los nombres del Santo, bendito sea, y aunque se tradujo por Ley, en realidad, Torá procede de un verbo que significa regar, llover, caer de arriba abajo, es decir la Torá es una instrucción viva y vivificante que baja del cielo sobre el contenido y el significado de este Nombre.

 Pero, ¿de qué se está hablando realmente? ¿Por qué el dios de Israel y no el de las demás naciones, por qué solo el dios de Israel tiene este nombre y por qué únicamente él es uno? Emmanuel d’Hooghvorst, siguiendo a los antiguos cabalistas, decía que el auténtico Israel no adora un dios en el cielo, ni un ídolo sobre la tierra, sino a la unión del dios que está fuera del hombre con el que está en su interior, la obra de la cábala consiste, únicamente, en unir las dos partes de este Nombre santo.

Lo que acabamos de mencionar nadie lo dice, solo la cábala y el hermetismo habla de ello, un judío tradicional tampoco lo diría. Sin embargo, los cristianos dicen en el Padre nuestro: “Santificado sea tu nombre” y uno podría preguntarse ¿por qué? Si es Dios, “su” nombre ya está santificado, ¿o no? Quizá sea porque solo está santificado si está unido, tal y como aparece en la imagen de estas dos manos juntas en actitud de bendecir, en un a mano se ve la primera parte del Nombre: iod he y en la otra, la segunda parte: vav he. Las cuatro letras del Tetragrama. Sin embargo, del concepto de unión tras una separación previa, no se explicita casi nunca.

 

A veces se habla de religiones inmanentes y de otras más trascendentes, en realidad, es dar más importancia a uno u otro aspecto, pero la religión verdadera tendría que ser la inmanencia y la trascendencia unidas. Unidas dónde, ¿dónde se hace esta unión? Y la respuesta sería en el templo, o lo que es lo mismo, en el hombre que es el templo de la divinidad. Evidentemente no cualquier hombre, ese hombre sería Adán o Israel, el nombre que Dios mismo dio a Jacob, el justo, la columna central del árbol sefirótico. En él, el cielo y la tierra pueden unirse. La Torá es una revelación dada a Israel, al igual que el nombre completo. Es el don del cielo transmitido (cábala) al ser humano de edad en edad. Gracias a este don, Israel se conoce y podría decirse que Dios se conoce también.

Para confirmar esta relación vemos cómo en guematría, el resultado de la suma de las letras de la palabra Adán y la suma de cada una de las letras que forman el Tetragrama, da 45. Por lo tanto, Adán y el Tetragrama serían equivalentes.

 

El Tetragrama fue utilizado por los cabalistas cristianos que lo identificaron con Jesucristo, pues al intercalar una shin al nombre de cuatro letras puede leerse Ieshuah, es decir Jesús como aparece en  imagen posterior. La shin es la letra del fuego, de la fusión la que une las dos partes del nombre en la figura del Mesías. Aquí podríamos derivar hacia la alquimia, pero lo dejaremos para otro día.

Relación entre el Nombre y el ser humano

Vamos a hablar pues del hombre, concretamente de su creación. Está dicho en el Génesis: “Hagamos al hombre (Adán) a nuestra imagen como nuestra semejanza” (Gn 1, 26) y en el Midrash Rabba, que es una reunión de comentarios orales sobre la Torá y el Talmud que se recogieron y se pusieron por escrito, se comenta lo siguiente:

Y Elohim dijo: Hagamos a Adán a nuestra imagen (demut) como nuestra semejanza (zelem)” (Gen 1, 26).

Rabi Iohanan abrió y dijo “Me formaste por detrás y por delante” (Sl 139. 5) Si Adán es justo, entonces goza de ambos mundos, pues está escrito “Me formaste por detrás y por delante”, y si es no justo debe rendir cuentas, pues está escrito a continuación “Has puesto tu mano sobre mí” (ib).

Rabí Jeremías ben Elietzer dijo: Cuando el Santo, bendito sea, creó al primer Adán, lo creó andrógino, pues es lo está escrito “Macho y hembra los creó” (Gn 5, 2)

Rabí Samuel dijo: Cuando el Santo, bendito sea, creó al primer Adán lo creó doble faz, luego lo serró e hizo dos espaldas una por aquí y otra por allá.

Midrash es una palabra que procede de un verbo, darosh, que significa ‘explicar’ y recoge los comentarios orales sobre la Torá y el Talmud desde la diáspora hasta el s. XIII y que finalmente se pusieron por escrito. Una de las frases típicas del midrash es: Mah hadabar domeh? Es decir, ¿a qué se parece la cosa?, en el mismo sentido de las parábolas evangélicas posteriores, en las que la cosa no se dice claramente, pero a fuerza de mostrar la cosa desde varios ángulos se puede llegar a intuir de qué se está hablando.

 Así pues, Adán fue hecho a imagen y semejanza de su creador, y en el midrash se dice que fue hecho andrógino o doble faz, pero a causa de primera transgresión o de la expulsión del paraíso, como quiera llamársele, perdió una de estas dos partes, “uno de sus lados”, los rabinos afirman que perdió la semejanza (zelem), que, según dicen, era como una sombra luminosa, la misma con la que el Espíritu Santo cubrió a María. Sin embargo, Adán conservó el dibujo (demut), apagado y sin colores, pero que sigue siendo una parte original divina que se conserva en el hombre. Esto enseña que no todo está en el interior del ser humano, algo divino está también fuera, como nos lo muestra la propia vida, el corazón palpita gracias al aire que inhalamos. El caso es que las dos partes separadas se buscan desesperadamente, quieren recuperar la unidad del principio, es el deseo siempre insatisfecho del ser humano.

Otro modo de explicar este rompimiento es con el Nombre de cuatro letras, el Tetragrama, que el Sacerdote pronunciaba una vez al año, el Iom Kippur, en el Sancta Sanctorum del templo de Jerusalén y que después de su destrucción ya no se pudo volver a pronunciar, faltaba el lugar donde pronunciarlo. El exilio simbólicamente significa lo mismo que la expulsión del paraíso.

Desde entonces, dicen los sabios, una parte del Nombre está en el cielo, desencarnado y sin una voz que lo pueda pronunciar y la otra está en el ser humano, pero enmudecida, le falta el espíritu, las letras están grabadas en el cuerpo, pero les faltan las vocales, como vimos en la otra sesión. En el Zohar se dice que un texto no vocalizado es como un cuerpo sin alma. Pero cuando aparecen los puntos vocálicos, que son el espíritu, el texto se revivifica y entonces se puede pronunciar como el cuerpo de un hombre muerto que se endereza cuando recupera su alma.

La exégesis de rabí Gikatilla

 Tenemos pues dos separaciones, el Nombre de Dios que no puede pronunciarse sin un templo reconstruido y Adán que debe recuperar la semblanza que perdió como consecuencia de la caída. Y respecto de ellas y de su relación habla un cabalista de Medinaceli llamado Iosef Gikatilla (1248-1305) que escribió las Chaarei Orah o las “Puertas de luz” donde explica lo siguiente respecto a la importancia del Nombre:

Debes saber que el Nombre único llamado YHVH, bendito sea, es la raíz y origen de todos Sus Nombres y de todos los Nombres que contiene.

 Añade que todo se sostiene por este nombre: las sefirot, las letras, las vocales y termina diciendo algo que nos parece extraordinario;

 Estas palabras son la cábala y la tradición y estamos perfectamente informados al respecto.

Es decir, él es testimonio de lo que se dice en el texto porque lo ha visto y lo sabe. Lo que dirá no es una reflexión, ni una deducción, sino que sabe por cábala y por tradición que es así, ha recibido el objeto del conocimiento. Lo sabe por experiencia y es testimonio de ello. Después empieza a analizar cada letra que compone el Nombre IHVH y la relaciona con el árbol sefirótico.

 

Escribe Gikatilla: “El misterio de la primera letra: que es la iod, es el punto del pensamiento que da forma y que ninguna criatura puede contemplar”. El origen de todo que es indefinible, el Ein Sof, sin límites, que no es objeto de revelación. El Ein Sof sueña y este sueño es la primera emanación, un punto que da forma al pensamiento, Keter, la corona, la sefirá superior, y Hokmah, la sabiduría, una materia muy sutil que da forma pero que no la tiene, los sabios de Israel le dan el nombre de simiente.

Continúa el mismo autor: “El misterio de la segunda letra del Nombre: es el misterio de la he y el misterio de Binah, la inteligencia o el discernimiento”.

Binah es la tercera de las sefirot superiores, todas ellas pertenecen al mundo de la emanación, Atzilut, antes de la Creación. De Binah se dice que es la Madre, la Sofía o Isis, el vínculo entre las sefirot superiores y las inferiores. “El misterio de la tercera letra del Nombre: es la vav, un misterio que está contenido en las seis sefirot inferiores, según el valor numérico de la letra vav”.

Dice Gikatilla, las seis sefirot inferiores son Guedulah, Geburah y Tiferet, Netza, Hod, y Yesod. Son las sefirot que se hallan en el ser humano. Están comprendidas en dos niveles cada vez más concretos: Beria, la creación, y Ietsirah, la formación, en el sentido de un alfarero que da forma a una materia.

Finalmente,  este autor se refiere a la última letra del Nombre y dice: “El misterio de la cuarta letra del Nombre es el de la última he, que es el misterio de Malkut, el reino, y es el misterio de la unidad de Dios, bendito sea… gracias a ella esta unidad existe”.

Malkut pertenece al mundo de Asiah, la acción, en Malkut, la corona, la primera sefirá, se coloca en su lugar, en el reino. El Nombre completo es el lugar de la existencia del Ein Sof, como se explica en una Haggada de Pesaj:

Como no podemos alcanzar el Ein Sof, el Santo bendito sea ha hecho un lugar que está llamado con un nombre que evoca la idea de límite, y aquí está la existencia del Santo bendito sea.

Esto sería al principio, pero qué pasa cuando esta unidad se rompe, cuando aparece la trasgresión o la separación. Entonces, dice Gikatilla, las tres sefirot superiores se separan de las inferiores para no contaminarse con su impureza y sus influencias deja de fluir sobre las sefirot inferiores. Para Gikatilla, Amalek sería la personificación del mal, él es quien domina en este mundo y es la causa de su angustia. Éstas son sus palabras:

“Si, Dios no lo quiera, las tres sefirot superiores dejasen de fluir, entonces el Templo sería destruido, el Palacio, quemado, y los hijos dispersados entre las naciones. […] Por eso El estandarte de Yah en la mano, YHVH en guerra contra Amalec de generación en generación” (Ex 17, 16) ¿Qué significa “de generación en generación”? significa que Amalec, el malvado, proviene del poder de la serpiente, allí se religa y de allí surge su fuerza. Cuando la serpiente primordial lanzó su impureza en Eva, Adán fue alejado de su fuente superior y fue separado de su Señor… Así se dice que la serpiente primordial y Amalec, golpearon juntos las dos últimas letras del Nombre VH, y que sus manos tocaron todo lo concerniente al Nombre, excepto las letras YH, pues no tenían ninguna posibilidad de alcanzar a los príncipes superiores.

En el texto aparece la separación del Nombre, YH que se pronuncia Yah por un lado, y HV que se pronuncia Hu por otro. Pero, cada vez que Amalec es derrotado, se recupera la unidad primordial, las sefirot superiores fluyen sobre las inferiores y las cuatro letras se reúnen en un Nombre único, en un Dios único: …y éste es el secreto de: Este día YHVH será Uno y su Nombre será Uno” (Zc 14, 9) por el Nombre completo YHVH, Yah, con , Hu”, afirma Gikatilla.

 

La unidad y Cattiaux

En la segunda parte del versículo que hemos visto al principio, Cattiaux escribe:

El agua asciende del abismo de muerte y desciende del cielo de vida, por la potencia del amor que une toda potencia en Dios. (M. R. 4,92),

que es otro modo de decir que las aguas superiores y las inferiores se reúnen por el poder del amor, no es por nada que los patriarcas siempre conocen a su esposa al lado de un pozo, y les da de beber del agua que contiene. Y a este versículo podría añadírsele ese otro que se refiere a lo mismo:

¿Comprenderemos que es el Único quien desciende y desciende siempre a fin de mostrarnos el camino de la vida que no perece? (MR 36,14)

 El que sube y el que baja se unen y aparece la maravilla del Único, o el Dios uno. En este contexto es imposible no referirnos a la Tabula Smaragdina que afirma que el que está abajo es como el que está arriba y que por ellos se hacen las maravillas de una sola cosa.

La segunda parte del nombre está compuesta por una vav y una he y se pronuncia hu, que quiere decir ‘él’, en hebreo, hu representa al justo, pero también al malvado, dependiendo de si este hu está unido con iah, la primera mitad del nombre o no. Hu representa al dibujo que permanece en el interior del ser humano, encolerizado porque le falta la ayuda semejante a él que es precisamente iah. En los tratados de alquimia se habla de la doncella Beiah que debe unirse en matrimonio con Gabritus de geber, ‘lo masculino’ en hebreo, o sea hu.

El sentido cabalístico de los cuentos de hadas

 Y ya que hablamos de bodas vamos a acabar con un cuento, los cuentos tradicionales siempre se refieren a este misterio. Son midrashes para niños, En este caso se trata del cuento de “Riquete del copete” que pertenece a una serie llamada Los cuentos de mi madre oca de Charles Perroult, son cuentos herméticos y sería interesante dedicarles una sesión. Algunos de ellos han sido comentados por Emm. d’Hooghvorst en El Hilo de Penélope

En el cuento se relata la historia de cómo un joven muy poco agraciado pero muy inteligente consiguió casarse con una joven muy bonita pero bastante tonta.

Emmanuel d’Hooghvorst relaciona este cuento con la separación del Nombre de Dios y añade que las dos partes, que están vivas, se buscan eternamente, errando por los mundos y que la obra de la cábala consiste en reunirlas. Explica que Iah está en el cielo donde se sueña, sin sentidos ni lugar donde fijarse. De la segunda, hu, dice que es el sentido y la palabra que el ser humano posee, pero en un estado lamentable y reducido a un conocimiento animal:

Las dos primeras letras, escribe, designan a un ser que se sueña y se piensa sin conocerse. Y las dos últimas, a un ser afeado por la concupiscencia de lo sensible en el exilio. Estos son el cielo y la tierra que debemos unir para formar el reino.

El cuento empieza con el nacimiento de Riquete, un bebé tan feo que su madre la reina por poco se desmaya nada más verlo, por suerte un hada que andaba por allí le concedió el ingenio y la sabiduría que iban a compensar su fealdad, y además le concedió el don de poder compartir ambas cualidades con la persona que amara.

Cierto tiempo después en el reino vecino nacieron dos niñas, una muy bella y la otra no tanto. La reina se sentía feliz al ver la belleza de una de sus hijas, pero la misma hada que también estaba presente, la entristeció al decirle que sería muy bella, pero muy simple, si bien también podría dar parte de su belleza a quien amara. La pequeña, no fue tan hermosa pero sí muy ingeniosa y no se dice nada de que un hada estuviera presente en su nacimiento. Estas do hijas representan al espíritu, la primera al espíritu no encarnado, desprovisto de sentido y por ello de conocimiento, la segunda sería el espíritu encarnado en el ser humano caído, tiene la experiencia de los sentidos, pero de unos sentidos vulgares, por eso parece más inteligente pero pronto pierde su interés y en el cuento ya no se hablará más de ella.

Pasan los años y un día en un bosque se encuentran Riquete y la princesa. El príncipe queda prendado de su belleza mientras que a ella le encantan las palabras que dice aquel ser tan feo pero que sabe tantas cosas. “Una bella, dice d’Hooghvorst, ha caído entrampada en gramática de amor. Es la escuela del bello lenguaje, tan grata a Virgilio y a Dante”.

Cada uno de ellos dos desea lo que el otro posee. Riquete le pide que sea su esposa y a cambio se concederá parte de su ingenio. La princesa, que es cortita, acepta pensando que cuando sea el momento ya lo arreglará. Y así fijan la boda para dentro de un año.

La princesa cada vez se vuelve más inteligente, todo el mundo se queda admirado con el cambio, pero al cabo de un año llega el día de la boda. Ella ni lo recuerda y, por casualidad, va a pasear por el mismo bosque, allí escucha un ruido de gente que está preparando un gran banquete, Riquete aparece entonces y le recuerda su promesa. La princesa no sabe cómo volver atrás, pero Riquete la tranquiliza diciendo que si lo único que le desagrada de él es su fealdad, ella también tiene el don de poderla compartir con quien desee. La princesa, que ya lo ama por sus palabras, le concede que se convierta en el príncipe más hermoso que se haya visto nunca.

De este modo, el amor que los reúne, a ella le da el sentido y a él la belleza. Un sentido encarnado unido a la pura belleza del cielo.

 

Por último, en la imagen superior se ve cómo el Tetragrama es entregado a Abraham para que él lo pueda transmitir. Hasta entonces era Elohim quien otorgaba las bendiciones, pero desde Abraham, la bendición o la trasmisión del Nombre está en manos de los patriarcas. Así pues, ¡ojalá encontremos un patriarca de nuestros días que pueda transmitirnos el Nombre!

Y ahora sí, colorín colorado este cuento se ha acabado.

Resumen de la charla posterior

 Respecto a los dibujos que se han mostrado su autor es Bruno del Mármol, que fue muy amigo de Emmanuel d’Hooghvorst y que añadía unos detalles herméticos y muy divertidos a los dibujos que ilustraban los artículos de d’Hooghvorst.

Hemos hablado de Elohim y de Adonai, ¿y Yavé? Yave sería el Tetragrama con una vocalización, pero eso lo decimos los cristianos, porque los judíos siempre que aparece el Tetragrama lo sustituyen por Adonai, el Señor, porque teóricamente si no existe el templo no se puede pronunciar.

Teóricamente estas pronunciaciones corresponden a los signos con los que se vocaliza Elohim y Adonai.

Pero, ¿qué es este nombre? Sería la reunificación de las dos letras que están fuera del ser humano con las que están dentro del hombre, es decir, la encarnación, la palabra o lo que es lo mismo el sentido purificado por la gracia del cielo.

En relación a la  la imagen y la semejanza, tenemos el dibujo, pero faltan los colores que animen o iluminen este dibujo. En cierto sentido podría decirse que es la palabra perdida, que está perdida porque no se puede pronunciar, le falta una voz que la pronuncie, Otra vez la falta de algo que no está en el hombre. No todo está en el hombre.

Es interesante también la relación entre el templo y la virgen como el lugar de la palabra, el arca de la alianza, aunque el arca quizá sería la propia pronunciación del nombre… Eso lo explicamos el otro día, los diez mandamientos que se guardaban en el Arco representan toda la Torá. Y también representan las diez sefirot.

Podríamos hablar un poco más de esta necesidad de que la obra se realice en un lugar cerrado, como el templo, o el matraz que aparece en los dibujos o la virgen… Los alquimistas dicen que la luz es abiótica, destruye la vida y por eso la gestación tiene que ser en la oscuridad, en el secreto. Los alquimistas cuando han puesto la materia dentro de su atanor, deben confiar en el propio proceso, la llamada fe del carbonero, el fuego hará su trabajo, pero de ninguna manera se debe levantar la tapa o mirar en su interior con una curiosidad malsana. Es una obra hermética en el propio sentido del término, porque no es el hombre exterior quien opera.

Un comentario anecdótico; según los rosacruces la oca o el pelícano destroza su propio vientre para alimentar a sus hijos, en el sentido de abrir lo que está dentro para ser proyectado al mundo. Es una imagen de Cristo.

La primera materia qué seria ¿la princesa, Riquete o los dos juntos? Quizá los dos juntos, la unión de los dos da lugar a la primera materia.

El problema es cómo de las lenguas semíticas traducimos al latín, que refleja el modo de pensar occidental, el término Dios, que es una palabra latina, indoeuropea de unos paganos, mitológicos, y lo que San Jerónimo hace es llamar Dios a uno de los nombres de Dios. Entonces, qué harán los cristianos, la Trinidad, Dios es todo, el Padre, el Hijo y el Espíritu santo. Entonces vienen los musulmanes y dicen: os habéis hecho un lío son el Padre y el Hijo y llaman a Dios Alá, Alá refleja estrictamente la idea de Dios. Pero para los cristianos y los hebreos ¿qué es Dios? Es solo el Padre o Cristo… Antes se ha explicado, no es un dios que está solito aburrido en el cielo…

Los cristianos nunca dirían la vivencia de Dios, sino la vivencia de Jesucristo, el Salvador, al igual que los hebreos de refieren al Nombre, al Tetragrama. A la revelación divina en el hombre. Y aquí está la gran complejidad de la conversión del hombre en Cristo.

De hecho, esta imagen del Señor en relación al hombre es todo el origen de la caballería, el caballero andante solo vive para servir a su Señor, que en este caso sería el Nombre de Dios, el Tetragrama. Esta esta es la auténtica caballería cristiana y también musulmana, el caballero que sirve a su Señor y cuya dama es Beya.

¿En El Mensaje Reencontrado, cuando Cattiaux escribe Dios o escribe el Señor también se refiere a esto? Exacto, pero debe decirse que Cattiaux no sabía nada de la tradición hebrea, sin embargo utilizaba estos dos matices.

En las tradiciones orientales la visión de Dios es más inmanente, mientras que en las occidentales es más trascendente, pero finalmente lo importante es la unión, la idea de la unión. Y eso es lo extraordinario, pues implica que, sin el hombre, Dios no existe, el hombre le da existencia.

D’Hooghvorst decía: “Una bella quedó entrampada en lenguaje de amor” esta fuerza del cielo que no puede expresarse sin la palabra del ser humano. La idea y la palabra.

El Gran Arquitecto del universo crea con su palabra, la palabra es acción. Logos spermatikos, la palabra es creadora, o debería serlo…