Resumen de la sesión del «Seminario del Pensamiento Hermético», a que tuvo lugar en el Ateneu barcelonès el día 13 de enero de 2023.

 Presentación

Para empezar, diremos que una cosa es el bestiario y otra el bestiario hermético, el cual es un asunto mucho más complejo. Por esta razón, la charla en modo alguno será exhaustiva ni sistemática, sino un acercamiento modesto a una cuestión que parece insondable. Intentaremos descifrar un tema que por su naturaleza no se presta a ser asido por el pensamiento racional.

Esperamos pues poder dar unas pequeñas claves para comenzar a viajar por el bestiario hermético, pero antes hay que decir que un tema cuya justificación en este seminario se encuentra en el capítulo “Resurrección” del libro La actualidad del hermetismo.

El universo es un símbolo

En primer lugar, intentaremos definir el significado de bestiario. Para ello tendremos que penetrar en la cosmovisión que hizo posible la creación de los bestiarios, en este caso la medieval. Se trata de una cosmovisión mítica, poética. Todo el Universo era símbolo. Se podría decir que los hombres del medioevo veían el mundo como un libro. Dios reveló las Escrituras, pero también escribió el libro de la naturaleza. En este libro, las criaturas son como palabras escritas por el Creador.

Un ejemplo de este concepto aparece en un poema de Alain de Lille, (c.1128-1202), teólogo y poeta francés perteneciente a la escuela de Chartres, en un momento en el que las catedrales se convirtieron en centros de saber. Leemos un fragmento del poema titulado “La rosa, símbolo de la fragilidad humana”:

Toda criatura del mundo,

es para nosotros como un libro, como un cuadro,

también como un espejo.

Es un símbolo fidedigno

de nuestra vida, de nuestra muerte,

de nuestra condición, de nuestro destino…

La escuela de San Víctor, situada en una abadía a las afueras de París fue otro ejemplo que en un determinado momento dio al mundo una serie de grandes pensadores, entre ellos el famoso Hugo de San Víctor, quien nos habla del ojo del corazón y nos recuerda que todo lo que vemos en el universo es un campo de investigación para descubrir el pensamiento divino.

Pero esta contemplación de la naturaleza tiene sus peligros de los que ya nos advirtió san Agustín de Hipona siglos antes:

Mis ojos aman las formas bellas, los colores esplendorosos y agradables, pero que no retengan ellos mi alma; que la retenga sólo Dios, quien ha creado todas estas cosas excelentes. Él es mi bien, no ellas. (San Agustín)

Por lo tanto, todas estas criaturas y cosas maravillosas de la naturaleza son solo un espejo para que el hombre pueda conocer a Dios a través de ellas y esto es lo que viene recogido en los bestiarios, lapidarios, etc., que son como palabras escritas en el libro de la naturaleza.

Un bestiario no es una enciclopedia de ciencias naturales, ni nace de la observación directa por lo que no se debe abordar de modo literal sino simbólico, y ello sucede desde antiguo, con Plinio, por ejemplo, cuando habla de los diminutos seres efímeros que nacen en la fermentación del vino y que mueren cuando les da la luz para referirse a la impermanencia de la vida. Los bestiarios serían entonces compilaciones de carácter mítico-simbólico que buscan aleccionar al ser humano. Los bestiarios hablan del alma y qué mejor para hablar de ella que a través de lo animado, de lo que tiene ánima, de los animales.

Las fuentes de los bestiarios

La serpiente de bronce. Grabado de Gustave Doré, s. XIX

 

Las fuentes de los bestiarios son muy antiguas y variadas desde la mitología clásica a los evangelios y la patrística. Pero existe una tradición original, anterior a las culturas concretas, que vehicula el simbolismo de los animales. Un buen ejemplo es el caso de la serpiente. Hemos convenido que la serpiente tiene que ver con la tentación e incluso con el mal. Y esto es cierto, pero no es toda la verdad sobre su simbolismo. Si nos fijamos nos acordaremos de un pasaje del Antiguo Testamento en el que una serpiente de bronce colgada de una percha curó a los israelitas. Ante este tipo de casos resulta evidente que el lenguaje simbólico es polisémico. Los símbolos no son conceptos, sino que se prestan a muchas interpretaciones, a veces incuso contradictorias.

Así, el ejemplo que hemos mencionado de la serpiente colgada de una percha es una prefiguración del Nuevo Testamento, cuando san Juan dice: Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto es necesario que sea levantado el Hijo del hombre. En este caso, la serpiente ha perdido su carácter negativo para convertirse en curativo, e salvador incluso. Recordemos también al dios de la medicina Asclepios con su báculo en el que se enrosca una serpiente. El dios tenia además una hija, llamada Higia (higiene), la cual portaba un recipiente con una serpiente, muy semejante a la copa de veneno que le dieron a beber a san Juan y que éste bendijo, acción tras la cual el veneno tomó forma de serpiente y salió de la copa. He aquí las dos fuentes para el emblema que aún podemos  ver en las farmacias.

Estatua de Asclepio, dios de la medicina. San Juan Evangelista con la copa y las serpientes. Detalle del Retablo de Gante, obra del pintor Jean Van Eyck

 

Esta riqueza de significados se puede conocer o descifrar por las fuentes, los textos tradicionales y los comentarios de los propios bestiarios. El más antiguo de ellos es el llamado Physiologus que probablemente se escribió en griego en Alejandría a principios de la era cristiana y que muy pronto se tradujo al latín. Sirvió de modelo para todos bestiarios de la Edad Media.

Los más famosos bestiarios

Dos de los más bonitos bestiarios que existen son el de Aberdeen (s. XII) y el de Oxford (s. XIII) El primero contiene la conocida imagen de Cristo durante el acto de Creación. En la Edad Media, el creador siempre es el Hijo, el Verbo, porque Dios crea con su Divina Palabra. Dios dice y las cosas son. En otra miniatura del mismo libro se ven a los animales y a otra figura imprescindible, Adán, quien está dando nombre a cada animal según su especie.

Izq. Dios Hijo crea a los animales. Der. Adán pone nombre a los animales. Bestiario de Aberdeen, S. XII

 

En el otro bestiario citado aparece una imagen de una ballena, miniatura muy célebre dentro de la imaginería medieval. El texto de la miniatura se refiere a un gran monstruo en el mar que cuando tiene hambre abre sus fauces y de ellas sale un aroma dulce que atrae a los pececillos que se arremolinan dentro de su boca, pero los peces grandes se mantienen alejados. Así tienta el demonio a los herejes y a los simples, se dice en el comentario, pero los peces adultos y sabios como Job no se dejan atrapar.

La ballena. Bestiario de Oxford, S. XIII

En este mismo bestiario aparece el método para cazar un unicornio, un animal al parecer feroz y desconfiado y al que solo puede acercársele una virgen. Así, para cazarlos (su cuerno era un bien muy preciado) se empleaba una doncella como anzuelo. A partir de aquí aparece una iconografía de estos animales dócilmente tumbados en el regazo de éstas muchachas que, en iconografías posteriores, se convierten en la Virgen y el cazador que persigue al unicornio en un ángel montero que conduce a unos perros que devienen virtudes del alma a la búsqueda del unicornio, esto es, de Cristo.

La caza del unicornio. Bestiario de Oxford, S. XIII.

En el mismo bestiario de Oxford aparece una imagen muy famosa, el Cristo en Majestad con el Tetramorfo en las esquinas. Estos animales o formas son los símbolos de los cuatro evangelistas, aunque no hay un consenso hasta muy tarde a la hora de saber  qué criatura corresponde a cada cual. Finalmente se conviene que el ángel representaría a Mateo, el toro a Lucas, el león a Marcos y el águila a Juan.

El Tetramorfos aparece ya en la visión de Ezequiel como los cuatro vivientes; una visión muy similar a la que tiene Juan en la isla de Patmos. En este caso, ya dentro de la tradición cristiana, el Tetramorfo se interpreta como los aspectos de la vida de Cristo: un hombre-ángel que es sacrificado como un toro, que resucita como un león y que se eleva hacia el cielo como el águila. Otro animal identificado con la figura de Cristo es el pelícano, que se hiere a sí mismo para alimentar a sus polluelos, como Cristo ofreció su sangre en la cruz por el género humano. Un sacrificio que conduce a una muerte y a una resurrección, la cual viene representada por otra criatura  habitual en los bestiarios: el ave fénix que renace de sus cenizas.

Cristo en majestad rodeado del Tetramorfo. Bestiario de Aberdeen, S. XII

 

Penetramos, pues, en el Bestiario de Cristo, y en este sentido os recomiendo los dos volúmenes escritos e ilustrados por Louis Charbonneau-Lassay titulados “El bestiario de Cristo”, editado por Olañeta. Insistimos, los bestiarios son textos simbólicos que generalmente tienen que ver con la mística, la teología la moral e incluso con la alquimia. Los textos herméticos toman la simbología de estos animales para velar y desvelar los procedimientos y las materias de la obra. Son textos que llevan un poco más allá los sentidos simbólicos de las criaturas animales.

La alquimia

El misterio crístico, ya se ha dicho en este seminario muchas veces, está conectado con la alquimia: la regeneración del alma, del espíritu y del cuerpo y el conocimiento de los secretos de la materia, lo que nos lleva a otro animal del que ya hemos hablado pero del que aún no hemos dicho algo muy importante: representa a la materia que no tiene ni principio ni final, nos referimos a la serpiente que se muerde la cola o Ouroborus, a veces con patas o de dos colores simbolizando, quizá, el fijo y el volátil.

Ouroborus. Fol. 279 of Codex Parisinus graecus 2327, 1478

 

Por último, volvemos a encontrar la serpiente de Moisés en un tratado de alquimia en el que se dice que ésta simboliza la fuerza curativa del elixir mercurial, o lo que es lo mismo, de Cristo crucificado.

La serpiente de Moisés. Uraltes chemisches Werk, obra del Pseudo Abraham Eleazar, 1760

 

La serpiente junto al fénix y al pelícano aparecen en Figuarum Aegyptiorum Secretarum, una obra alquímica tardía, del siglo XVIII. La imagen buscar ser una alegoría  de la unión de los dos principios en el Opus.

Figuarum Aegyptiorum Secretarum, siglo XVIII

 

Por último, comprobamos como en la Biblia Pauperum o de los pobres, que vincula escenas del antiguo y nuevo Testamento que poseen el mismo significado simbólico, aparece la resurrección de Cristo flanqueada por una imagen de Sansón rompiendo las puertas de Gaza y Jonás saliendo del vientre de la ballena. Para profundizar en el sentido hermético de la resurrección y su vínculo con la ballena de Jonás, recomiendo la lectura atenta del capítulo así titulado de libro que nos une, “La actualidad del hermetismo”.

Biblia pauperum’ de Esztergom (Hungría) c. 1465

Coloquio posterior

 En esta imagen del bestiario hermético, vemos en la parte superior unas criaturas coronadas, en el centro los colores de la obra alquímica, el negro inicial representado por el cuervo. Los colores de las metamorfosis, representados por el pavo real, y el rojo con el dragón de fuego. En la imagen aparece también el atanor u horno, el lugar donde se producen las trasformaciones de la materia, y que debe estar completamente cerrado hasta el final, de aquí proviene también la palabra “hermético” como aparece en el diccionario, herméticamente cerrado.

Existe un libro sobre el bestiario que aparece en los capiteles del claustro de San Cugat que es absolutamente extraordinario. Lo escribió un musicólogo llamado Marius Schneider y se titula “El origen musical de los animales símbolo”. En él se dice que todo el universo es música, es vibración y que cada nota musical puede ser asimilada a un animal. Así pues, pasear por el claustro de San Cugat o cualquier otro, sería como escuchar la música de las piedras, el canto de la arquitectura.

En San Cugat existen 144 capiteles, es decir doce por doce, como la altura expresa en codos de la Jerusalén celestial. Schneider empezó a ver las equivalencias entre las notas y los animales en la India y para encontrar las equivalencias con Occidente se valió de un tratado de un jesuita que lo hizo en el s. XVII, Athanasius Kircher. Lo curioso es que Schneider entregó la partitura del claustro a los responsables del monasterio quedando olvidada hasta que después de la muerte de Schneider se descubrió un himno del siglo XIII dedicado a San Cugat que correspondía casi completamente a la partitura de Schneider. Éste estudió otros claustros como el de Girona y el de Ripoll, identificando las melodías que representaban los animales.

Este musicólogo fue amigo del poeta Juan Eduardo Cirlot e influyó grandemente en él para la escritura del “Diccionario de símbolos”, pues es vital entender que el universo es una máquina siempre en movimiento y que produce una música, los platónicos la llamaban la música de las esferas, y en el hombre es la palabra, la música reiterativa de la palabra en los Salmos, por ejemplo.  Por eso es importante la clase de hoy, pues si no entendemos el bestiario medieval, que a su vez se basa en la Antigüedad, no podremos entender la simbología alquímica.

Hay una obra alquímica también muy interesante titulada “Atalanta fugiens” de Michael Maier en donde aparece todo un bestiario además de otra simbología alquímica, y cada página contiene un grabado, una leyenda y un fragmento musical que se refiere al grabado, es realmente una obra de arte completa.

Estos animales míticos, sobre todo los coronados ¿tienen que ver con el bestiario popular que aparece en las fiestas mayores? Es evidente que sí, entre otras cosas porque lo popular no tiene nada de popular sino que deriva de una sabiduría, en este caso del bestiario.

Para terminar quizá debería decirse que todo el bestiario, y en general todos los símbolos, son una referencia a la figura de Cristo, o dicho de otro modo, a la regeneración del género humano. Las serpientes en el caduceo de Mercurio, por ejemplo, representan las energías de la kundalini.

La alquimia es una síntesis de este conocimiento y sobre todo de las transformaciones o metamorfosis de la materia, de los metales impuros en metales puros y vivientes.