Cuento zen en imágenes. La búsqueda del propio espíritu, representado por un buey. Edición, Raimon Arola y Lluïsa Vert

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Presentación

“El buey y el boyero”, es un texto ilustrado atribuido al monje Shübun (1432-1460) quien, según los especialistas, se habría inspirado en otra versión más antigua del maestro Guo’an Shiyuan. Los textos que acompañan a las imágenes tanto en prosa como en verso, se deben a Zekkai Chushin (1336-1405), abad del monasterio de Shokoku-ji de Kioto, donde aún se guardan los dibujos originales. Lo acompañamos de una versión más simplificada. Estas imágenes representan una forma del Dharma o enseñanza simbólica a la que nos referiremos al final.

 

1. La búsqueda del buey. Cuando salió en busca del buey, que nunca estuvo perdido, el boyero se alejó de sí mismo y acabó extraviado en lugares desconocidos. “En un yermo infinito, el boyero camina sólo entre las hierbas en busca de su buey”. 2. Encontrar las huellas. Después de escuchar la enseñanza, el boyero ha aprendido parte de la verdad. Ha encontrado las huellas. “Las huellas del buey están agrupadas aquí y allá, bajo los árboles a la orilla del agua”.

3. La visión del buey. El boyero, tras escuchar el bramido, de repente ve al buey y al contemplarlo se percibe a sí mismo. “El canto del ruiseñor se estremece en la copa de los árboles…Ya no existe un lugar donde el buey pueda esconderse”. 4. Capturar al buey. Por primera vez el boyero se topa con el buey que estaba oculto en el yermo. Pero el buey se siente bien allí y el boyero deberá domarlo para conducirlo al establo. “El boyero, tras muchos esfuerzos, ha capturado al buey. Ni por momento debe soltar las riendas

5. Domar al buey. Ningún pensamiento debe enturbiar la mente del boyero, sin vacilación ha de sostener las riendas. “El boyero no debe dejar ni por un momento el látigo o las riendas, pues, de otro, modo el buey saldría de estampida levantando una nube de polvo”. 6. El retorno montado sobre el buey. El combate ha terminado. El boyero toca la flauta y canta montado sobre el buey que camina ya sin riendas. “El boyero conduce al buey al establo, lenta y delicadamente”.

7. Desaparece el buey y sólo queda el boyero. La dualidad ha desaparecido, el buey sólo era el anzuelo para alcanzar el secreto. “El boyero ha vuelto a casa con el buey. Ya no hay ningún buey. El boyero se sienta sin hacer nada”. 8. Olvido del buey y el boyero. Los deseos han sido olvidados y el significado de la santidad se ha quedado vacío. “Lo sagrado y lo profano han desaparecido, el camino se termina sin dejar rastro”.

9. Regreso al origen. Desde el principio era puro. Sentado contempla el cambio de las cosas. “Con el regreso al fondo, al origen, el boyero lo ha completado todo”. 10. Vuelta al mercado. La puerta de la cabaña nadie podría descubrirla, está sepultada al igual que su naturaleza iluminada. A veces pasea por el mercado o visita las tabernas para hacer que los borrachos despierten a sí mismos.“Entra en el mercado descalzo y con el pecho descubierto… Sin tener que humillarse obrando prodigios, de pronto hace florecer árboles marchitos”.

El Dharma.  (Fragmento extraído de un texto de Daido Loori titulado  Estudiar el Dharma)

Los budistas a menudo hablan del dharma, una palabra sánscrita difícilmente traducible que frecuentemente es dejada tal cual en occidente, pero que podría vagamente reflejarse como “enseñanza”. El dharma es uno de los Tres Tesoros o Tres Joyas del budismo: El Buda (El despertado), el dharma (la enseñanza) y la sangha (la comunidad).

Dharma, una palabra sánscrita que podría vagamente reflejarse como “enseñanza”.

En su contexto indio primitivo el dharma designa a la vez la ley, el orden, la condiciones pro igualmente el deber y la buena conducta. En una perspectiva budista la significación de este término se modifica en una doble dirección. De entrada designa la condición de la existencia en un sentido amplio. Se habla de los dharma (en plural), dicho de otra manera, los diferentes fenómenos físicos o mentales experimentados. La lista más común cataloga cien dharma que recubren la totalidad de estos fenómenos. Pero nuestra existencia está lejos de la abstracción de listas y catálogos y podría simplemente volcarse dharma como “la vida”. La enseñanza del budismo empuja en la vida para volver sin cesar a ella, ensancharla y despertarla. El dharma designa de esa forma, en las tradiciones budistas, el conjunto de enseñanzas y métodos disponibles.

El dharma designa, en las tradiciones budistas, el conjunto de enseñanzas y métodos disponibles para despertar la vida.

El dharma reúne siempre estos dos sentidos, la vida y la enseñanza de la vida. En esta perspectiva que une la vida y su enseñanza, estudiar el dharma significan pues estudiarse a si mismo, y todos los métodos y enseñanzas budistas que nos invitan a esclarecer la existencia. El estudio del dharma no es la adquisición de un saber sino la trasformación de la propia vida, incluso si el estudio también pasa, concretamente, por la profundización de los textos y las escrituras.

El Zen ha presentado el dharma de una forma original y posee sus propias enseñanzas, que son de gran riqueza. Si hoy en día un estudiante de la vida busca entrar en esta tradición, cuatro aspectos de su enseñanza parecen tener, de entrada, que ser estudiados. Se podrían seleccionar otros, pero estos son los más esenciales, pues forman las puertas de entrada de esta tradición; se trata del espíritu del despertar, de la relación maestro-discípulo, de la meditación y de los preceptos. Para el Zen es por un estudio real de estos cuatro aspectos del dharma que se entra en la profundidad de la vida.

Cuatro aspectos del dharma son los más importantes: espíritu del despertar, la relación maestro-discípulo, la meditación y  los preceptos. 

Imagen del Centro Zen Barcelona