En busca del encuentro entre la mística medieval y la filosofía contemporánea, a partir de un capítulo de Ernst Benz, autor del libro “Mística y romanticismo”. Lo ilustramos con imágenes alegóricas. Edición Raimon Arola y Lluïsa Vert.

 

Presentación

En el capítulo “Las fuentes místicas de algunas ideas fundamentales del idealismo alemán” Ernst Benz pone en relación a los filósofos idealistas alemanes, en especial a Schelling, con la doctrina mística de la “chispa del alma”, que enseñó el Maestro Eckhart. En otros capítulos del libro, Benz relaciona la filosofía del siglo XIX con la cábala y la alquimia de Jakob Böhme, y, sobre todo con la masonería de Louis-Claude de Saint-Martin. En estos casos, los filósofos llamados idealistas se alejan del Absoluto exterior al hombre que predicaba Descartes y profundizan en el Absoluto interior: la “chispa del alma”-

 

Texto de Ernst Benz

No todos los filósofos idealistas alemanes fueron idealistas en el sentido propio de la palabra. No solo hay diferencias notables en la concepción del idealismo de los diferentes sistemas de Kant y Fichte a Hegel y Schelling, sino que los mismos filósofos sufrieron una evolución de sus ideas fundamentales. Schelling, en particular, superó muy pronto su fase puramente idealista y volvió a una interpretación más bien realista del universo, o, más exactamente, a lo que él llamaba ideal-realismo, Idealrealismus. Existen, no obstante, rasgos comunes a todos esos pensadores, y la palabra “idealismo” es también la fórmula más simple para expresar la especificidad que los caracteriza. La fórmula es tan verdadera y tan falsa como la mayor parte de las generalizaciones de esta índole. El carácter esencial de la filosofía idealista alemana es que no son ya los objetos de la realidad los que se consideran la base de la interpretación de esa realidad, sino la conciencia del hombre, el espíritu que se ha vuelto consciente de sí en el hombre, el Yo. La filosofía idealista progresa desde la base de la ontología clásica hacia el descubrimiento de la personalidad humana como centro de todo conocimiento y de toda actividad. El Absoluto, visto por los filósofos de los siglos anteriores en un más allá transcendente y lejos de nosotros, se realiza en la conciencia del ser humano, en el espíritu consciente de sí, en el Yo. El acto intelectual es entendido como un acto creador del Yo, en el que el Yo, según la filosofía de Fichte, “establece”, setz, el mundo. Dios, ley absoluta y universal, se realiza en el espíritu humano, el Espíritu Absoluto, según Hegel, llega a su consciencia y a su realización en el hombre. El mundo espiritual no es ya, como en Descartes, un mundo de abstracciones, sino una manifestación tangible de Dios, a la manera del Maestro Eckhart.

El carácter esencial de la filosofía idealista alemana es que no son ya los objetos de la realidad los que se consideran la base de la interpretación de esa realidad, sino la conciencia del hombre, el espíritu que se ha vuelto consciente de sí en el hombre, el Yo

Ahora bien, este paso decisivo de la filosofía moderna fue preparado por la mística, y sobre todo por la doctrina mística de la “chispa del alma” o “en el alma”, scintilla in anima, el Seelenfunken, como enseñó el Maestro Eckhart.

Esta idea no es nueva en él, salió de la ontología tomista enseñada en la Universidad de París, centro del tomismo de la Baja Edad Media. Die Wacht am Sein, de la que hablaba de forma inspirada Gabriel Marcel, tiene tradiciones mucho más antiguas en París que en Colonia o en Friburgo. Sin embargo, en el Maestro Eckhart la idea de la chispa del alma tiene un sentido particular, no es en él un descubrimiento intelectual, sino que nace de una experiencia mística personal, de la experiencia propia de la unión mística con Dios. No podemos poner en duda su legitimidad, aunque no la hayamos experimentado. La historia del misticismo cristiano nos muestra que esta experiencia es un hecho, independientemente de todas las teorías sobre su posibilidad y su legitimidad.

Mediante esta idea de la chispa en el alma, el Maestro Eckhart trata de reconstruir esa experiencia de unión por el intelecto en categorías lógicas, dando de ella una explicación y una interpretación racional. Es una regla general y un fenómeno típicamente humano el tratar de explicar y dar cuenta, a posteriori, del origen y el desarrollo, así como de los supuestos metafísicos o psicológicos, de toda experiencia religiosa verdadera, de todo encuentro del hombre con lo transcendente, que inicialmente se experimenta, en general, como una experiencia que desborda nuestras sensaciones normales y nuestros conceptos habituales. Así, el Maestro Eckhart desarrolló la idea de Seelenfunken para explicar o interpretar su experiencia de unión con Dios. ¿Qué quiere decir esta expresión de «chispa en el alma»? Hay algo innato en el alma humana creada, “el castillo del alma”, “la cima del alma”, “el ápice del alma”, “la chispa del alma”. Es en esa chispa donde se realiza la unión entre Dios y el alma humana, donde Dios y el alma se tocan. En esta chispa, el propio Dios engendra a su Hijo, allí se realiza, se actualiza totalmente, allí entra con toda la plenitud de su ser.

¿Qué quiere decir esta expresión de «chispa en el alma»? Hay algo innato en el alma humana creada, “el castillo del alma”…

Pero el Maestro Eckhart describió esta experiencia de unión que se actualiza en la chispa del alma, no solo desde el lado de Dios como su irrupción o afluencia en el alma humana, sino también desde el lado del hombre como elevación y ascensión del ser humano a través de ese “ápice”, hasta el punto en que el alma así elevada y exaltada no solo participa de la vida interior le Dios, sino también de su actividad creadora y salvadora.

En esta idea audaz según la cual el místico, en su estado de unión con Dios, efectúa él mismo la obra creadora de Dios, se anuncia por vez primera ese paso decisivo del que acabamos le hablar, el acto por el que la base del entendimiento de la realidad se transfiere de la transcendencia divina al alma humana, y esto sucede en la chispa, en la cima más sublime de su intelecto, en el acto intelectual mismo. El Maestro Eckhart dice:

Hay una fuerza en el alma que actúa siendo una con Dios. Crea y hace todo con Dios y no tiene nada en común con ninguna otra cosa. Engendra con el Padre al mismo Hijo único, denselben eingeborenen Sohn. Allí donde el tiempo no entró jamás, donde los rayos de las imágenes no entraron jamás, en lo más íntimo y lo más sublime del alma, allí Dios crea el mundo entero. Todo lo que Dios creó hace 6.000 años y que seguirá creando en el milenio próximo si el mundo sigue existiendo tanto tiempo, todo eso lo crea Dios en lo más íntimo y lo más sublime del alma. Todo el pasado y todo el futuro lo crea Dios en lo más íntimo del alma.

Todo lo que Dios creó hace 6.000 años y que seguirá creando en el milenio próximo si el mundo sigue existiendo tanto tiempo, todo eso lo crea Dios en lo más íntimo y lo más sublime del alma.

En esas palabras encontramos la primera alusión a la doctrina idealista según la cual el Espíritu Absoluto creador se realiza y se actualiza en el alma humana, que abandona así su ser particular y deviene pura:

En el nacimiento eterno, el alma deviene pura y una. En efecto, su ser es entonces el mismo que el de Dios. Ese ser es un comienzo de cada obra hecha por Dios en los cielos y en la tierra. Es el origen, Ursprung, y la fuente de todas las obras divinas.

Eckhart da incluso un paso más hacia la filosofía idealista: en el alma, es decir, en ese acto supremo de la conciencia, realiza-do en la unión mística, el hombre se crea a sí mismo. Eckhart habla de una Selbstschöpfung, “autocreación” del hombre. Dice Eckhart:

Allí yo fui mi causa primera, fui la causa de mí mismo, allí me quise a mí mismo y no quise otra cosa, fui lo que quise, y lo que quise, eso fui. Pues en esta esencia de Dios, en la que él está elevado por encima de toda esencia y de toda diferencia, allí fui yo mismo y me reconocí como creador de este hombre, y a causa de eso soy la causa de mí mismo según mi ser que es eterno, pero no según mi devenir, que es temporal, y por eso soy ungeboren, un ser que no ha nacido jamás, y que, por tanto, jamás puede morir.

En esta tentativa audaz y paradójica de Eckhart de dar una explicación intelectual de su experiencia mística, los atributos tradicionales de Dios se transforman en atributos del yo deificado o más que deificado, puesto que devenido idéntico al Hijo único de Dios nacido en el alma. El místico que participa del mundo inteligible y de sus fuerzas creadoras se descubre como principio creador, y esto entendido incluso en el sentido de creador de su propio yo, en el centro del universo.

El místico que participa del mundo inteligible y de sus fuerzas creadoras se descubre como principio creador, y esto entendido incluso en el sentido de creador de su propio yo, en el centro del universo

Pero no olvidemos que estas ideas del Maestro Eckhart son intentos de interpretación y de entendimiento muy arriesgados de su experiencia mística, la expresión intelectual audaz de una exaltación mística sublime, experimentada quizá pocas veces en su vida, que lo lanzó más allá de la conciencia de su ser de criatura, arrastrándolo a los brazos de Dios.

Sin embargo, por esta interpretación intelectual de su experiencia mística, Eckhart preparó una forma de pensamiento que fue desarrollada más tarde por la filosofía idealista para devenir la idea del Yo creador y de la fuerza creadora del espíritu del Yo, que «establece» el mundo y que «se establece» a sí mismo. Se puede demostrar que el concepto idealista del Yo en Fichte está directamente influido por las especulaciones del misticismo alemán de la Edad Media, como ha demostrado Von Bracken en su libro sobre Fichte y el Maestro Eckhart. Pero encontramos en Franz von Baader los mismos testimonios de una relación directa con las tradiciones místicas antiguas. Baader toma la misma doctrina de la chispa del alma y del nacimiento del Hijo en el alma como punto de partida de sus especulaciones. Reprueba expresamente la opinión, extendida ya en aquella época, de que la intención propia del misticismo sea ahogar y disolver el Yo en la experiencia de la unión. Dice Baader:

Si los místicos hablan de una inmersión de la criatura en Dios, no hablan sino de la abolición, abrogación o supresión de la Selbheti mala, de la personalidad mala, del yo malo, y esto se entiende en el sentido de que en esta abrogación, Aufhebung (del yo malo), el Yo verdadero, la verdadera personalidad, die wahre Selbheit, deviene el lazo de la unión.

Es decir, en la unión mística con Dios, el Yo absoluto y universal, el místico pierde su yo malo, su ego limitado, su yo limitado, para recibir en la unión su Yo universal, la imagen de Dios, el Hijo único.

Dios se eleva inmediatamente en el Yo a la potencia de su divinidad a medida que el yo acaba por elevarse a la potencia del Yo verdadero.

Baader expresa luego la misma idea por unas palabras de Tauler, en las que la experiencia del nacimiento de Dios en el alma se interpreta ya en un sentido idealista:

El hombre no puede ser bueno más que participando en la naturaleza divina Esto no sucede más que cuando el Dios que vive más allá del mundo desciende a él en este mundo, es decir, cuando ese Dios se ha encarnado en él…

Tus esfuerzos para asimilarte a lo divino serán vanos por toda la eternidad si primero no te has apropiado lo divino, es decir, si no brota en ti mismo la fuente de la genialidad creadora.

El místico que experimenta la unión con Dios y que participa en esta unión con la obra creadora de Dios es interpretado por el filósofo idealista como el genio cuya genialidad creadora refleja el hecho de que el Espíritu Absoluto se realiza y actualiza en él en la “visión central”, el Blick ins Wesen alter Wesen. Esta interpretación del genio es ya el resultado de una transformación que no puede ser considerada desde el punto de vista teológico sino como signo de una secularización progresiva. En la generación siguiente del Sturm und Drang, el concepto de genio se arrancará a su contexto cristiano. Pero incluso en ese caso, el genio, comprendido en el verdadero sentido idealista, es heredero de la mística, y la “visión central” de la filosofía idealista es el reflejo directo de la experiencia mística. Por último, la propia terminología de la filosofía idealista religiosa se ha tomado conscientemente del lenguaje con que los místicos interpretaron su experiencia mística de divinización. No es por azar que Fichte no desarrolle sus ideas solamente en tratados sistemáticos, sino también en su Anweisung zum seligen Liben, “Introducción a la beatitud” o “Guía espiritual a la beatitud”. El título recuerda ya la tradición literaria del misticismo, que produjo un gran número de “guías espirituales”, leídas sobre todo en los círculos del pietismo alemán, serie que comienza con la traducción de la “guía espiritual” de Molinos por parte de August Hermann Francke, fundador del pietismo alemán, y que termina en Fichte con la interpretación idealista de la experiencia mística como experiencia de inmersión del yo, liberado de toda voluntad propia y de todo egocentrismo, en el puro ser divino.

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