Nota sobre la influencia del esoterismo en el arte del siglo XX, publicada por J. García Blanco en su blog Ars Secreta (http://arssecreta.com/).

blanc.1 - copia2En otras ocasiones ya hemos hablado del interés que mostraron algunos artistas de finales del siglo XIX y comienzos del XX por determinadas corrientes esotéricas, ocultistas e incluso por distintas facetas de la parapsicología. Es el caso, por ejemplo, de los simbolistas Carlos Schwabe y Jean Delville, o del célebre Piet Mondrian. Hoy quería repasar brevemente la faceta menos conocida y divulgada del pintor de origen checo Frantisek Kupka (1871-1957).

 

Aunque no es muy conocido por el gran público, hoy los historiadores del arte reconocen a este magnífico artista como uno de los “padres” de la abstracción, aunque muchas de sus obras más tempranas poseen un marcado espíritu simbolista. Sin embargo, ese reconocimiento tardó en llegar y Kupka apenas pudo disfrutar de él en los últimos años de su vida.

El pequeño Frantisek vino al mundo en Opochno, Bohemia oriental, en 1871. Ya desde muy pequeño demostró poseer unas grandes aptitudes para el dibujo, y su propio padre le aleccionó en un primero momento. Con sólo 13 años decidió abandonar el colegio (parece ser que no mostraba gran interés por el estudio), y entró como aprendiz en el taller de un guarnicionero. Fue este personaje quien, al parecer, le inició en el interés por el ocultismo y ciertas doctrinas esotéricas. De forma paralela, su mentor también apreció las grandes dotes artísticas del joven Kupka, y le alentó para que intentara ingresar en la Escuela de Artes Aplicadas de Jaromer. Con 18 años pasó a ser aprendiz del pintor nazareno Frantisek Sequens y, al mismo tiempo y para ganarse la vida, Kupka ejercía como médium en sesiones espiritistas. No se trataba de una práctica fraudulenta o un timo para incautos, sino que el joven pintor estaba realmente convencido de sus habilidades como intermediario con el más allá…

Para ganarse la vida, Kupka ejercía como médium en sesiones espiritistas, pues realmente estaba convencido de sus habilidades como intermediario con el más allá.

Después de haberse licenciado en Praga, Kupka viajó hasta Viena, también con la intención de completar sus estudios en la Academia de la ciudad. En aquellos años, la urbe es un hervidero de cultura, y cuenta con la presencia de personajes como el pintor Gustav Klimt o Sigmund Freud. Fue precisamente durante su estancia en Viena cuando Kupka profundizó aún más en su interés por el esoterismo. Allí se integró en una sede de la Sociedad Teosófica, y aumentó sus ya de por sí numerosas lecturas.

En 1895 continuó con sus viajes y llegó, por fin, a París, la ciudad en la que residiría durante gran parte de su vida, aunque nunca se desvinculó del todo de su patria (de hecho, llegó a participar en la Primera Guerra Mundial y alcanzó el grado de capitán junto con las tropas checas). En la ciudad del Sena tuvo la oportunidad de codearse con los grandes artistas que vivían en la capital en aquella época. En aquellos primeros años en la “ciudad de la luz” Kupka practicaba asiduamente la meditación, y su estudio era un remanso de paz, con una atmósfera propia de un lugar sagrado.

Kupka practicaba asiduamente la meditación, y su estudio era un remanso de paz, con una atmósfera propia de un lugar sagrado.

Durante todo ese tiempo, mantuvo sus particulares creencias esotéricas, espiritistas y religiosas, que le acompañarían hasta el final de su vida y que influyeron notablemente en su creación artística, tal y como han reseñado algunos estudiosos:

“El interés de Kupka por la espiritualidad significaba que se creía a sí mismo capaz de dividir su conciencia durante las sesiones de espiritismo y ver el mundo desde afuera. Años antes de las primeras fotografías de la Tierra tomadas desde el espacio, Kupka pintaba lo que creyó eran ‘visiones’ del Cosmos. Aunque Kupka nunca aseguró que sus visiones interiores fueran algo más que fragmentos que ‘flotaban en nuestras cabezas’, él creyó que su visión clarividente le prestó una trascendencia que le permitía inspeccionar el Cosmos.” (1)

Kupka no sólo llegó a pintar lo que creía observar durante sus “viajes astrales”, sino que también creó algunas de sus obras directamente influido por los trances mediúmnicos que experimentaba durante las sesiones de espiritismo. Y, del mismo modo, también aplicó sus creencias teosóficas en muchas de sus obras:

“Como teósofo, Kupka habría conocido las publicaciones de Besant y Leadbeater, particularmente aquellas relacionadas con los esotéricos ‘pensamientos creadores de forma’, y tal literatura ocultista apoyó el interés de Kupka por ‘dimensiones más elevadas’, y su creencia en una realidad vital, compleja, oculta bajo la superficie de realidad..”(2)

Algunas de sus obras más sugerentes, y en las que se aprecian sus particulares creencias son:

El principio de la vida (1900-1903), en el que toca el tema budista de la flor de loto como símbolo del alma, “intentando operar una síntesis entre la tradición espiritualista y la visión científica de su época (el feto está unido a la flor de loto por un cordón umbilical” (3).

El ídolo negro o El desafío (1903), de aire fantástico y sobrenatural. Según algunos autores, como Gibson, esta aguatinta podría haber influido a Francis Ford Coppola a la hora de crear su castillo de Drácula.

The lotus soul (1898), igualmente vinculada con la idea de la flor de loto y el alma.

La vía del silencio (1900). Otra obra de carácter fantástico, con las inquietantes esfinges y el cielo estrellado.

Como podéis ver, la obra de Kupka –tanto la figurativa como la de su etapa abstracta– constituye otro magnífico ejemplo de cómo el esoterismo influye de forma esencial en algunas creaciones artísticas. Y que, precisamente, algunas de estas creencias fueron un elemento común entre numerosos artistas de vanguardia, como Mondrian, Kandinsky y otros que tendremos la oportunidad de ir viendo por aquí. Para mí, el caso de Kupka resulta especial, pues al no ser tan reconocido por el gran público, creo que merece el pequeño y modesto homenaje que supone hablar de él en este espacio.

 

Bibliografía y fuentes:

-BAAS, Jacquelin y JACOB, Mary Jane. Buddha mind in contemporary art. University of California Press, 2004.

(1)-MEECHAM, Pam y SHELDON, Julie. Modern art: a critical introduction. Routledge ed.

(2)-MOFFIT, John F. Alchemist of the Avant-garde. The case of Marcel Duchamp. Inc NetLibrary, 2003.

(3)-NERET, Gilles & GIBSON, Michael. El Simbolismo. Ed. Taschen. Colonia, 2006.