Sesión a cargo de Pere Sánchez Ferrer, Luís Vega ha transcrito la cuarta conferencia del ciclo “El Mensaje Reencontrado y las fuentes tradicionales” realizada en la Biblioteca Pública Arús. Al final de la transcripción está la información del ciclo.

«Los que son instruidos por Dios reconocen las religiones y las iniciaciones de los hombres, pues son ellos quienes las instituyen cuando faltan y quienes las enderezan cuando se desvían.»           (El Mensaje Reencontrado XVI, 6)

Hoy vamos a hablar de las iniciaciones, que son tan antiguas como las culturas y las civilizaciones. Su presencia es perceptible en todos los continentes. Los testimonios que nos han quedado de esa forma de transmitir la sabiduría son abundantes, aunque muy fragmentarias y, a menudo, mal comprendidas.

Algunos milenios antes de la era cristiana ya existían en Mesopotamia y Egipto organizaciones de carácter iniciático. En Grecia tomaron el nombre de lo que en nuestra lengua llamamos Misterios, palabra que proviene del griego mysterios, μυστεριος, que significa ‘iniciación’; y  mystes (μύστης), ‘iniciado en los misterios’. Dichas sociedades de misterios o iniciáticas, a menudo estaban vinculadas a centros espirituales como Eleusis y oraculares como Delfos. Vamos a intentar definir los términos:

La humanidad ha creado dos formas de organizaciones espirituales: la Iglesia y la Escuela.

La Escuela es la forma propia del fenómeno iniciático. Evidentemente, dichas instituciones son humanas, pero su origen y su fundamento son divinos, pues fueron los antiguos (o modernos) sabios quienes las crearon, bajo la inspiración del Único Espíritu.

Las escuelas de misterios crearon las religiones, y éstas las civilizaciones. Los ejemplos de este proceso son conocidos, pues así ocurrió en Egipto, en Grecia y en el cristianismo, que en su origen era una «religión de misterios».

Sin el don de Dios no existe verdadera iniciación, aunque es cierto que en una ceremonia iniciática tradicional se transmite una influencia espiritual transformadora.

El secreto y el silencio son factores esenciales y propios de las sociedades de esa naturaleza.

Las diferentes escuelas, ritos, ceremonias y doctrinas, en realidad enmascaran que de hecho no existe más que una única iniciación, desarrollada en diferentes grados, cualidades y funciones.

Su significado profundo es hermético, es decir, cabalístico y alquímico.

Estamos ante un verdadero ecumenismo, fundamentado en la única raíz de la que surgen todos los sistemas iniciáticos y todas las religiones de la humanidad.

Pero, ¿en qué consiste la iniciación? En la muerte del hombre profano y su nacimiento en la realidad sagrada. Se trata de acceder a un nuevo estado, tras pasar por lo que se llama «muerte iniciática». Es el inicio de un camino que llevará finalmente al iniciado a la resurrección de su propio Dios, que es su alma inmortal.  Los masones la llaman «piedra»: bruta, cúbica o piramidal. Es un término tomado de la alquimia.

En esta experiencia, el ser humano es el paciente, y la Fuerza divina celeste (o el Espíritu Santo) es el agente.

La verdadera iniciación no es un estado de trance, o de éxtasis, o una transformación mental, emocional o intelectual. Es una metamorfosis interior de naturaleza física que deja marcas imborrables. El Mensaje Reencontrado nos habla de ello:

«La palabra de Dios primero humilla nuestra razón, luego comunica secretamen­te su luz al alma, antes de iluminar el espíritu, si estamos atentos y somos perseverantes en nuestra búsqueda santa» (XVIII, 67’)

Entonces, podríamos preguntarnos ¿qué es lo que se recibe en la iniciación? Los alquimistas dirían que la Primera Materia de la vida nueva, también llamada ‘luz’, ‘oro’, ‘mercurio’, ‘simiente’…

No es fruto del estudio o de prácticas ascéticas, sino que es un don de Dios; y a partir de este inicio comienza todo el proceso que nos llevará a nuestra completa regeneración, en espíritu, en alma y en cuerpo (interiores). Este triple compuesto es de origen divino, aunque se encuentra como «animalizado» por causa de la caída del ser humano en este mundo.

Es común decir que lo que se recibe es la luz, que es un aspecto o estado de la divinidad. La luz es pura, nada puede mancharla y, con la ayuda de Dios, puede ser corporificada, coagulada. El oro es luz del Sol hecha metal. El origen de la luz (como del calor) es el fuego; y la palabra de Dios es fuego, como podemos leer en varios pasajes bíblicos.  La luz es otro de los temas omnipresentes en El Mensaje Reencontrado:

«La luz de Dios primero fecundará nuestras tinieblas interiores,  después, nuestras tinieblas manifestarán la luz de Dios.» (XXXVII, 54’)

El Mensaje Reencontrado nos enseña que la muerte es un parásito que nos habita y que se introdujo en el ser humano a raíz de la caída en este mundo habitado por la muerte. Nacemos con ella y únicamente el don de Dios puede «lavarnos» de esta mancha o pecado.

Por lo tanto, el ser humano puede ser regenerado gracias a la intervención de la divinidad. Uno de los aspectos de esa intervención divina es lo que se conoce como «muerte iniciática», que es una realidad de naturaleza inmanente que se dramatiza en los rituales desde la Antigüedad hasta nuestros días. Se muere como profano y se nace a la vida nueva.

Esta realidad es descrita de muchas formas y bajo diferentes aspectos, y la encontramos en todas las tradiciones bajo múltiples velos. También Cervantes alude a ella en estos versos:

«¿Qué muerte el mal remedia? –la que es media». (Cervantes, La ilustre fregona)

Misterioso morir sin que el alma y el espíritu salgan definitivamente del cuerpo carnal. El neoplatónico Plutarco alude a ello en un juego de palabras en griego que tienen la misma raíz: teleutan, ‘morir’, y teleisthai, ‘ser iniciado’.

Dicha muerte da acceso a la verdadera vida, y está muy presente en El Mensaje Reencontrado:

«La muerte es una luz velada de terror; el Sabio la considera con sere­nidad y la experimenta con inteligencia y provecho» (I, 52’)

«Regando nuestra muerte, viviremos. Disipando nuestra vida, moriremos cierta­mente.»  (XXII, 44’)

El misterio de la regeneración humana es dramatizado en los rituales iniciáticos desde la Antigüedad.

Nuestros antepasados idearon una forma genial e impactante de provocar en el candidato a la iniciación un estado particular que aludiese directamente a la verdadera experiencia, la que otorga la divinidad. Y así surgió la dramatización de los misterios.

En lugar de impartir una enseñanza teórica o leer un texto al aspirante, crearon un ritual en el que se representa la realidad que el neófito habrá de vivir en su interior: una muerte, una purificación y una resurrección.

En los misterios griegos, los sacerdotes representaban con máscaras, signos, gestos y símbolos las diferentes fuerzas divinas que intervenían en el ritual de iniciación.

En la actualidad, la masonería continúa esta sabia tradición, pues es la heredera de las antiguas escuelas iniciáticas, que de Egipto pasó a Grecia, de allí al Imperio Romano y al cristianismo.

La transmisión iniciática es un concepto sobre el que existe bastante confusión, aunque resumiendo, podría decirse que alude a dos niveles de realidad que no deben mezclarse ni confundirse.

Por un lado tenemos la transmisión «horizontal» (uso el término en el sentido que le dio René Guénon), en que el neófito recibe una influencia espiritual y se integra en una cadena iniciática tradicional. Mediante un ritual, el candidato recibe simbólicamente la luz divina transmitida por personas que a su vez la han recibido con anterioridad. Es una influencia transformadora y puede ser el preámbulo de la verdadera iniciación, pero hasta aquí estamos en el plano y en la realidad humanas.

Sin embargo, existe otra transmisión, donde la divinidad interviene directamente y es ella quien inicia al postulante. Ahora sí, en este caso, hemos superado el nivel meramente humano y nos hemos adentrado en la realidad divina.

No son los hombres quienes escogen al candidato, sino Dios.

Dicha forma de transmisión es la original y superior, que transforma completamente al individuo. Pero se realiza en secreto y no exteriormente mediante ceremonias, etc.

A esta verdadera transmisión aluden muchos pasajes de la Escritura; he aquí un ejemplo, tomado de Juan 16, 7:

«Os conviene que me vaya, pues si no me voy, el Parácletos no vendrá a vosotros.»

Y desde luego El Mensaje Reencontrado:

«Los creyentes que lean el Libro serán transportados por la alegría y  propagarán la nueva a su alrededor, pues el Señor desaparecido en el cielo vuelve sobre la tierra y su reino se aproxima, ciertamente.» (XXXI, 3’)

Pere Sánchez en la Biblioteca Arús

 

Ciclo dedicado a la obra de Louis Cattiaux, El Mensaje Reencontrado

La propuesta de este ciclo es mostrar que el mensaje que revivifica Cattiaux, es el mismo que el de las grandes manifestaciones espirituales (en este ciclo entradas en la cultura occidental). A modo de ejemplo de lo que se pretende mostramos el siguiente versículo: “No hay una verdad nueva. Solo hay formas y expresiones nuevas de la vida eterna muy oculta y muy evidente”. (El Mensaje Reencontrado, libro II, versículo 61)
Si bien El Mensaje Reencontrado puede parecer ajeno a las formas tradicionales, es muy al contrario, pues cómo se explicará en este curso, las fuentes son las mismas de siempre, pero experimentadas de nuevo.

A cargo de:
Raimon Arola, doctor en historia del arte por la Universitat Autònoma de Barcelona y profesor de la Universitat de Barcelona.
Pere Sánchez Ferré, doctor en historia moderna y contemporánea por la Universitat de Barcelona.

Sesiones
 “La mística cristiana” por Raimon Arola
La mística responde a la experiencia divina. Está escrito en El Mensaje Reencontrado: “La más pequeña experiencia de Dios vale más que todas las teologías del mundo” No obstante hay que diferenciar entre las clases de experiencias, ya que normalmente son psíquicas y no responden al encuentro con el Dios encarnado.

“La cábala judaica” por Pere Sánchez Ferré
La cábala no se fundamente en conocimientos intelectuales sino en una revelación que otorga Dios, y es el instrumento privilegiado para penetrar el sentido oculto de los libros sagrados y de nosotros mismos. El Mensaje Reencontrado contiene un sentido oculto y lo acompaña una forma de cábala.

“La tradición hermética” por Raimon Arola
René Guénon señaló que El Mensaje Reencontrado era un libro hermético, ya que en él se recogen distintas tradiciones. No obstante, a diferencia de Cattiaux, consideraba que el hermetismo era cósmico y no metafísico

“El fenómeno iniciático” por Pere Sánchez Ferré
El fenómeno iniciático es un hecho divino y los rituales que a él se refieren siempre aluden a una realidad sagrada, como la recepción de la luz o la apertura del sentido interior. Estos misterios, basados en la experiencia, están presentes en El Mensaje Reencontrado.

“El arte visionario” por Raimon Arola
A lo largo de los últimos siglos, la creación artística ha sido el lugar donde se ha manifestado la experiencia divina. Cattiaux sigue esta estela y llega hasta el final. “La pacificación de todo el Ser es lo que conduce a la visión interior y a la unión divina” (El Mensaje Reencontrado., libro XIII, versículo 4).

“La alquimia” por Pere Sánchez Ferré
La alquimia no se enseña, sino que, como la cábala, se transmite, ya que Dios es quien revela la Primera Materia. Las etapas, formas, estados y procesos de la ciencia de Hermes don el fundamento de El Mensaje Reencontrado.

Biblioteca Pública Arús (BPA) www.bpa.es/agenda

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