Relatos sobre viajes a una geografía distinta de la que el hombre conoce con sus sentidos exteriores pero cuyo destino es el propio ser humano. Edición, Lluïsa Vert.

blanc.1Los textos que siguen son relatos de viajes a una geografía extraña en la que lo alto y lo bajo, o lo interior y lo exterior, están situados en un lugar “otro”, distinto del que el hombre conoce a partir de sus sentidos exteriores. Un lugar que, sin embargo, tiene mucho que ver con el ser humano, pues como se dice en el Evangelio de Lucas: “…el reino de Dios está dentro de vosotros” (6, 17-19) y, con él, todos los universos.

EPSON scanner imageRepresentación del siglo XIX del viaje narrado por John Bunyan, The Pilgrim's Progress. Freemasonry London Museum, Londres

En busca del tesoro   

Se trata de una anécdota que se cuenta del rabí Eisik, hijo del rabí Jekel, que vivía en el ghetto de Cracovia, capital de Polonia. Había permanecido firme en su fe a lo largo de años de aflicción, y era un piadoso siervo del Señor su Dios. Una noche, mientras dormía, el piadoso y fiel rabí Eisik tuvo un sueño; el sueño le ordenaba que se dirigiese a Praga, la lejana capital bohemia, donde descubriría un tesoro oculto, enterrado bajo el principal puente que conducía al castillo de los reyes bohemios. El rabino se sorprendió, pero dejó el viaje para más tarde. Sin embargo, se repitió el sueño otras dos veces. Tras la tercera llamada, lió los bártulos valerosamente y se puso en camino.

Al llegar a Praga, el rabí Eisik se encontró con que había centinelas en el puente, y que lo custodiaban día y noche; así que no se atrevió a cavar. Se limitó a ir cada mañana a merodear por el lugar hasta el anochecer, mirando el puente, observando a los centinelas y estudiando discretamente la albañilería y el suelo. Por último, el capitán de la guardia extrañado ante la persistencia de este anciano, se acercó a él y le preguntó cortésmente si había perdido algo, o quizá esperaba la llegada de alguien. El rabí Eisik le contó con sencillez y confianza el sueño que había tenido. El oficial se echó hacia atrás con una carcajada. -¡Mi pobre amigo!, ¿de verdad? -dijo el capitán-. ¿y has gastado tu calzado viniendo hasta aquí por un sueño? ¿Quién en sus cabales creería en un sueño? Pues te voy a decir una cosa: si yo creyese en los sueños, ahora mismo estaría haciendo exactamente al revés. Habría hecho la misma peregrinación que tú, sólo que en dirección contraria, aunque sin duda con el mismo resultado. Deja que te cuente mi sueño. Era un oficial amable a pesar de sus fieros bigotes, y el rabino sintió simpatía hacia él.

Pues te voy a decir una cosa: si yo creyese en los sueños, ahora mismo estaría haciendo exactamente al revés. Habría hecho la misma peregrinación que tú, sólo que en dirección contraria, aunque sin duda con el mismo resultado.

-He soñado -dijo el oficial de la guardia, bohemio, cristiano- que una voz me hablaba de Cracovia, y me ordenaba que fuese allí y buscase un gran tesoro que había en casa de un rabino judío llamado Eisik, hijo de Jekel; que encontraría el tesoro enterrado en un sucio rincón detrás de la estufa, ¡Eisik, hijo de Jekel! -volvió a reír el capitán con los ojos chispeantes-. Imagínate: ir a Cracovia… y ponerme a derribar las paredes de todas las casas del ghetto: porque la mitad de los hombres se llamarán sin duda Eisik y la otra mitad Jekel. ¡Eisik, hijo de Jekel, nada menos! -y siguió riéndose de esta broma maravillosa. El modesto rabino escuchó con atención; luego, tras una profunda inclinación, y dar las gracias a su desconocido amigo, emprendió a toda prisa el largo regreso a su casa, cavó en el rincón abandonado de la estufa, y encontró un tesoro que puso fin a su miseria; y con una parte del dinero, erigió una casa de oración que aún hoy lleva su nombre.

Así, pues, no está lejos el tesoro que pone fin a nuestra miseria y nuestros agobios. No hay que buscarlo en ninguna región lejana; está enterrado en nuestra propia casa, o sea, en nuestro propio ser. Se halla detrás de la estufa, detrás del centro queda calor y vida a la estructura de nuestra existencia, en lo más recóndito de nuestro corazón… con tal de que podamos cavar…

(Fragmento de Mitos y símbolos de la India de Heinrich Zimmer)

El mundo visto desde lejos

Un hombre del pueblo Neguá. En la costa de Colombia, pudo viajar al alto cielo. A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.

El mundo es eso –reveló-. Un montón de gente, un mar de fueguitos.

El mundo es eso –reveló-. Un montón de gente, un mar de fueguitos.

Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento. Y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas.

Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear y quien se acerca, se enciende.

(«El mundo» de Eduardo Galeano)

Viaje de ida y vuelta

Un hombre tenía dos hijos;y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes.

No muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente. Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle. Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos. Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba.

Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros.

Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó. Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo. Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse.

Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo. Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle

Y su hijo mayor estaba en el campo; y cuando vino, y llegó cerca de la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Él le dijo: Tu hermano ha venido; y tu padre ha hecho matar el becerro gordo, por haberle recibido bueno y sano. Entonces se enojó, y no quería entrar.

Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase.  Mas él, respondiendo, dijo al padre: He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos. Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo. Él entonces le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas. Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado.

(Evangelio de Lucas 15:11-32, versión Reina-Valera)

Viaje a la casa del padre.  

En la época de los monstruos, después de la aparición del Pueblo, el Dios Parlante encontró a una niñita en un parterre florido junto a un arco iris, era hija de la Oscuridad y el Alba, una criatura del horizonte. Puesto que cambiaba con las estaciones se la llamó la Mujer Cambiante. Un día se alejó de su hogan y se durmió bajo el sol del mediodía; cuando despertó tuvo la sensación de que alguien había venido mientras dormía y también encontró unas huellas que se dirigían hacia el este. Cuatro días después dio a luz a un niño y cuatro días más tarde a otro (el cuatro es el número sagrado de las tribus norteamericanas). Los dos niños crecieron cada cuatro días, como el maíz, y a la edad de doce años desaparecieron. Se habían ido a buscar a su padre, el Sol.

Advertidos  por Ancianidad de que morirían antes de llegar a su objetivo, pero rejuvenecidos por ser hijos de la Mujer Cambiante y protegidos por las plumas de águila que la Mujer Araña había robado al Sol, los gemelos llegan después de muchas aventuras a la casa de su padre. Su hija les advierte que su padre les matará en cuanto vuelva; pero en vez de eso, el Sol los somete a una serie de pruebas para ver si ellos son el Pueblo Sagrado, dignos de ser sus hijos.

El Sol los somete a una serie de pruebas para ver si ellos son el Pueblo Sagrado, dignos de ser sus hijos.

Con la ayuda de los talismanes de la Mujer Araña, el oportuno consejo de la hija del Sol y los servicios de una lombriz, sobreviven a un baño de vapor sobrecalentado, a una harina de maíz envenenada y a afilados cuchillos de pedernal. Finalmente el Sol llama ‘hijo’ al hermano mayor y ‘nieto’, al menor. Y una vez que han identificado las montañas cubiertas de niebla que delimitan su patria, deja que bajen a la tierra a través de un agujero en el cielo.

Ataviados con armaduras celestiales y manejando lanzas de rayos, los hermanos matan a los monstruos que infestan su tierra y vuelven al fin a ver a su madre y la montaña donde empezaron el viaje. Allí reciben del Dios Parlante unos cantos que incrementarán su nuevo poder. Cuando enferman a causa de sus trabajos, el Pueblo Sagrado los cura representando cuatro veces “Cuando los dos fueron donde su Padre”, es decir, el chantway curativo que recrea su búsqueda y sus conquistas heroicas. “Luego… hablaron de los vivientes del futuro y de la creación del futuro pueblo”.

Así termina esta antigua leyenda de los buscadores engendrados por el cielo, a los que los guerreros de antaño rezaban para tener parte en el poder sagrado obtenido gracias a su búsqueda y traído a la tierra en beneficio de su pueblo desde los lejanos cielos.

(Un mito navajo de La búsqueda espiritual de R. M. Torrance)


Viaje a una montaña alquímica

Existe una montaña situada en medio de la tierra, o centro del mundo, que, al mismo tiempo, es pequeña y grande. Es blanda y dura y pétrea más allá de toda medida. Está alejada y, sin embargo, está al alcance de la mano, pero, debido a la Providencia de Dios, es invisible. En ella se hallan escondidos los mayores tesoros que el mundo es capaz de valorar. Esta montaña, a causa de la envidia del diablo, siempre opuesto a la gloria de Dios y a la felicidad del hombre, se encuentra rodeada de bestias muy crueles y otras aves rapaces que hacen el camino difícil y peligroso. Y por esta razón, hasta el día de hoy, porque los tiempos no han llegado aún, el camino que allí conduce no ha podido ser imaginado ni encontrado. Pero ahora, al fin, el camino será hallado por aquellos que sean dignos de él, además de por el trabajo y el propio esfuerzo de cada hombre.

Iréis hacia esta montaña, cuando aquello viene, en el curso de cierta noche muy larga y muy oscura. Cuidad de haberos preparado por la oración. Insistid para conocer el camino que conduce a la montaña, pero no preguntéis a nadie dónde se encuentra. Seguid únicamente a vuestro Guía, que se presentará a vosotros y vendrá a encontraros en el curso del camino. Pero vosotros no le conoceréis. Este Guía os conducirá a la montaña a medianoche, cuando todo está en silencio y oscuridad. Es necesario que os arméis de un valor decidido y heroico, sin lo cual tendréis miedo de las cosas que ocurrirán y caeréis hacia atrás. No necesitaréis ni espada ni otra arma corporal. Tan sólo pedidle a Dios su ayuda, sinceramente y de corazón.

Iréis hacia esta montaña, cuando aquello viene, en el curso de cierta noche muy larga y muy oscura. Cuidad de haberos preparado por la oración. Insistid para conocer el camino que conduce a la montaña, pero no preguntéis a nadie dónde se encuentra.

Cuando hayáis descubierto la montaña, he aquí el primer milagro que aparecerá. Un viento muy impetuoso y muy grande sacudirá la montaña y hará estallar las rocas a pedazos. También estaréis rodeados de leones, de dragones y de otras bestias terribles. Pero no tengáis miedo de todas estas cosas. Sed resueltos y cuidad de no volveros atrás, porque vuestro Guía, que os ha conducido hasta allí, no permitirá que ningún mal os alcance.

En cuanto al tesoro, no está aún descubierto, aunque esté muy cerca. Después de este viento, vendrá un temblor de tierra que derribará todo lo que el viento había dejado y lo allanará todo. Pero estad seguros de que no seréis derribados. Después del temblor de tierra, seguirá un fuego que consumirá toda la mugre de la tierra y descubrirá el tesoro. Pero no podréis verlo aún. Después de todas estas cosas y cerca del alba, habrá una gran calma, veréis como se levanta la estrella de la mañana, la aurora se os aparecerá y percibiréis un gran tesoro. Lo más importante y perfecto que contiene es cierta tintura exaltada, por medio de la cual, si se ha servido a Dios y si se es digno de tal don, el mundo puede ser teñido y transformado en el oro más puro.

Esta tintura, empleada según la instrucción de vuestro Guía, os hará jóvenes si sois viejos y no tendréis ya mal alguno en ninguna parte de vuestros cuerpos. Con la ayuda de esta tintura también encontraréis perlas de una excelencia inimaginable. Pero no os atribuyáis nada de vuestros poderes presentes, contentaos solamente con lo que vuestro Guía os comunicará. Alabad a Dios perpetuamente por éste, su don, y cuidad de no usarlo para gozos mundanos; empleadlo en trabajos que sean contrarios al mundo. Usadlo rectamente y gozad de él como si no lo tuvierais. Llevad una vida templada, sin pecado, de otro modo vuestro Guía os abandonará y seréis privados de esta felicidad. Sabed esto en verdad: aquél que haya abusado de la tintura y no viva de un modo ejemplar, con pureza y devoción ante los hombres, perderá este beneficio y no le quedará ninguna esperanza de encontrarlo de nuevo.

(Fragmento de Lumen de lumine de Thomas Vaughan)

 

Un hombre, su caballo, su perro y su viaje al cielo.

Un hombre, su caballo y su perro caminaban por una calle. Después de mucho caminar, el hombre se dio cuenta de que los tres habían muerto.

Hay veces que lleva un tiempo para que los muertos se den cuenta de su nueva condición. La caminata era muy larga, cuesta arriba. El sol era fuerte y los tres estaban empapados en sudor y con mucha sed. Precisaban desesperadamente agua. En una curva del camino, avistaron un portón magnífico, todo de mármol, que conducía a una plaza calzada con bloques de oro, en el centro de la cual había una fuente de donde brotaba agua cristalina. El caminante se dirigió al hombre que desde una garita cuidaba de la entrada.

-Buen día -dijo el caminante.

-Buen día -respondió el hombre.

-¿Qué lugar es este, tan lindo? -preguntó el caminante.

-Esto es el cielo -fue la respuesta.

-Qué bueno que llegamos al cielo, estamos con mucha sed -dijo el caminante.

-Usted puede entrar a beber agua a voluntad -dijo el guardián, indicándole la fuente.

-Mi caballo y mi perro también están con sed.

-Lo lamento mucho -le dijo el guarda-. Aquí no se permite la entrada de animales.

El hombre se sintió muy decepcionado porque su sed era grande. Mas él no bebería, dejando a sus amigos con sed. De esta manera, prosiguió su camino. Después de mucho caminar cuesta arriba, con la sed y el cansancio multiplicados, llegaron a un sitio cuya entrada estaba marcada por un portón viejo semiabierto. El portón daba a un camino de tierra, con árboles de ambos lados que le hacían sombra. A la sombra de uno de los árboles, un hombre estaba recostado, con la cabeza cubierta por un sombrero; parecía que dormía…

-Buen día -dijo el caminante.

-Buen día -respondió el hombre.

-Estamos con mucha sed, yo, mi caballo y mi perro.

-Hay una fuente en aquellas piedras -dijo el hombre indicando el lugar-. Pueden beber a voluntad.

El hombre, el caballo y el perro fueron hasta la fuente y saciaron su sed.

-Muchas gracias -dijo el caminante al salir.

-Vuelvan cuando quieran -respondió el hombre.

-A propósito -dijo el caminante- ¿cuál es el nombre de este lugar?

-Cielo -respondió el hombre.

-¿Cielo? ¡Pero si el hombre en la guardia de al lado del portón de mármol me dijo que allí era el cielo!

-Aquello no es el cielo, aquello es el infierno.

El caminante quedó perplejo. Dijo:

-Esa información falsa debe causar grandes confusiones.

-De ninguna manera -respondió el hombre-. En verdad ellos nos hacen un gran favor. Porque allí quedan aquellos que son capaces de abandonar a sus mejores amigos.

(Un cuento anónimo que, además de exaltar la amistad, enseña algo más hermético y es que, en el último viaje, el definitivo, hay que procurar ir acompañado de los tres componentes del ser humano, cuerpo, alma y espíritu, so pena de acabar en el infierno).

 ♠

CUENTOS DE OTRAS TRADICIONES

0-cuentes