Ilustraciones pertenecientes a un manuscrito de 1536 de Jehan de Thenaud en donde se explica el misterio del hombre y los ángeles.

blanc.cEste famoso manuscrito ilustrado de 1536, está dedicado al rey Francisco I de Francia. En 1519, cuando Francisco I aún era príncipe, le pidió a Jean de Thenaud, el futuro abad del monasterio de Cordeliers de Angulema, que le explicara la cábala. Thenaud escribió varios tratados para el rey y el que presentamos está entre los primeros que escribió en francés con unas extraordinarias ilustraciones a página entera.

El interés de Francisco I por la cábala refleja el impacto que la cábala judía tuvo desde mediados del s. XV sobre el pensamiento religioso y filosófico renacentista durante unos doscientos o trescientos años. El abad Jehan de Thenaud perteneció a una corriente espiritual originada por Pico de la Mirandola y otros cabalistas cristianos que opinaban que la práctica del misticismo judío conducía a la figura de Cristo y a los dogmas esenciales del cristianismo: el misterio de la Trinidad, la encarnación del Verbo y la divinidad del Mesías, se podían encontrar dentro de la cábala. Este manuscrito que fue donado en 1725 por Antoine Saladin, se encuentra en la Biblioteca de Ginebra.

Ver comentario de las imágenes al final


Hombre como microcosmos (27v): Además de los mundos angélicos y de los elementos, existe otro mundo que es el hombre, un completo microcosmos y la culminación de todas las criaturas. Ha sido extraído de los elementos puros, representados por los círculos de fuego, agua, aire y tierra que se encuentran en la parte inferior de su cuerpo, posee un alma vegetativa, como los árboles, un alma sensitiva, como las bestias y los pájaros y un entendimiento como los ángeles, sobre la estrella formada por dos triángulos y que representa el mundo espiritual y angélico que preside el espíritu, está escrito en hebreo: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Este hombre primordial, imagen del Adán anterior a la caída, sostiene en una de sus manos el sello de David, símbolo de la reunión de los contrarios y el ouroboros, que representa la imagen del Alma del Mundo.

La Dama celeste y las Parcas (77v): Las almas descienden fatalmente al cuerpo como explicó Platón para obtener experiencia. Por eso aquí aparece Dama Necesidad con la esfera armilar acompañada de las tres parcas que con sus hilos rigen los destinos de los hombres así como la duración de sus vidas. Las figuras se hallan sobre un cielo estrellado.

El mundo angélico según los latinos (105r): El gobierno y la administración del universo se hace por medio de los cielos pues algo debe mediar entre las cosas que son puramente espirituales y otras que son puramente corporales. Así se puede entender la cadena de oro que Homero tendía desde los cielos hasta la tierra. En esta imagen, un sol que es el centro de un círculo formado por diez anillos concéntricos recibe el influjo de tres luminarias exteriores, en su interior aparece el sello de David, que como ya hemos dicho simboliza la reunión de los contrarios.

El mundo angélico según los hebreos (105v): Esta imagen se presenta como si se tratara de un árbol sefirótico, dos pares de triángulos invertidos originan siete secciones, como las siete sefirot de abajo cuyo punto más bajo es la sefirá Malkut representada por el último triángulo. Las tres luminarias situadas arriba de la imagen representan a las tres sefirot que están fuera del hombre y de nuevo encontramos escrito en letras hebreas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

El influjo de los ángeles en el mundo (111v): En el tratado se analiza la relación entre el cuaternario y el septenario y cómo el influjo del mundo angélico o celeste fluye por ellos. El primer cuaternario es el sagrado nombre de cuatro letras, el Tetragrámaton, cuyas influencias se transmiten a las inteligencias de los arcángeles y al cielo de las estrellas fijas. El septenario son los siete cielos y los cuerpos de los siete planetas. Los primeros transmiten la luz seminal y causante de la luz celeste y elemental a los segundos y esta luz unida al esplendor seráfico infunde una irradiación al firmamento para que las tinieblas sean expulsadas por virtud de la divina Providencia hasta el mismo centro de la creación.

(Resumen de L. Vert)

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